Honor y gloria a Ho Chi Minh, y a Von Nguyen Giap
Por: Agencia de Noticias Telam
Abril 30-4-2015 – La imagen del último helicóptero Chinook elevándose desde la terraza de la embajada de los Estados Unidos con un grupo de ciudadanos de ese país retirándose para siempre de la asediada Saigón quedó como el símbolo del fin de la guerra de Vietnam, hace 40 años, que conmovió al mundo y asestó a Washington su mayor derrota militar y ética.
Con los milicianos del vietcong a las puertas de la otrora «Perla de Asia» preparados para tomarla, una multitud de survietnamitas impotentes quedó abandonada a su suerte alrededor de la sede diplomática, pese a las promesas de evacuación de los estadounidenses a los nativos que querían huir a Occidente.
El 30 de abril de 1975, la marea humana había logrado previamente forzar la entrada del edificio y llegar hasta la pista de aterrizaje, donde racimos de hombres, mujeres y niños protagonizaron escenas de violenta desesperación.
Honor y gloria a Ho Chi Minh, y a Von Nguyen Giap
Muchos de ellos funcionarios civiles de los gobiernos que durante años apoyó y sostuvo la Casa Blanca, en su intento de escapar intentaron aferrarse a las ruedas y patines de los helicópteros: muchas manos y brazos fueron quebrados por los culatazos de los marines para desprenderlos. No pocos murieron en el intento. Los relojes marcaban las 8 de la mañana.
Era la hora del derrumbe: alrededor de medio millón de soldados estadounidenses fueron a Vietnam, de los cuáles más de 58.000 nunca regresaron vivos a su país. Los heridos, mutilados y afectados psicológicamente se estima que superan los 300.000.
A su vez, dos millones de vietnamitas murieron en la guerra, muchos de ellos alcanzados por toneladas de explosivos, el napalm o víctimas del «agente naranja», letal sustancia tóxica, arrojados por los temibles superbombarderos B52 durante no menos de un decenio.
Los guerrilleros del Vietcong tenían como líderes a dos veteranos de la guerra de Indochina: el fallecido ex presidente de Vietnam del Norte, Ho Chi Minh, y Von Nguyen Giap, el más importante estratega militar.
Habían derrotado a los franceses en la definitoria batalla de Dien Bien Phu, en 1954, que dividió a la península en dos zonas: la del Sur, con Saigón como capital y que quedó bajo la égida de los Estados Unidos, y la del Norte, con Hanoi como principal enclave, apoyada por la ex Unión Soviética y China.
Los últimos días antes de la caída de la ciudad, buena parte del territorio del sur ya estaba en manos del Frente de Liberación Nacional (FLN). En Saigón, en cuyos alrededores se habían amontonado más de un millón de desplazados, se respiraban aires de derrota.
El sábado 25 de abril el dólar se cotizaba a 3.500 piastras, entonces la moneda local. Al día siguiente, a 4.000. El martes entre 4.500 y 5.000. El miércoles se conseguía a 5.000, pero a las 18 de ese día no bajaba de 7.000.
Los cohetes disparados por el Vietcong sobre la ciudad, el cierre de establecimientos (incluso varios de los tugurios donde reinaban el juego, la prostitución y el tráfico de drogas), los cortes de luz y la escasez de alimentos, deterioraban la situación de hora a hora.
En ese marco, el presidente de Vietnam del Sur, Nguyen Van Thieu, ordenó el repliegue hacia la capital de varias divisiones ubicadas en las Altas Mesetas, alrededor de 250.000 efectivos, en un intento vano de protegerla. Un error estratégico que pagaría con creces.
A los millones de desplazados del interior, que taponaban las rutas aún abiertas pero con una barrera de alambre de púas a los costados, sin agua, sin comida, muchos de ellos heridos o enfermos, se sumaron los soldados en retirada a bordo de todo tipo de vehículos, lo que transformó la situación en caótica, ya que prácticamente nadie podía moverse del lugar.
Como en un juego con fichas de dominó que se van desplomando una tras otra, las ciudades de Xuan Long, Trang Ban, Han Tang, la poderosa base de Bien Hoa, entre otras, fueron cayendo en poder de los guerrilleros. Los soldados survietnamitas arrojaban sus armas y emprendían la huida.
Después le tocó el turno a Da Nang, otrora la base que era el orgullo del ejército estadounidense.
El presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, emitió una orden secreta a su embajador en Saigón, Graham Martin: iniciar la «Opción IV», es decir, la salida definitiva de los últimos ciudadanos estadounidenses y aliados locales aún en Saigón.
Para ser ejecutada, la orden tenía una clave: la American Radio Service debía difundir la frase código «la temperatura es de 105 grados Fahrenheit», acompañada por la voz de Bing Crosby cantando «Queremos una navidad blanca». Fue emitida el miércoles 29 a las 22.15.
Los últimos infantes de marina, previo hacer explotar e inutilizar las instalaciones de la embajada, subieron al Chinnok junto con personal superior de la CIA. Thieu y otros muchos funcionarios ya habían huido. No había gobierno. Era el final.
A las 12.05 apareció un jeep por la céntrica calle Catinat enarbolando una gran bandera del Vietcong, con sus colores rojo y azul y una estrella amarilla en el centro.
«Soldados casi adolescentes, con cascos tipo colonial hechos con fibras vegetales, camisolas de color verde y sandalias Ho Chi Minh fabricadas con caucho de neumáticos, y armados con fusiles chinos de asalto AK47, entraron al Palacio Presidencial, cuyas rejas previamente un tanque había tirado abajo», relató un testigo, el corresponsal de guerra y escritor francés Jean Lartéguy.
«En el balcón -refirió- se izó la bandera del Vietcong. Eran las 12.15 del sábado 30 de abril».