Los cocolos del ingenio Consuelo

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

Nota: este trabajo fue tomado del capítulo 17 del libro El rey del Momise, Los Guloyas y los cocolos en la industria azucarera de San Pedro de Macorís, segunda edición ampliada y corregida, páginas desde la 452 hasta la 469. Esta segunda producción intelectual del periodista y escritor Enrique Cabrera Vásquez, contiene 16 nuevas sesiones adornadas de importante material gráfico. Su puesta en circulación será a fínale de este año 2022.

Cocolos consuelense
manos endurecidas de trabajo
acuñando voces heterogéneas
plateados nombres enraizados
en el estiércol de tiempo muerto
Borrascas de zafras recordadas
silbatos de economía fresca.

Iban y venían
con calmoso caminar inglés
reseñados por criollos
alerta ante sonar de maquinarias
resaltaban su fisonomía

trajinando entre vagones y trenes oxidados,
haciéndoles azúcar, miel y guarapo
a Bass y Míster Kilbourne
afables dueños blancos
juntándolos frente al central.

Negros laboriosos de Consuelo
fraguadores sueños de progresos
imaginando sus ancestros

Cocolos sobre la cigüeña
recorriendo curvas de rieles
y cañas secas
exprimiendo sudores de sol
antesala de su ventura

Cocolos de Consuelo
tan lejos de su lar
igual los Macorís del mar

Negros reverentes de su fe
cumplidores de las leyes
batieron años laborando
obedeciendo al mando liberal
de Bass y Mister Kilbourne
dos blancos buenos
del norte imperial.

Consuelo de Agua Dulce
estiércol plegarias de islas soñadas
evocación de estirpes dejadas;
zafras y tiempos muertos cantados

Virtuosas épocas aquellas
de los Bass y Mister Kilbourne
moliendo caña sin parar
doradas huellas americanas
clavadas en el central.

Cocolos sudorosos
afanando en días y noches
fabricando azúcar con sus manos
Contaban los ricos sus riquezas
disfrutando su manjar

Cocolos del progreso consumado
referenciados en libros y novelas;
glosas de Papo Lugo y Avelino Stanley
reseñando el acopio
del pasado recordado

Ahora están sus descendientes
de azúcar, guarapo y miel
indignados, asombrados,
vinieron discípulos malos
vestidos de morado
y se robaron el ingenio

¡Apagaron la caldera!
¡Vendieron la chimenea!
¡Subastaron ese patrimonio!
¡Saqueadores de herencia ajena!
¡Emociones asesinadas!

¡Ay!
¡Como deambulan los cesanteados!
¡Acumulo de hambre profana!
¡Hediondez de enriquecidos funcionarios!
Ladrones de cuellos morados
¡Ay!
Cuántas felonías por denunciar.

Un espacio socio-geográfico de la provincia de San Pedro de Macorís que aglutinó a su alrededor, entorno y atrios manufactureros, a centenares de cocolos, es el ingenio Consuelo, comunidad que por su desarrollo socio-económico fue elevado a Distrito Municipal en el 1983, mediante ley 176, en el período del gobierno perredísta de Salvador Jorge Blanco (1982-1986). Más adelante fue convertido en municipio de la provincia a través de la ley 71-96, del año 1996, época del primer mandato peledeísta presidido por Leonel Fernández Reyna.

El consuelense Juan Gómez, un cocolo ausente captado en un encuentro social con el famoso merenguero dominicano Jonny Ventura.

La mayoría de los interesados en su historia han tenido que auxiliarse en las narrativas escritas por José Lugo Cabral, mejor conocido como Papo Lugo. Este autor hace una especie de panoplia literaria al respecto publicándolas en diferentes medios digitales e impresos, en particular en la red social Consuelocity.com. A través de estas revelaciones exterioriza datos e informaciones sobre las diferentes etapas recorridas por la comunidad consuelense, lugar donde se crió y se formó el novelista y poeta Avelino Stanley. Lugo Cabral se apoya en el libro La Caña en Santo Domingo, de Juan J. Sánchez, edición de 1976, así como en las obras de Humberto García Núñez, Arturo Martínez Moya, Mu-Kien A. San, Virgilio A. Hoepelman y Avelino Stanley, entre otras fuentes confiables. Sus indagaciones librescas lo han convertido en un avezado en el tema, al desplegar un activismo teórico sobre Consuelo, recordando fechas, hechos, nombres de funcionarios y acontecimientos con sus actores más sobresalientes, avivándolos con sus escritos; destacando los aportes y vida de aquellos hombres que sobresalieron por su peculiaridad social, plasmándolo textualmente en cuartillas periodísticas, rescatándolos del olvido con significada descripción expositiva.

De la lectura y cotejo de estas divulgaciones hemos cultivado gran parte de lo que sabemos acerca del ingenio Consuelo como su factoría azucarera y su colectividad humana. Vayan los créditos a su persona por su contribución histórica y dedicación tenaz en la búsqueda de los antecedentes del mencionado central azucarero.

Munícipes consuelense posando luego de una actividad social celebrada en el Club del ingenio Consuelo.

De todas las industrias azucareras instaladas en la provincia de San Pedro de Macorís, Consuelo, junto al barrio Miramar, fueron los que más súbditos cocolos albergaron, luego de llegar a la zona cañera bajo contrato laboral. Quizás influyó el que su propietario de entonces, el norteamericano William Louis Bass, fuera uno de los principales propulsores de su importación, junto a Carlos F. Loynaz y el puertorriqueño Santiago W. Mellor, éste último propietario del ingenio Santa Fe. Ellos, juntos a Juan B. Mansfield y la Friedheim & Co., dejaron establecido el 8 de octubre de 1893 la Sociedad de Inmigrantes, entidad que asumió la responsabilidad jurídica y social de promover, ampliar y defender la presencia de estos negros trabajadores en las faenas manufactureras de la caña y el azúcar.

Este ingenio, fundado en 1881 por el cubano Padrón y Solaam, en su inicio llevó el nombre “Agua Dulce”, como ya hemos indicado anteriormente, teniendo como administrador a Alexander L. Bass, que años después lo adquirió, tras 9 años conduciéndolo, Bass lo traspasó a su hijo William Louis Bass, nacido en 1865 en Cienfuegos, Cuba, en cuya administración se le cambió el nombre por el de Consuelo, en 1886, época en que perteneció a los americanos, como decía la gente, hasta 1959, cuando Trujillo logró adjudicárselo, asumiendo su inmensa plantación de cañas y bateyes, incluyendo su aeropuerto, un campo de Golf, Clubes Privados e instalaciones deportivas, entre otras obras y atracciones sociales.

Alexander o Alejandro Bass, padre de William Bass, tenía vasta experiencia en el oficio azucarero. Había ejercido en 1868 de técnico Azucarero en el ingenio San Agustín en Cuba, de donde se trasladó a New York. Allí adquirió La Compañía Pioneer Iron Works, especializada en la fabricación de piezas para ingenios. Con esos conocimientos puestos a prueba llegó en 1882 a República Dominicana, fundando junto a Von Krosigh, el ingenio Duquesa, en El Higüero, a orilla del río Isabela. Asociado con el señor Hatton construyó el Ingenio La Fe en la ciudad de Santo Domingo.

El consorcio empresarial de los Bass sobresalió por su peso político y la habilidad negociadora de sus inversionistas que por lo regular cabildeaban ante instancias del poder norteamericano facilidades y concesiones para las empresas del ramo que lideraban. Con ese interés constituyeron formalmente, el 17 de septiembre de 1888, la Asociación de Hacendados Azucareros, organismo que de inmediato solicitó al gobierno de turno la exoneración del impuesto a las exportaciones de mieles. Estaban claros en sus propósitos.

En 1920, y bajo la ocupación de las tropas norteamericanas, William L. Bass vendió el central a la West Indies Sugar Finance Corp, corporación empresarial que designó como su representante y administrador al estadounidense Edwin Kilbourne, gerente asistente durante el mandato de los Bass.

Míster Kilbourne, como acostumbraban llamarlo sus trabajadores, venía de una amplia trayectoria gerencial con los Bass, condición que lo acreditó para ser nombrado administrador del ingenio por la firma Bartram Brother, que lo adquirió en 1910. Se mantuvo en el puesto cuando la Cuban Dominican Sugar Development Sindícate lo compró en el 1920. Los nuevos propietarios lo mantuvieron en la gerencia hasta 1957, momento cuando Trujillo se convirtió en su dueño. A partir de este dominio toda la estructura azucarera fue trastocada. Los más perjudicados con este traspaso fueron los trabajadores cocolos, los cuales vieron disminuir sus espacios laborales y la importancia que la administración americana les garantizaba al valorarlos en sus funciones operarias.

Los lazos y compromisos de Míster Kilbourne con la amplia y diversificada industria azucarera se afianzaron al contraer matrimonio, en 1930, con Ana Rosa Santoni, una joven miembro de una distinguida familia con fuertes inversiones en la producción y comercio de sacarosa en San Pedro de Macorís.

Por la constancia y capacidad de trabajo en la brega azucarera la West Indies Sugar Company, consorcio empresarial propietario de los Ingenios Barahona, Boca Chica, Quisqueya y Consuelo, designó a Kilbourne como su representante con plenos poderes de confianza. La ampliación de sus funciones lo obligaba a trasladarse constantemente a cada uno de esos apartados lugares a supervisar en persona el desenvolvimiento industrial. Para facilitarle la rápida movilidad la compañía le compró un avión, nave que llegó al país en 1935, piloteado por Tex Anding; previa informaron al dictador en lo concerniente al arribo del aparato.

Míster Kilbourne, fumándose un tabaco o puro, leyendo unos papeles, en un encuentro de campo en el ingenio Barahona, explicándoles a los funcionarios que les rodeaban algunos pormenores de los trabajos que se realizaban en la zona.

Este eficaz gerente desplegó una preocupación activa en aras de la seguridad del ambiente azucarero durante los años de enfrentamientos entre las tropas ocupantes y los alzados en armas de la época, 1916-1924. En ese sentido, acudió en compañía de Eugenio Despaigne, Enrique Jiménez y Juan Santoni, ante el gobernador militar Samuel S. Robinson, en representación de los propietarios azucareros, expresándoles su incomodidad por las medidas militares de acordonamiento ejecutadas por las fuerzas interventoras y ocupantes en la provincia de San Pedro de Macorís. Exigió el levantamiento de la medida de fuerza en razón de que afectaba los intereses industriales y comerciales de los propietarios. La gestión logró su propósito.

Centenario puente de hierro con líneas férreas, especialmente construido para el paso de las pesadas locomotoras del ingenio.

En el año de 1893 el ingenio Consuelo fue beneficiado con un decreto del presidente dictador Ulises Hereaux (Lilís), autorizando la construcción del ferrocarril mediante este sistema de transporte la empresa tuvo un mejor y mayor acceso a las zonas cañeras, aumentando la siembra, el cultivo y transporte del personal de campo, así como el volumen de su producción azucarera. Asimismo, la gerencia aprovechó la coyuntura de la benevolencia gubernamental solicitando de inmediato la autorización para traer trabajadores desde las islas inglesas, francesas y holandesas del Caribe, para incorporarlo a las tareas productivas. Entre los negros importados hubo mecánicos, herreros, Electricistas, torneros, albañiles y carpinteros, entre otros oficios especiales. La mayoría de estos súbditos trajo consigo su Biblia, también algunos instrumentos musicales que utilizaban en sus encuentros religiosos y sociales.

Según las aportaciones de Papo Lugo, los primeros empresarios colonos que le proporcionaron su siembra de caña al ingenio Consuelo para convertirla en azúcar y miel fueron Juan Amechazurra, fundador del ingenio Angelina, Juan M. Santoni, Manuel A. Richiez, Regla Paulino, Felipe Rojas, Felipe Castro, Carlos Guerrero, Ascensión Ezquerra, Benito Mendoza y Juan Smart, hombres que por su representatividad económica se les distinguía y respetaba en todos los estamentos sociales. Por su significación en el ámbito público eran vistos como notables y enminentes.

El impulso productivo del ingenio Consuelo dependía mayoritariamente del trabajo de los importados cocolos, jornaleros entregados con pasión y seriedad a las labores asignadas. Los cocolos ejecutaban esos quehaceres como si la industria fuera propia, su intervención en el desarrollo fabril era asaz, desplegándola con suma energía laboral admirable.

De izquierda a derecha dos descendientes cocolos, Roberto Harrigan y Teófilo Caine, quienes se destacaron como técnicos laborando en el ingenio Consuelo.

De esos esforzados y laboriosos hombres que dejaron su juventud entre las maquinarias y el vapor productivo en agotadoras jornadas extendidas, cumpliendo resueltamente las tareas asignadas, entregando su entusiasmo de vida, hoy solo nos queda insertarlos en la memoria agradecida de ese poblado de la provincia de San Pedro de Macorís. Su legado es elevado en la continuidad de la historia para que sus nombres no perezcan en el olvido del tiempo. Se les consigna con frescura de luz permanente, reconociendo sus atributos como profesionales y operarios expertos. Para que nunca haya mezquindad alguna omitiendo los nombres y apellidos como los del maestro Williams George (Maestro Willy), Mr. Harrigan, Abri James, Gorge Rumie, Landre Carty, Lloyd Belonny, Hill House, los hermanos de apellidos Devers, Jacobo, Nadal, Colling, Dixon y Deyvis.

De izquierda a derecha, dos hijos de cocolos del ingenio Consuelo, Agustín y Arturo Vanderpool.

También Cecilio Vanderpool, Thomas, Griffin, Pitterson, Willy, Bussin Foy, Higgins, Gibbs, Lloyd Belony, Raymery, Joseph, Willmore, Reynolds, Tegres, Stanley, y el consagrado dirigente comunitario, deportivo y clubístico Roberto Caines (Bibí Piero), entre otros héroes del trabajo, la mayoría técnicos necesarios para echar andar a la mole estructural de hierro, acero, madera, cobre, zinc, plomo, arena, tierra, cal; híbrida composición material del multidimensional armazón fabril, cuya movilidad productiva dependía en gran medida de la intervención ingeniosa de estos cocolos experimentados y celosos de sus obligaciones y responsabilidades contraídas.

La monja de nacionalidad canadiense Sor Leonor Gibbs, saluda cariñosamente a un jubilado trabajador cocolo del ingenio Consuelo.
La angurria codiciosa de Trujillo se lanzó a la caza del patrimonio industrial azucarero privado mediante la utilización de artimañas coercitivas, intimidaciones psicológicas y otras presiones amenazantes. Rendidos ante el acoso del déspota, Míster Kilbourne y la West Indies Sugar Company se vieron compelidos a vender sus inmuebles al insaciable y bestial personaje.

Roberto Caine (Bibí Piero), residió mayormente en el barrio Guachupita, se destacó como promotor de deportes y actividades culturales, en ese ambiente sobresalió como dirigente, también fue músico, y de los fundadores de los clubes 7 de septiembre y 1ro de octubre. Fue un consuelense con vocación de servicio social y comunitario. En lo político militó en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), era seguidor del grande e inmenso líder, doctor José Francisco Peña Gómez.

Trujillo adquirió el Ingenio Consuelo en el año de 1957, designando de inmediato como administrador a Porfirio Brito, seguido del agrónomo Víctor Justino, como jefe de campo; así mismo, a José M. Arias y Pepito Lugo como inspectores de cultivos; al ingeniero Giovanni Guachino, jefe de factoría y al agrónomo Quirilio Vilorio Sánchez, al frente del departamento agrícola.

En el primer periodo de los 12 años del presidente Balaguer fueron nombrados como administradores Rafael García Matos, John Borrelly, Ángel Bienvenido Arias Valera, Juan Arturo Biaggi y Juan Gómez Peña. Estos gerentes siempre les dispensaron un trato respetuoso a los cocolos. Sabían de su valía.

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