Coletazo… La muerte de José Oliva
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
SAN PEDRO DE MACORIS .- La madrugada del 22 de diciembre de 1997 una fatídica e imprudente noticia invadió la tranquilidad de los hogares de la ciudad de San Pedro de Macorís. La crónica se espació con rapidez como reguero de pólvora. El cuarto bate del conjunto de béisbol profesional Estrellas Orientales, José Oliva, acababa de morir en un trágico accidente en la carretera San Cristobal-Santo Domingo. Sí, el que horas antes había provocado alegría y expectación con un triple, un batazo de cuatro esquinas (un homer o cuadrangular) y empujados las carreras decisivas para el triunfo Oriental, que lo llevaría a la clasificación, falleció sorpresivamente.
¡Las cosas de la vida! José Oliva un corpulento y fornido joven deportista de unos 23 años, que con su recia ofensiva productiva venía cosechando lauros, encaminándose por el camino de la consagración deportiva que lo elevaría a la cima del estrellado en el exigente béisbol de las Grandes Ligas, en los Estados Unidos, caía de manera extemporánea en los impiadosos brazos de la muerte.
El impulsivo José Oliva, tenaz, aguerrido jugador de béisbol, pero, sobre todo, alegre, entusiasta, buen amigo y excelente atleta, no pudo consumarse como un pelotero de altas cotizaciones dado su alti-bajo en su peculiar estilo de juego, donde en ocasiones su carácter explosivo lo mantuvo bamboleando en zigzag, oscureciendo por momento su carrera de pelotero profesional.
José Oliva, según los observadores y críticos de nuestra crónica deportiva nacional y provincial, se encontraba en pleno proceso psicológico y emocional de recuperación, de acuerdo a la visión externada por los seguidores de la pelota domestica, éste prácticamente venía superado en los últimos tiempos, aquellos momentos considerados burlescos y charlatanes por la crítica pública.
Con ahínco y reflexión autocrítica se encaminaba con pasos seguros por la ruta de las realizaciones y el éxito deportivo. Ya había conquistado el corazón de los exigentes fanáticos de las Estrellas Orientales, ya era visto como el muchacho grande, bonachón, juguetón, bromista, querido y ovacionado por centenares de receptivos fanáticos y sus seguidores; el fuerte y cotizado cuarto bate del equipo de béisbol profesional representativo histórico de la región oriental de República Dominicana, que, al momento de su trágica muerte, llevaba 40 carreras empujadas, ocho cuadrangulares y un promedio próximo al acariciado promedio de los 300 puntos.
Esa temporada, recordada históricamente, «La Liguita» fue el Jugador más valioso al acumular average de 286 avg, con 8 jonrones y 40 remolques en 44 encuentros. Sus 40 producidas son un récord del equipo Oriental para el torneos de 50 juegos.
Ha muerto José Oliva, un destacado pelotero de las Estrellas Orientales. Un ídolo de centenares de fanáticos. Un hijo meritorio de este pueblo. Un carismático jugador de béisbol, fornido, competidor y entregado. ¡Ha muerto un atleta humilde y sencillo!
Nunca odiado siempre querido con exigencia; amado críticamente en aras de su superación como pelotero, atleta y como persona. Ha muerto nuestra muchacha grande, tan grande como su corazón generoso, amoroso y sincero
¡Que descanse en paz nuestro querido José Oliva! Que nos quede como recuerdo prolongado su impresionante imagen en el plato en el estadio Tételo Vargas, como estandarte espiritual de motivación y entrega, para que el equipo de las Estrellas Orientales alcance el campeonato que desde 1967-68 está afanosamente procurando. ¡Paz para siempre para nuestro inolvidable José Oliva!
José Oliva
La súbita noticia
conmocionó la madrugada,
doblegó corazones,
soliviantó almas:
murió José Oliva,
portentoso muchacho
cuarto bate Oriental.
Murió el muchacho grande de alma noble, ruidoso, alegre, jovial.
Sucumbió ante el duro pavimento el colosal huracán verde.
Su cierne potencial quedó tendido en la misma carretera,
donde cayó,
entre asombro y espanto.
Lo flageló la velocidad de la vida,
la premura del éxito.
Murió José Oliva,
tan querido y exigido.
Duro y doloroso es el hecho
de su insólita partida.
Murió el guapo muchacho de pueblo,
el pelotero descollante
que caminaba hacia lo alto.
Se fue José Oliva en una madrugada fatídica,
inolvidable, de un diciembre alegre y navideño.
¡Que golpe tan grande!
Cruel y asombrosa es la verdad.
Murió José Oliva,
tan estupendo,
sincero, excelente
y bueno de verdad.
Nota: publicado en el periódico semanario El Coloso de Macorix, página 5 y 20, sesión Colosazo, edición 30 de diciembre de 1997.