Fanáticos opinan sobre serie final de las Estrellas Orientales, atribuyen el fracaso a la administración del equipo.
Escrito por: Samuel Tapia
SAN PEDRO DE MACORÍS, República Dominicana.- El Tetelo se encuentra sumergido en el silencio. En sus alrededores, bajo el Sol, dos chiquillos corretean, aproximándose a sus muros. Más que un estadio, para los hijos de Macorís del Mar, el viejo estadio es como un templo del béisbol. El mismo que hasta el pasado domingo contenía todas las esperanzas guardadas desde hace 47 años.
La animosidad, la euforia y la algarabía de los fanáticos se esfumaron al apagarse el astro de la pelota dominicana al caer 5 carreras por 12, en el octavo partido del torneo de béisbol otoño invernal, agregando otro año en el que se les escurre de las manos la corona.
San Pedro de Macorís vuelve a la normalidad tras la derrota de las Estrellas Orientales, opuesto a San Francisco de Macorís, pueblo que lleva el título de campeón gracias a los Gigantes del Cibao, y que sigue lanzando gritos de júbilo y exaltaciones a su equipo.
“Hoy todos nos sentimos acongojados… todo el mundo se siente con la moral baja. Después de 47 años y no pudimos obtener la victoria”, dice un hombre con chaleco verde, de tez morena, poloshirt blanco, entrado en canas, con ojos negros y pequeños.
Hubo lágrimas. Hubo gritos. Hubo euforia convertida en decepción. “Son cosas que se dan en el deporte, pero el equipo estaba estructurado para ganar. Pasó lo que pasó… perdimos, pero no hubo mal manejo”, comenta otro señor acomodado en las gradas del play, ahora mudo. Señala el centro del estadio y con voz tranquila llama la atención sobre las actuaciones de los árbitros, quienes “cantan” irregularidades solo en detrimento de un equipo.
En sus entrañas, el dugout conserva el vestuario, ahora limpio y perfumado de los jugadores, quienes dieron el todo por el todo para casarse con la gloria, listos para ser llevados a su morada por los próximos 10 meses: un almacén en el que se guardarán los sueños de este año, para la siguiente temporada.
El suelo se cubre de jóvenes que pasan el rato y el calor de la tarde, conversando sobre el júbilo de una corona que no llegó. ¡Pero el próximo año será verde!
“Las Estrellas siempre han tenido grandes jugadores y han traído grandes refuerzos, sin embargo hay factores que en un momento determinado se dan y no pueden ganar”.
Afuera del estadio, el factor suerte aparece como motivo, entre quejas y acusaciones ya manoseadas de poca inversión por parte de la administración y malas decisiones.
Para el veterano cronista deportivo, Américo Celado, la derrota de las Estrellas Orientales se debió a diversos factores, entre ellos los cambios efectuados por el dirigente Dean Treanor, cuyos cambios constantes dentro de la alineación, mermaron las posibilidades del equipo verde de obtener la victoria.
“La pelota no es un juego de inventos. La forma de Dean Treanor perjudicó mucho a las Estrellas. Tiene corazonadas, pero en beisbol, se pueden dar de forma positiva, aunque en otros, pueden dar resultados bastante funestos”, explica por vía telefónica.
Indignación.
“Fue una burla lo que hicieron con nosotros. Sabían (la administración del equipo) que la batería no era suficiente para vencer a los Gigantes”, asegura un hombre con gorra y camisa azul, cuya indignación sale a borbotones. “Los peloteros estuvieron locos por ganar y estuvieron llorando cuando perdieron”.
Otro grita a puro pulmón la idea de convertir el estadio en un ordeñadero de vacas y así acabar de golpe con “el maleficio” que por más de 40 años ha perseguido a las Estrellas y a la fanaticada: la mejor que existe, según un hombre que cruza presuroso el pequeño parque que divide en dos la calle.
“¡Faltó Canó!”, asevera un liceísta, casi infiltrado en el hogar de las Estrellas. Mira de un lado a otro, observando el correr veloz de los motores.
Américo Celado coincide. El segunda base de los Marineros de Seattle recibió permiso para jugar cinco partidos, pero no pudo estar en la final. La motivación y el entusiasmo que le imprimió al equipo (y a la fanaticada) fueron notorios, y le dio a las Estrellas Orientales la esperanza de “romper el maleficio”.
“Desafortunadamente, no soy estrellista… Soy liceísta. Hizo falta Canó y hace falta un cambio de administración”.
No es el único que machaca la derrota al presidente ejecutivo de las Estrellas, José Manuel Mallén. A lo largo y ancho de San Pedro de Macorís el disgusto hacia la administración del equipo se extiende entre los fanáticos de la llamada Tierra de Peloteros, quienes tendrán que esperar otro año para que las estrellas vuelvan a brillar.
Cambio.
Celado propone un cambio de escenario para las Estrellas Orientales.
“Las Estrellas siempre han tenido grandes jugadores y han traído grandes refuerzos, sin embargo hay factores que en un momento determinado se dan y no pueden ganar”, comenta Américo Celado, quien propone una formula radical para romper con la racha de derrotas del “equipo: un cambio de escenario y llevar a las Estrellas Orientales a otro lugar.
“¿Qué le falta a las Estrellas? Un cambio de escenario sería adecuado”, asegura, aunque plantear que las Estrellas salgan de San Pedro de Macorís sería duro, y causaría el rechazo de los petromacorisanos. “Algo radical y contundente sería un factor que podría darle otro matiz al conjunto, porque de otra manera se ve que están afincando en el mismo sitio”.
“En octubre nos vemos”.
Frente al Tetelo Vargas, una “voladora” hace turno para llenar su cuerpo metálico y maltrecho que los transportará a distintos rincones de la también tierra de caña de azúcar, que baña el río Higuamo.
Aquí, la esperanza compite con la decepción de la gente, quienes hacen a un lado la resignación de la derrota para tomarla como una oportunidad.
Ahora vamos a cogerlo, en el 2015. Algún día tiene que venirnos el triunfo. Hace mucho que no caíamos en segundo lugar. Este año clasificamos”, asegura uno de los fanáticos que aún se mantiene en el estadio, corazón de la pelota petromacorisana.
Otro, afuera del estadio, mientras observa el caminar de una chica que cruza la calle, desde el Teletelo Vargas hasta la parada de autobuses que van para la Capital, fecunda el optimismo: “Estamos esperando a ver si en octubre se rompe la sequia. Pero ahí viene octubre… En octubre nos vemos”.