Bernie Sanders está cambiando la historia de Estados Unidos. Por primera vez desde su fundación, los electores del mayor promotor del capitalismo mundial apoyan la candidatura de un socialista para presidente. No sólo ganó la primaria de New Hampshire, sino que fue a razón de tres de cada cinco votantes. En un país donde el epíteto de “comunista” equivale a un insulto, resulta inaudito que tenga posibilidades reales de asumir la presidencia un hombre que se autodenomina “socialista democrático”.
El discurso de Sanders se asemeja al de Ralph Nader, el eterno candidato de la izquierda que siempre se mantuvo al margen del mainstream y que nunca consiguió superar el 3% del voto. Ahora Sanders, con su lema Feel the Bern y con propuestas similares a las del Partido Verde de Nader, le propinó una soberana paliza primarista a la heredera de la imponente maquinaria del Partido Demócrata, preferida de poderosos creadores de opinión pública como The New York Times. Y lo hizo en el estado que favoreció a Bill Clinton en 1992 y a la propia Hillary en 2008.
El Partido Demócrata no había tenido un candidato presidencial que hablara de esa manera desde los tiempos de Franklin D. Roosevelt en la década de 1930, cuando ganó abrumadoramente el colegio electoral en todos menos dos estados y controló el Congreso durante veinte años seguidos. La popularidad de Roosevelt de entonces se basó en su crítica a los dueños del gran capital, que aumentaron sus fortunas mientras la mayoría de la población sufría los estragos de la Gran Depresión. Al igual que Roosevelt, Sanders se hizo eco de millones de estadounidenses trabajadores y de clase media, que resienten la enorme concentración de riquezas en un puñado de billonarios, que su propio Partido Demócrata rescató durante la Gran Recesión de 2008.
Es a esos mismos sectores sociales, pero los de tendencia conservadora, que Donald Trump ha seducido, usando como chivo expiatorio a los inmigrantes indocumentados y musulmanes. Pero Trump no es distinto de sus rivales, excepto en la torpeza de sus expresiones. Ted Cruz, Marco Rubio, Jeff Bush, John Kasich, Ben Carson y los demás apoyan políticas idénticas a las de Trump.
Sin embargo, los contrastes entre Bernie Sanders y Hillary Clinton son profundos. Clinton presenta planteamientos liberales moderados, cercanos al centro político, tal como lo hicieron Barack Obama y Bill Clinton. Sanders, por otro lado, abandonó el centro tradicional con propuestas verdaderamente izquierdistas, como las de una educación universitaria gratuita, un aumento significativo a las contribuciones de los billonarios y la división en pedazos de los grandes bancos.
Aún faltan muchas primarias y a Sanders le queda un enorme trecho que superar en su tortuosa ruta hacia la Casa Blanca. Marzo será decisivo con más de treinta primarias. Pero por ahora, Bernie es dueño del momentum electoral y continúaredactando páginas innovadoras en la política estadounidense.