Escrito por: Miguel Artime
Foto.- Sobre estás líneas, un escorpión de agua cazando a un crustáceo albino en Movile.
31 de mayo 2016.- Uno de los libros que marcó mi infancia fue El Mundo Perdido de Arthur Conan Doyle; en él se relata lo que los aventureros europeos descubren al explorar una meseta sudamericana de acceso casi imposible, gracias a lo cual ha permanecido aislada del resto del planeta desde tiempos inmemoriales. La imaginación del autor escocés puebla esa tierra amazónica de animales prehistóricos extinguidos en el resto del mundo, y confieso que su obra es lo primero que me ha venido a la mente al leer una noticia proveniente de Rumanía.
Los habitantes de una cueva rumana llamada Movile, situada a unos pocos kilómetros del Mar Negro, han permanecido aislados del resto del mundo durante cinco millones y medio de años. Ciertamente no hablamos de grandes bestias, como imaginó Conan Doyle en su meseta, sino de pequeños invertebrados como arañas, escorpiones de agua, pseudoescorpiones, centípodos, sanguijuelas e isópodos, pero aún así para los biólogos la cueva tiene un valor incalculable.
Descubierta en 1986, cuando Caucescu aún gobernaba la República Socialista de Rumanía, su hallazgo fue una cuestión de suerte, ya que no fue obra de los naturistas sino de los técnicos del gobierno, que buscaban suelo para la construcción de una central nuclear. Desde entonces su acceso está bloqueado por las autoridades, y únicamente puede accederse con un permiso especial muy cotizado, razón por la cual menos de un centenar de científicos han logrado visitar su interior.
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Sobre estás líneas un centípodo morador de Movile luciendo sus antenas extra-largas.
Por lo que puedo leer, el aire en las profundidades de la cueva está realmente viciado, solo contiene la mitad de oxígeno que el presente en el exterior, y es rico en dióxido de carbono y sulfuro de hidrógeno. Su interior, plagado de cañones verticales y de estrechos túneles de caliza, es negro como el carbón ya que hace 5,5 millones de años que la cueva quedó aislada de la luz.
A pesar de un ambiente tan duro, la cueva es rica en vida. Hasta el momento los científicos han logrado identificar a 48 especies de invertebrados, de las cuales 33 son únicas y endémicas exclusivamente de la cueva. Como era de esperar en un ambiente carente de luz, la mayoría de los habitantes de Movile son albinos y carecen de visión. Para compensar esta falta del sentido de la vista, un buen puñado de estas criaturas han desarrollado extremidades y antenas extra-largas, que les ayudan a palpar su entorno en la oscuridad.
Y por si el grado de exotismo no fuera suficiente, este ecosistema es uno de los pocos que se conocen basados en bacteria quimiosintéticas. En la mayor parte de los ecosistemas, en el nivel más abajo aparecen criaturas que obtienen su energía mediante la fotosíntesis, pero en la cueva de Movile, carente de luz, las bacterias necesitan obtener su energía y carbono mediante reacciones químicas tales como la oxidación del azufre o del amonio.
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Sobre estas líneas, una cochinilla albina habitante de Movile.
¿Cómo acabaron todas estas especies en la cueva? Para los científicos, como el microbiólogo J. Colin Murrell de la Universidad East Anglia, lo más normal es que las bacterias vivieran ya en su interior mucho tiempo antes de que la cueva quedara aislada. El resto de insectos, debieron de caer y quedar atrapados cuando el suelo calizo se desplomó sellando la cueva. La evolución hizo el resto.
Apuesto a que Sir Arthur Conan Doyle se habría visto fascinado por este extraño habitat subterráneo.