El amor como locura apetecida, y prosas desvaneadas sin ataduras

Escrito por Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)

El amor como locura apetecida y, prosas desvaneadas sin ataduras

Escrito por Enrique Cabrera Vásquez

Necesario preámbulo  informativo del autor. Martes 21 mayo 2013

 Foto del autor.- En mi púber adolescencia leí con avidez el libro El Arte de Amar, del alemán  Erich Frömm, así como las novelas  románticas María de Jorge Isaac, “Clemencia” de Ignacio Altamirano y “Amalia” de José Mármol; también,  El Lobo Estepario de  Hermann Hesse, además, La Vorágine  del escritor colombiano José Eustasio Rivera. Desde esa época le he dando seguimiento especial  a esta manifestación tan particular e intima  del sentimiento humano. Tiempos inolvidables  en que leíamos con entusiasmo competitivo a José Ingenieros, Ernest  Hemingway, William  Shakespeare,  José María Vargas Vilas,  José Martí,   Víctor  Hugo,  Miguel Ángel Asturias,  Pablo Neruda, Walt  Whitman,  Honoré  de Balzac, Edgar Allan Poe,  Benito Pérez Galdós, Pedro  Calderón de la Barca, Paul Jagot,  y las interesantes  vidas biográficas de Abraham Lincoln, George Washington,  Benjamín Franklin, Thomas Alva  Edison, Thomas Jefferson, Winston Churchill  y  John F. Kennedy, entre otros.

En consecuencia, sublevábamos nuestra imberbe curiosidad degustando con  exquisitez las fascinantes historias de Egipto, Roma, Grecia, China. Conocíamos sobre el Imperio mongol de Gengis Kan, cuyo dominio alcanzó una extensión máxima de 33.000.000  km², desde la península de Corea hasta el Danubio, y quien logró someter bajo su implacable autoridad a una población de más de 100 millones de personas.

Disfrutábamos las lecturas de la historia del imperio persa creado por Ciro el grande (550-530 a.C.), miembro destacado de los Aqueménidas, y que se inició a mediados del siglo V a.C.,  como consecuencias  de  las guerras médicas con los griegos; las épicas de Las cruzadas contra los musulmanes, desplegada guerras religiosas llevada a cabo por los cristianos durante la Edad Media para rescatar Jerusalén considerada por los cristianos «Tierra Santa».


La critica ponderación de la expansión y dominio árabe musulmán por casi ochocientos años sobre España produjo en 1993 aquel analisis del norteamericano Samuel Phillips Huntington, quien con un encendido y polémico artículo conceptualizó estos enfrentamientos políticos religiosos e históricos como Choque de civilizaciones. En su enfoque analítico el politólogo y profesor de Ciencias Políticas en el Eaton College y Director del Instituto John M. Olin de Estudios Estratégicos de la Universidad de Harvard, desarrolló la debatida teoría de que el mundo actual está compuesto «por múltiples civilizaciones en conflicto».  Estas  guerras devastadoras que han estremecido y puesto en zozobra a toda la humanidad  por el predominio de los intereses  sociales, político y religiosos de las partes en antagonismo, la mayoría de ellas  consideradas guerra injustas, se han caracterizados por una competencia de crueldad, falta de humanismo, vocación criminal de los lideres enfrentados en los  acontecimiento  de  cada  época,  con su secuela  de saqueo, destrucción, pillaje, exterminio, genocidios y toda clase de abusos y atropellos de las fuerzas enfrentadas ,  y  cuya encarnizada y fanática rivalidad de odio a muerte  lo ha llevado  a destruir más que a sus semejante hasta  la misma naturaleza.

EL filósofo francés Paul Ricoeur, considerado «intérpretes de la sospecha», y «hombre de todos los diálogos», desde una óptica hermenéutica  y con una carga de  nostalgia humanista, quizás agobiado por la apabullante realidad del mundo actual caracterizado por la  inhumana precisión del cálculo y que se manifiesta en «el triunfo de la máquina, del ordenador», nos formula sintagmas tendentes a interpretar los conflictos y choques de intereses religiosos,  políticos, geográficos, sociales, y culturales en que se debate la humanidad,  procurando la finitud filosófica de la conciencia desde un pensamiento que subvierta los extremos de la voluntad y de la razón. ¡Vaya ingenua sutilidad!

De igual manera, nos ilustrábamos culturalmente devorando  a los clásicos griegos y romanos expresada en esa obra inigualable  de  La Divina Comedia de Dante Alighieri,  considerada hoy  por esa  autoridad  literaria  universal,  el argentino   Jorge Luis Borges,  como la obra más perfecta de la humanidad;  también disfrutábamos la lectura  del  poeta romano Virgilio, autor de la Eneida, las Bucólicas y las Geórgicas, y quien  «desde una perfección estilística»  destaca las ilusiones y  sufrimientos de su época, narrándonos el suicidio por amor de  la reina, «tras la partida de su héroe Dido».

Nuestra imberbe imaginación amorosa  se deleitaba   leyendo al poeta del amor Teócrito, «cuya obra contabas las penas de amor de los pastores»».

 

Asimismo, leíamos, además, a  nuestra Aída Cartagena Portalatín;  a nuestros  Pedro Henríquez Ureña, Héctor Incháustegui Cabral, Manuel de Jesús Galván, Ramón Marrero Aristy, Antonio Zaglul Elmúdesi (Toñito), entre otros tantos  excelentes escritores dominicanos, al tiempo que recibíamos en las aulas de parte de nuestros  esforzados maestros y maestras  oportunas y atinadas enseñanzas  en torno a  la producción literaria  de los hermanos Gastón y Rafael Deligne, José Joaquín Pérez, y otros.
«Hay siempre un poco de locura en el amor. Más también hay siempre un poco de razón en la locura». (Friedrich Nietzsche).
«El sabio es sabio porque ama. El loco es loco porque piensa que puede entender el amor». (Paulo Coelho).
«El amor está sentado en el cráneo de la Humanidad, y desde este trono, el profano de risa desvergonzada, sopla alegremente redondas pompas que suben en el aire, como para alcanzar los mundos en el corazón del éter». (Charles Baudelaire).
Emmanuel Kant, proclamó que el sueño es “un arte poético involuntario”.
El amor como locura apetecida
 Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez
SAN PEDRO DE MACORIS.- Martes 21 mayo 2013.
«Por amor creó Dios al mundo». Es la más autentica y singular proclama onírica y poética  que se ha dado el género humano tratando de  entender  y explicar toda la vida. La humanidad desde su nacimiento le ha dado sentido protagónico al amor. En su nombre y por su causa hemos conocidos guerras espantosas y exterminios absurdos. Su presencia enigmática conmociona el alma y nos lanza hacia desafíos temerarios. Intrusamente invade nuestros interiores alterando el ritmo cotidiano de nuestra vida provocando ilusiones trascendentes en nuestros sentidos; cualitativamente  jerarquiza  nuestros  afectos por mágicas rutas de suspenso, emoción, alegría y entrega sustancial de nosotros mismos hacia el ser amado. Cuando el hombre percibió el sentimiento del  AMOR le dio sustancia poética a los latidos de su corazón  protagonizando de inmediato el valor de la pasión en su vida.  Entonces,  hizo del  amor un Altar Surrealista; caracterizado en utópicos proyectos de ilusiones, imaginaciones, inversiones, caprichos, ensueños; con una alta  carga de  incondicionalidad humana.Desde ese momento ha sido una de sus principales fuente de inspiración.
La llegada del amor le imprimió alcance  romántico  y estético  a las particulares relaciones  entre parejas. Su presencia se contrapone a  la insensibilidad, la apatía y el odio característico en seres  envilecidos por la morbosidad y la mezquindad de sentimiento. Desde que el hombre  alcanzó conciencia  lucida descubrió en el amor la trascendencia  emocional de la ternura, asumiéndolo en un íntimo  ritual  mágico  de satisfacción gozosa; disfrutando al máximo la  locura maravillosa que entraña su pasión devota. Desde una actitud provocativa, necia  e irrespetuosa muchos se mofan de este sentimiento humano tildando peyorativamente de  tontos e ilusos  a quienes creemos  en esta excelsa manifestación  trémula de los adentros del sentimiento humano. Nos persiguen desde una cultura  machista,  mediocre y ridícula; lanzan  agravios  insultantes que hieren la autoestima personal llegando al extremo ofensivo  de poner en duda la entereza masculina de los creyentes del amor. Nada más  estúpido,  desalmado y funesto. El amor engrandece el espíritu humano  poniendo   a prueba  su sensibilidad y vocación  altruista.

 

La literatura universal  nos presenta sensacionales manifestaciones poéticas y novelísticas  que recogen dramas y escenas de amor excitante  ocurridas en la vida real. El pensamiento literario y cultural ha sabido darle emotiva fuerza  sentimental a esos episodios desgargante. Versos y prosas  desfilan  alegres por nuestro recuerdo escenificando un festival metafórico conmovedor. Su lectura nos  reconforta y acrecienta en nosotros el valor  emocional del amor desbordando nuestra interioridad.  Sumergidos en un océano onírico de  emotivas pasiones navegamos contra todo vendaval tras su búsqueda desafiando cualquier peligro.

El éxito alcanzado ante el amor deseado propicia la libertad del alma atormentada por el flagelo del desdén. Culmina con ello  un ciclo de deseos y clamores angustiantes que durante largo tiempo nos quitó  el  hambre,  el sueño,  la concentración,  la tranquilidad de espíritu y hasta las ganas de vivir.

 El amor loco hace estrago en nuestro interior. Con radiante placer disfrutamos de su locura. ¿Cuál amor no es, pues,  poesía y locura?  « ¿Acaso no imaginas por qué de amor me muero?»  (Arthur Rimbaud).

 El amor libra una lucha incesante contra  la  naturaleza instintiva del hombre que  desde un primitivo interés de caza posesiva  va  por  la  hembra en procura del placer sexual sin ningún tipo de protocolo y miramiento social, semejante actitud  saca al hombre  de sus cabales empujándolo hacia desvaríos conductuales peligrosos.El amor transfigura e  importantiza nuestra autoestima. Tobogán divertido por donde se desliza ese torrente de  magia verbal  surgida del  fecundo manantial amoroso de  su  donaire.  Fantástico serafín misterioso que acuna el desvelo enardecido del ensueño fervoroso de su pasión. Fascinante duende encaminando nuestros pasos por la ruta prodigiosa de la esperanza. Jalonado por su seductor magnetismo explayamos efusivo un sentimiento de exterioridad excitante  inaudito. El poeta del amor Louis Aragón, novelista y ensayista  francés,  inspirado permanentemente  en el amor de su esposa Elsa Triolet (Les Yeux d’Elsa), proclamó con éxtasis poético : «Dirá alguien que un hombre / no debe exponer su amor/ en la plaza pública». «Yo responderé que un hombre / no tiene nada mejor, más puro y más digno de ser perpetuado, que su amor»…
 «Dirá alguien que un hombre / no debe exponer su amor/ en la plaza pública».
«Yo responderé que un hombre / no tiene nada mejor, más puro y más digno / de ser perpetuado, que su amor»… André Bretón y Paul Edward, ambos  surrealistas,  categorizaron  desde  una peculiar tesitura  filosófica y lucido optimismo sentimental  que,  el amor es, pues, poesía. Y así es efectivamente. La magnificencia sustancial  que implica el amor lo eleva por  los  privilegiados peldaños de la poesía. Solo desde un prisma poético podemos descifrar y ponderar en sus amplias  y alta manifestaciones esa  oblicua  obsesión patética que nos envuelve en un mundo de deseo insatisfecho, «…que nos embota hasta la idiotización». El verdadero amor nos eclipsa con desbordado entusiasmo. Subvierte  la inasequible fantasía de nuestro anhelo; importantizándonos para doblegarnos esclavizados a su mandato supremo,  posesivo. Su vasta  energía nos carga de  honda inspiración más allá de nuestras humanas posibilidades. Desde un auto-masoquismo placentero  nos desahogamos  en  vesánicas  proclamas exuberante y  rimbombante expresadas en floridas palabras poéticas. Desde una singular  perspectiva artística los poetas han versificado el amor en la conciencia de la humanidad.

«Samuel Feijoo y Andrés  Bretón llamaron «amor loco» a un amor producto del azar, encuentro a la vez fausto e infausto, que une el vértigo y el estrago, y que, como lo dice en ciertos versos Bretón,  «adora tu sombra venenosa, tu sombra mortal».»


El amor como catalizador del drama humano  aparece reflejado en las tragedias griegas de Homero, Hesíodo, Sófocles, y Esquilo, Los versos contentivo   en  La Ilíada y La Odisea del trascendental Homero nos narra con sentido épico la guerra de Troya, a causa de  la  fuga  por amor  de Helena de Esparta con el príncipe Paris de Troya.
El amor como catalizador del drama humano  aparece reflejado en las tragedias griegas de Homero, Hesíodo, Sófocles, y Esquilo, Los versos contentivo en  La Ilíada y La Odisea del trascendental Homero nos narra con sentido épico la guerra de Troya, a causa de  la  fuga, por amor, de Helena de Esparta con el príncipe Paris de Troya.

Sófocles con sus versos  patéticos nos lanza a la espectacular imaginación con su drama Antígona o Edipo Rey. Esquilo el fundador del género de la tragedia griega, colectivizó en la lírica coral el canto pasional.


El héroes de las batallas de Maratón y Salamina, «reflejó la sumisión del hombre a un destino superior  incluso a la voluntad divina, una fatalidad eterna que rige la naturaleza y contra la cual los actos individuales son estériles, puro orgullo  abocado al necesario castigo». 
Eurípides, el devoto amigo de Sócrates, y aventajado alumno de Anaxágoras de Clazómene, Protágoras, Arquelao,  Pródico  y Diógenes de Apolonia, centró su drama poético en las pasiones humanas, la venganza, el amor, la fidelidad, y el sacrificio. El patetismo griego contribuyó  a  universalizar un sentir  poético   por  las  pasiones humanas. Expresión clara del alcance  estelar del amor en la conciencia humana. 
En  Romeo y Julieta (1597) William Shakespeare (1564-1616) con una mezcla entusiasta de versos y prosas nos narra la conmovedora  tragedia  del amor prohibido de dos jóvenes enamorados hasta la muerte suicida.  El genial Dramaturgo y escritor inglés hace de esta popularizada obra una apoteosis metáforas del amor. «El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen».

 Denis de Rougemont (1906–1985) sentenció alborozado «La perfección del amor es morir por amor.» En Amor y Occidente Denis proclamó, «el amor pasional es casto y sólo puede realizarse en la muerte…En una relación pasional sólo importa la pasión, nunca el Otro». «Son pasionales los amores de Werther, de René, de María, y de miles más en la literatura universal» (Andreas Kurz).

El frenesí del sentimiento amoroso solivianta los interiores del alma con un entusiasmo inusitado. Un culto  volcánico se apodera de los sentidos en un vaivén de fantasías e ilusiones estupendas. La algazara exuberante de su festivo estío protagoniza la esperanza frente a la frustración. Ante la cosecha del  desdén acudimos  despechados al arsenal  melodioso de los  bardos que con elegancia artística   glorifican  el amor en estos «tiempos de cólera». Ya lo proclamó   Terencio, «Hombre soy; nada humano me es ajeno».

 

Charles Baudelaire le  canta  trémulo  en la magia de sus  poemas. Enfervorecidamente lo atiza con  orgullo desafiante; lo enarbola altanero, su musicalización poética justifica el dolor ante  el desdén sufrido; nos reafirma para continuar por el calvario de propuesta  compensada por el obstinado rechazo ruin que aflige el alma. Nuestra ingenuidad visceral nos empuja a seguir tras su búsqueda  más allá de la prudencia y la realidad. 

El autor de Las Flores del Mal, nos sentencia… «Mi destino, desde ahora mi delicia, / Como un predestinado seguiré, / Condenado inocente, mártir dócil / Cuyo fervor crece en el suplicio. / Para ahogar mi rencor apuraré / El nepentes y la cicuta amada / Del pezón delicioso que corona este seno / En el que nunca hubo un corazón». Sus versos musicalizan la ruta aciaga de su persecución.

 «…Y a la vuelta, Amor… convirtamos, en las alfombras / De los caminos salvajes y oscuros,  ¡En un astro sólo nuestras dos sombras!… (Florbela Espanca).

El amor ha sido la musa fosforescente que ha tenido el hombre para exteriorizar  la ternura de su corazón. Laureados y señeros poetas como  Rubén Darío, Pablo Neruda, Charles Baudelaire, Octavio Paz,  Mario Benedetti, Jorge Luis Borge, Ramón de Campoamor, Charles Bukowki,  José de Espronceda, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Miguel Hernández, Víctor Hugo, José Martí, Rimbaud, Jean-Paul, Lautréamont, Aloysius Bertrand, Achim D’Armin, Kleist, Novalis, Büchner, Pétrus Borel, Florbela Espanca, entre otros tantos estupendos arquitectos de sueños deslumbrantes, le cantaron y eternizaron en el hondón del alma humana.

«…Y a la vuelta, Amor… convirtamos, en las alfombras / De los caminos salvajes y oscuros,  ¡En un astro sólo nuestras dos sombras!… (Florbela Espanca).« ¿Qué ser vivo, dotado de sentidos, no ama».
«…Su sola presencia abre la maravilla de los imperios del mundo…». (Novalis).
«…Y cuando tú no estás / Sueño que duermo sueño que sueño…»

 

«…El sueño ha apresado la huella / Y el color de tus ojos….»«…Al alba te amo la noche entera en mis venas / La noche entera mirándote / Teniendo que adivinar todo seguro de las tinieblas / Que me conceden el poder / De envolverte / De agitar tu deseo de vivir / En el seno de mi inmovilidad / El poder de revelarte / De liberarte de perderte / Llama invisible en la claridad.» (Paul Éluard).

El poeta francés  Aloysius Bertrand (1807 1841) en su  colección de poemas Gaspard de la nuit, exclama. « ¡Ah! Todos tenemos en el pasado un día de felicidad que nos desencanta el porvenir».


Disfrutamos  el ensueño del amor fantaseado.  Es la negación  del llamado amor «real»  y «convencional», ese que  en el fondo no es más que conveniencias, cumplidos, formalidades,  fingidos y negocios; un amor utilitario sostenido  por una competencia de hipocresía y poses;  simulación y traición; compromiso comercial,  mentiras y engaños. 
El amor ilusionado, fantaseado y soñado desde un anhelo que tienda a llenar el espíritu,  es potencial garantía de fidelidad, lealtad, respeto  y responsabilidades personales y familiar es. Es un real  amor sincero surgido de la fusión de caprichos y  encantos compartido. Es un amor diáfano apoyado en la autenticidad  de los  sentimientos. Votiva unión de primaveras en un mundo mercurial e indolente invadido por oportunistas. Desfile de ilusiones, baile de flores; lluvias de colores,  ternura, amplia sonrisa  sin límites y entrega encantada. Un amor sin escapada exhibido y mostrado al mundo con orgullo y desafío  bajo una luna clara,  indiferente ante   miradas  sorprendida  por  un loco amor de loco.

El español Ignacio Román, considerado maestro de la copla, compuso, «Apuesta por el Amor»,  sentida canción interpretada  magistralmente por la Faraona Lola Flores,  esta pieza emblemática  expresa  con una mezcla de sentimiento popular  y reflexión austera llevada  a todos los ámbitos sociales  la vocación melodiosa que tiene el amor  en el sentimiento humano.  He aquí su letra: 
«Apuesta por el Amor»Tú,
que has apostado fuerte por la vida,
que has puesto el corazón en cada instante,
tendrás que aconsejarme…Da,
por cada desengaño una sonrisa;
sigue poniendo el alma por delante
y, nunca te acobardes.Tendré que renacer cada mañana,
vestirme de colores
con ilusiones nuevas.

Y aún así, si la cosas no están claras,
levanta tus canciones y niégate a las penas…

Apuesta por el amor, amor, amor,
Amor, amor;
porque la vida sin amor,
no es nada.

Apuesta por el amor, amor, amor,
Amor, amor;
no le cortemos, por favor,
las alas…

La certidumbre de nuestro pensamiento nos hace recordar al dramaturgo español Calderón de la Barca, cuando exclamo con signos de interrogación: “Qué es la vida y se contestaba: “un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

 «Dale vida a los sueños que alimentan el alma, / no los confundas nunca con realidades vanas. / Y aunque tu mente sienta necesidad, humana, / de conseguir  las metas y de escalar montañas, / nunca rompas tus sueños, porque matas el alma».«Dale vida a tus sueños aunque te llamen loco, no los dejes que mueran de hastío, poco a poco, no les rompas las alas, que son de fantasía, / y déjalos que vuelen contigo en compañía».

«Dale vida a tus sueños y, con ellos volando, tocarás las estrellas y el viento, susurrando, te contará secretos que para ti ha guardado / y sentirás el cuerpo con caricias, bañado, / del alma que despierta para estar a tu lado».

«Dale vida a los sueños que tienes escondidos, descubrirás que puedes vivir estos momentos con los ojos abiertos y los miedos dormidos, con los ojos cerrados y los sueños despiertos» (Mario Benedetti).
 
Prosas desvaneadas sin ataduras Convocando alegría

Lluvias de colores,
desfile de arcoíris convidando al Sol,
convocando alegría en cada despertar;
fiestas de corazones convocando al amor,
dulces miradas ofertadas en cada tiempo estacionario,
en cada paso de optimismo.
en cada gracia graneada de la vida.
Los colores del amor tienen toda la luz del mundo,
todo el entusiasmo humano,
se desplazan en cada ternura socorrida,
en cada promesa de bien.


En tu reino de sueño 

 
En tu reino de sueño
quiero encontrar los anhelos de mi vida,
reluciente, primorosa.
Carga contra mi fatiga,
cúbreme con tu claridad,
péiname con tu gracia.
Déjame andar sobre tus pasos,
saciar la avidez de mi ilusión
escuchar la melodía de tu corazón,
aquí,
bien cerca de mí,
junto a ti.
Que se quede el tiempo ahí,
sin andanzas,
en una sola primavera,
sin más allá,
ni nada atrás,
solo tú y yo,
sin más humanidad,
con nuestro amor.

OTROS TEMAS LIRICOS POETICOS  DEL AUTOR:Poema. Que hay en ti mujer

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Por tu sendero de encanto

http://elcolosodemacorix.blogspot.com/2013/05/por-tu-sendero-de-encanto.html

Poesía. Don José Hazim Azar. Hito de  reciedumbre
 
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