Larissa
…Te encontré en una sola lágrima que se escapaba del cielo, deslizándose por mi rostro como el alivio de un suspiro entre odas de cenizas, cuando la muerte me embistió pretendiendo convertirme en un ser de lejanías
Washington Irving, escritor estadounidense, uno de los creadores del género de la novela breve, me dijo: “…Hay algo sagrado en las lágrimas. No son señal de debilidad sino de poder. Son las mensajeras de una pena abrumadora y de un amor indescriptible…”.
Escrito por: José-Dorín-Cabrera
En algunos días de junio de este año, mi vida cabalgó sobre el lomo de la profundidad de la superficie del ocaso. En el borde del abismo que deseaba mi inexistencia, no te imploré que me salvaras a sabiendas del poder de tu fuerza mágica divina, sólo me aferré a tu recuerdo y a mi memoria que, entre brumas, ahí estabas tú en una sola lágrima que se escapaba del cielo, deslizándose por mi rostro como el alivio de un suspiro entre odas de cenizas, cuando la muerte me embistió pretendiendo convertirme en un ser de lejanías. De pronto, creí escuchar el aviso de salida del buque como si fuera un prisionero que se aleja indiferente de las puertas del puerto, y de las orlas de pañuelos, que llueven pedazos de tristezas diciéndole adiós a la vida y al viento. Washington Irving, escritor estadounidense, uno de los creadores del género de la novela breve, me dijo: “…Hay algo sagrado en las lágrimas. No son señal de debilidad sino de poder. Son las mensajeras de una pena abrumadora y de un amor indescriptible…”.
En esas horas, sentí el extraño deseo de encontrarte como náufrago desesperado, así como arriban los rumores de las embravecidas olas del mar cuando lanza sus espumas cansadas y blancas, y ya mansas, sobre la orilla como arañando la piel ajada de las rocas. Aquellas noches de esos días de junio, yo era un triste sueño entretejido de lunas que escapaba desde las profundidades del tiempo.
Alucinado por el fin vi que el sueño eterno es un peregrino sobre los rieles del alma, antes de ausentarse del cuerpo, y durante ese peregrinar el alma queda imantada por nuestra memoria que es la forma onírica de volver a soñarla, arando ruinas desnudas que pretenden encontrar retazos de tiempos perdidos.
A las puertas de mi inexistencia me asaltaron mis recuerdos, y tú te alzabas en vuelo alto como el mar en las madrugadas cuando se torna en un “pez emplumado” pretendiendo erguir mi esperanza muerta. Dormía sin soñar, más soñaba profundo, y al despertar, mis labios musitaban …esos recuerdos son nuestros vínculos sagrados como un mismo sol con idénticos latidos cuando nos amanece a todos…
Aun en mi desconsuelo, en medio de aquella vasta penumbra de esos días de junio de verdades horrendas, te echaba de menos, y pensaba que tu alma está de más en el cielo desde hace veintidós años, porque mi vida no ha sido la misma desde que tú no estás.
Ya casi dormido para siempre, te esperaba. Porque para mí tú no morirás nunca y al regresar de ese grave episodio de salud de mi vida, con mi rostro despeñado y peregrino y apenado ante tú vacío devorador, me puse a hilar los misterios de tu prolongada ausencia que solo vive en las pupilas de mi ser.
En aquel “cuidado intensivo”, que era un río con su cauce de aguas de quimeras en un laberinto de soledad y de miedo, buscaba un anhelo, para escuchar pedacitos de esquirlas de mi imaginación y oír una esperanza del aura del susurro de tu voz. Así pensaba alejar mis angustias al creer que te escuché cuando ya casi me despedía de ti, con el temblor de los salmos de las alas litúrgicas del ceremonial del adiós, hasta el más largo adiós, ante la emboscada del ocaso.
Aunque sé que tú no me olvidas nunca, porque mi recuerdo por ti perdura como el dolor grande que sufro y lloro por esa incesante ausencia tuya. En la lírica de estas reflexiones, solo busco -humildemente-un cobijo donde uno no posee más vida que lo que tiene escrito como argumento de esa novela que es la existencia, antes que el rayo de la aurora con sus ojos cadenciosos y las azucenas despiertas por enormes gotas de lluvias, comiencen a rasgar la herida de un otoño seducido por los débiles cantos de alondras.
Las lluvias de estos días caminan llenándose las manos de cielo, recostada de los lazos de la ternura, y en medio de ellas, eres, Larissa, una llama melódica que, a los veintidós años de tu partida, aun arde en nuestros sentimientos como un estado del alma cual estrella que brilla y emerge de los escombros. Aunque hoy es un año más, te encontramos a faltar como si fuera el primer día. Porque no nos olvidamos de olvidarte.
Porque cuando un día como hoy, cinco de noviembre, te llevamos a tu morada infinita como aprendices de muertos, sembramos tu voz marchita de rosas y girasoles en la carne del viento para que naciera un árbol de canciones colgado del cielo, y desde él, desprendieras el aroma de hermosos versos antes del alba vestida de frutas y optimismo.
Hoy es un día cinco de noviembre y veintidós años después, aun te espero herido por la enorme herida que vive en mi ser junto a tu ausencia, con mi cabeza ya como un bohío musitando este otoño como en la primavera de un amanecer.
Foto de José-Dorín-Cabrera,autor del presente escrito
Homenaje a la Santa, Larissa Alexandra Cabrera Almonte, de su mamá Milagros Almonte, de sus hermanas Liza y Melissa Cabrera Almonte, de su cuñado Luís Castillo, de sus sobrinos Lucas José, Liamn José, Louiex José Castillo Cabrera y de su papá José-Dorín-Cabrera
5 de noviembre 2016