Foto de Archivo del Consejo de Seguridad de la ONU.
TRÍPOLI, viernes 19 de mayo 2017.- . Al menos 145 personas murieron este viernes en un asalto de las fuerzas afines al Gobierno de unidad sostenido por la ONU a una base militar en el sur de Libia controlada por soldados leales al mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte del este del país, informaron fuentes castrenses.
Según el coronel Ahmad al Masmari, portavoz del Ejército Nacional Libio (LNA), que lidera Hafter, entre las víctimas hay también civiles que trabajaban en la citada base, situada en pleno desierto libio.
“La mayor parte de los soldados iban desarmados. Volvían de participar en un desfile militar cuando fueron emboscados y en muchos casos ejecutados”, explicó.
Las sospechas de la masacre recaen sobre la llamada “Tercera Fuerza”, una milicia controlada por la ciudad estado de Misrata y aliada del ministro de Defensa del gobierno de unidad sostenido por la ONU en Trípoli, Al Mahdi al Barghati, antiguo socio de armas de Hafter y actualmente su enemigo más enconado.
La referida milicia, desplazada al sur para evitar que el citado mariscal avance y conquiste el estratégico oasis de Sebha, capital del sur de Libia, anunció anoche que había emprendido una ofensiva contra la base de Brak al-Shati.
Ante la gravedad de las informaciones, el gobierno en Trípoli, que lidera Fayez al Serraj, ha ordenado abrir una investigación y al parecer ha suspendido de sus funciones a Al Barghati hasta que se conozca lo sucedido, pese a que este ha condenado la presunta masacre y declinado cualquier responsabilidad.
La acción ha sido denunciada, igualmente, por el enviado especial de la ONU a Libia, Martin Kobler, quien se ha mostrado “horrorizado” por la muerte de civiles y pedido contención a las partes enfrentadas.
Aun así, Aqila Saleh, líder del Parlamento de Tobruk -única institución libia que conserva el pleno reconocimiento internacional- ha revelado que ha pedido a las fuerzas bajo el control de Hafter que “adopten las medidas necesarias para defender el sur y limpiarlo de milicias ilegales”.
El mariscal, que controla también los grandes recursos petroleros del este del país, lanzó a principios de abril una ofensiva para tratar de conquistar el oasis de Sebha, el mayor núcleo urbano en el suroeste de Libia.
Dueño del este del país, su objetivo es apropiarse de los campos de petróleo del sur y desde allí encerrar en el oeste al gobierno de unidad sostenido por la ONU y presionarle al máximo hasta que entregue la capital.
La ofensiva comenzó con un ataque a la base aérea de Tamenhant, sede de la “Tercera Fuerza”, que parece haberse ahora cobrado la venganza.
Libia es un estado fallido, víctima del caos y de la guerra civil desde que en 2011 la OTAN contribuyera a la victoria de los rebeldes frente a la larga dictadura de Muamar al Gadafi.
En la actualidad, dos gobiernos se disputan el poder apoyados por distintas milicias: uno sostenido por la ONU en Trípoli y otro en el este bajo la ascendencia militar de Hafter, un antiguo miembro de la cúpula militar que aupó al poder a Al Gadafi y que años después, reclutado por la CIA estadounidense, devino en su principal opositor en el exilio.
El controvertido mariscal tiene en la actualidad abiertos otros dos frentes de guerra en el país: uno en la ciudad de Derna, primer bastión de los grupos yihadistas que gracias a la anarquía han proliferado en el país.
Y otro en Bengazi, capital del este del país y segunda ciudad en importancia de Libia, que mantiene bajo fallido asedio desde mayo de 2014.
Sebha, oasis en el que conviven diversas tribus tuareg, disfruta de un alto valor estratégico, ya que además de ser clave para la producción de petróleo en el oeste de Libia, es la puerta de entrada del contrabando de comida, armas, personas y combustible, negocios que cada año mueven miles de millones de dólares.