Fuente Yahoo en español.
CÓRDOBA, miércoles 24 de mayo 2017.- Julia y Cristina son madre e hija. Las separaron el mismo día en que la beba nació, el 8 de octubre de 1974, y se reencontraron hace unos meses. La historia es sólo una de las que surgieron en una clínica ilegal donde una partera atendió y traficó con niños durante tres décadas.
Mafalda de Journade, alias «la Maldita», atendió en su casa del barrio General Paz de Córdoba entre 1959 e inicios de los 90; murió dos décadas después.
Hace tres años se formalizó el grupo Herman@s y Madres del Alma, que hoy integran 52 personas (20 son mamás en busca de sus hijos) que tienen en común haber parido o nacido en esa casa. De las reuniones también participan familias que recibieron sus chicos a partir de ese esquema, creyendo que habían sido abandonados.
Julia fue la segunda mamá que llegó y contó que había tenido un varón en la casa de Mafalda. Era joven -hoy tiene 61 años- y cuando sus padres, en febrero del 74, supieron que estaba embarazada, la echaron de la casa; su novio la dejó. Decidió dejar el paraje santiagueño para vivir en la capital cordobesa.
Un cartel de una agencia de empleo ofrecía trabajo «sólo a mujeres embarazadas»; le pareció la salvación. Hacía tareas domésticas en una casa de familia; cuando empezaron los dolores de parto la llevaron a lo de Journade. Salió de allí muy mal, «casi muerta», y sin su bebe. «Aunque le aseguraron que la criatura había muerto, Celia -una mujer que trabajaba ahí- le dijo al oído que no llorara más, que se la habían llevado a Buenos Aires», cuenta a la psicóloga María Gracia Iglesias, madrina de Herman@s y Madres del Alma y empleada de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación delegación Córdoba.
Dos meses estuvo Julia internada en el Hospital de Clínicas; cuando se repuso le notificaron que había quedado estéril. «Journade le robó a todos sus hijos», describe Iglesias. Regresó a la clínica clandestina, pero nunca la recibieron. Hizo la denuncia, pero la investigación no prosperó.
Con cartas en medios de comunicación y a través de las redes sociales siguió buscando a su hijo, convencida de que era un varón. Por Facebook dio con Herman@s y Madres del Alma. Con la fecha de nacimiento y el nombre de Journade buscaron en el Registro Civil de Córdoba; ese día con la firma de la partera sólo había una nena.
El apellido con que estaba anotada era el de la familia apropiadora. Un año y medio llevó encontrar a Cristina, que vive en Ituzaingó (Buenos Aires). Fue posible por la colaboración del Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba, que abrió sus puertas a estas búsquedas.
Estuvieron de un lado a otro 18 meses hasta que la encontraron. Cristina sabía por su familia de crianza que su mamá la había abandonado. «Quería buscarla, pero no tenía más datos, no sabía a dónde ir. Quiero saber si tengo hermanos.» Fue lo primero que le dijo a Iglesias.
Con la autorización de Julia para hacer el ADN, Cristina dio su consentimiento. Hasta entonces las dos sabían de una «posibilidad» abierta. Los análisis corroboraron las sospechas. El día que se vieron por primera vez se dieron un abrazo, lloraron y Cristina le dijo a su hija «te presento a tu abuela». Conoció también a su papá y a sus hermanos paternos. «De estar sola con sus hijos pasó a tener una familia», indica Iglesias.
Advierte que deben existir cientos de casos parecidos; en el grupo los hijos no los quieren judicializar (aunque el delito por violar el derecho a la identidad es imprescriptible); si las madres hicieran las denuncias el proceso no avanzaría porque el robo de hijos caduca a los 10 años.
Journade estuvo presa tres años por una condena de siete por practicar abortos. La Justicia -aunque ella declaró que había vendido a esa beba por nueve millones de pesos en el 77- nunca la investigó por tráfico de bebes. Soledad Piñeiro, la hija de la mujer que murió en ese parto, encontró a sus hermanos el año pasado. Como la inhabilitaron para ejercer, después del 77 no firmó más partidas, con lo que las búsquedas se complican.