Apuntes histórico. Memoria de una militancia pública pulcra

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

PRIMERA PARTE

Nota: esta es la primera parte del libro contentivo de mis memorias que pronto pondré en circulación. El título es: Apuntes histórico. Memoria de una militancia pública pulcra

San Pedro de Macorís, domingo 17 diciembre 2017.- ¿Dónde me siento? Pregunté al entrar a la pequeña oficina donde operaba la unidad del Servicio Secreto (SS) de la policía en la ciudad de San Pedro de Macorís. La respuesta fue un bofetón sobre la oreja derecha seguido de una lluvia de pescozones, bofetadas, patadas y empujones. La sesión de torturas de parte de los verdugos del Servicio Secreto (SS) encabezado por el sargento Williams había comenzado. Minutos antes había sido detenido en el parque Duarte de San Pedro de Macorís por agresivos agentes secreto de la policía balaguerista. Era el día de Navidad, 25 de diciembre de 1969. Esa mañana salí de la casa donde mi padre me había refugiado, (donde Guarina una hija suya de crianza. Buena mujer), la vivienda estaba ubicada en el sector La Planta, prohimo al barrio Placer Bonito. Desde meses atrás la policía de la ciudad desplegaba esfuerzo por atrapar a los hermanos mellizo Cabrera Vásquez (Alberto y Enrique) bajo la sospecha de ser activistas revolucionario y comunista. La verdad es que ya en diciembre de 1965 había sido aceptado en una célula de simpatizante organizado en el Movimiento Revolucionario 14 de Junio (1J4). Nunca he olvidado aquel día jubiloso de mi adolescencia, apenas tenía 14 años, era el domingo 19 de diciembre, pues ese día cercaron y atacaron al coronel Caamaño en el hotel Matum de Santiago.

Cuando pregunté al entrar a la pequeña oficina del SS donde me siento lo hice porque noté al ingresar a la misma que salvo una silla rustica colocada detrás del visible degaste del escritorio no había ningún otro inmueble en el lugar. Mi pregunta fue automática, quizás instintiva o por decir algo. Todavía al recordar aquel episodio de mi vida juvenil del 25 de diciembre de 1969 no atino a explicarme porque hice aquella pregunta, quizás absurda. En medio del azote que me propinaban los verdugos del SS irrumpió de manera violenta el comandante policial de la plaza, el represivo coronel Inirio Pérez Naut, quien sin reparar ante nada ni nadie se unió al grupo entrándome a patadas. Entonces caí al piso boca arriba y el corpulento coronel arreciaba sus andanadas de patadas mientras vociferaba «grita ahora abajo el gobierno, maldito comunista»…

Inesperadamente el sargento Williams se interpone frente al coronel, abre los brazos y dice en voz alta, «pare coronel, pare, que va a matar al muchacho.» Inirio Pérez Naut se detuvo jadeante mira al grupo de policía y sin decir palabra alguna sale con la misma rapidez que entró de la oficina. Yo tenía apenas 17 años de edad.

Durante la sesión de golpes que ellos llamaban «interrogatorio» los agentes del SS me hacían preguntas a gritos. Vociferaban que delatara a mis compañeros, me preguntaban por el paradero de mi hermano gemelo Alberto Enrique. Yo le decía que no conocía a nadie y que simplemente era un estudiante. Cada porrazo y maltrato que recibía sobre mi cuerpo lo respondía lanzando una descarga de coléricos improperios insultante contra mis verdugos. Le vociferaba cobardes, abusadores, asesinos, con toda mi fuerza de voz. Nunca le demostré cobardía ni miedo. Mi comportamiento desafiante posiblemente llegó a impresionarle. Quizás esperaban la normal reacción de un muchacho asustadizo, llorón, gritón, intimidado ante su poder represivo. Mi comportamiento valiente al parecer influyó para que el sargento Williams ordenara el cese de los azote. Entonces me llevaron a una celda donde me encerraron.

Ya en la celda, cada rato se apersonaba algún que otro agente o oficial policial llamandome a la puerta por un hueco cuadrado que tenía la misma, por donde le pasaban los aliementos a los detenidos, cuando me asomaba por el mismo vehia el rostro de quien me llamaba, quien decía en tono de amenza, que era para conocerme, para ver mi rostro, el rostro de un comunista al que matarían sin contemplaciones cuando lo vieran en la calle.

Cuando recibía las andanadas de pescozones, bofetadas y demás violencia me inflaba de valor recordando la lectura del libro «Reportaje al pie del patíbulo», que leí por primera vez finalizando el año de 1968, escrito en las ergástula de la Gestapo alemana por Julius Fucik, militante comunista, periodista y escritor checoslovaco, (23 de febrero de 1903, asesinado el 8 de septiembre de 1943 en Berlín, Alemania), quien soportó durante meses crueles torturas de manos de la Gestapo alemana antes de ser ejecutado durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial. La forma heroica como éste firme militante revolucionario resistió y soportó las torturas era para mí en esos angustiados momentos un aliciente de valor en medio de aquella difícil situación. Cuando me encerraron en una celda fétida, sin baño, sucia, asquerosa no apta para ningún ser humano, invoque íntimamente algunos pasajes del libro arriba mencionado: «Amaba la vida y por su belleza marché al campo de batalla». «… Lo repito una vez más: hemos vivido para la alegría; por la alegría hemos ido al combate y por ella morimos. Que la tristeza jamás vaya unida a nuestro nombre…» era una de las tantas frases que recordaba de aquel mártir inolvidable.

(Otras importantes obra que devoré con sumo entusiasmo durante mi febril militancia juvenil, epoca inolvidable de esplendor combativo, y que servían de sustento en nuestras convicciones ideológicas y políticas fueron, La Madre de Máximo Gorki, Así se Templo el Acero, La Joven Guardia, «Vivir como él» que es la historia del héroe y mártir vietnamita Nguyen Van Troi, fusilado luego de ser sometido a crueles torturas en 1964. Cinco mujeres contra el Zar por Bárbara Alpern Engels, Una Gestapo en América de Juan Isidro Jiménez Grullo, entre otros libros de motivación ideológica).

El valor ideológico y el apego a principios políticos de bien constituyen una fuerza psicológica y moral que nos permite soportar las embestidas despiadadas y cobarde del enemigo. Desde que aquel pequeño librode Fucik cayó en mis manos se convirtió en mi potencial referente para afrontar cualquier contingencia devenida de la lucha política revolucionaria. En consecuencia, leí y releía varias veces el libro al que hago referencia. Su lectura constituía una herramienta ideológica que nos fortalecía anímicamente el espíritu combativo de militante. El valor ideológico proporciona una fuerza moral inconmensurable.

La mañana de mi detención me movía en su automóvil recién adquirido el entonces joven abogado Daniel Mejía Castillo quien años más tarde, en 1990, alcanzaría la senaduría de la provincia de San Pedro de Macorís por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Daniel era pariente cercano del comandante constitucionalista Pichirilo (Ramón Emilio Mejías del Castillo), quien fue asesinado el 12 de agosto de 1966, al mes y 13 días de iniciarse el periodo represivo y criminal de los 12 años del Partido Reformista. Joaquín Balaguer se juramentó como presidente el primero de julio de 1966. Pichirilo había adquirido fama por ser el capital de la embarcación El Granma que llevó a los expedicionarios del Movimiento 26 de Julio a Cuba en 1956, liderado por el joven revolucionario Fidel Castro Ruz, quienes se internaron en la Sierra Maestra hasta bajar triunfante en enero de 1959. Tras más de tres años de lucha armada revolucionaria.

Quizás mi condición de menor de edad y de que estábamos en periodo navideño favoreció que fuera liberada la tarde del siguiente día de mi detención, el 26 de diciembre de 1969.

La tarde del 26 de diciembre me condujeron al despacho del coronel Inirio Pérez Naut. Allí estaba sentado en un sillón giratorio frente a un escritorio. Inmediatamente inició un discurso de intimidación y amenazas, dijo que el Presidente Balaguer era flojo con los comunistas, que los guardias y policía deberían tomar el control absoluto de las cosas como única forma, según él, de acabar con la amenaza comunista.

Mientras pronunciaba sus palabras, el alto y corpulento coronel, con más de 6 pie y unas 200 libras, con ganada fama de represivo, comenzó manipulaba un hilo de gangorra que tenía entre sus manos diciendome: «aquí hay tres nudos, nosotros tenemos dos, el poder y las armas, y el tercer nudo, que son ustedes, carece de fuerza para vencernos, tú eres muy joven, un muchacho, te aconsejo que te aleje de los comunistas, que te dedique a estudiar, ya nosotros te conocemos, ya te fichamos y donde quiera que te mueva y te metas te vamos a coger, y la próxima vez no te va a salvar nadie. Despáchenlo, estamos en Navidad, entrégaselo a sus familiares».

Fui conducido a lo que llaman «casa de guardia» en la parte baja del edificio policial, allí borraron mi nombre de la lista de detenidos. En el lugar estaban esperándome mi padre, Antonio Cabrera mejor conocido por el sobre nombre de Miquerido, un hombre bueno en todo el sentido de la palabra, honesto, decente, respetuoso, con amplias relaciones sociales, pero también un hombre conservador, que no se metía en nada que pudiera perjudicarlo. Junto a mi padre había dos amigos de él y otro familiar mío. Mi padre llegó al cuartel policial en un vehículo de un amigo y en el mismo salimos rumbo al sector Los Cuatro Camino donde vivía mi tía y madrina Rosenda Vásquez (Rosita), una mujer muy atenta y solidaria con su familia.

Después de pernoctar durante un rato en la casa de tía Rosa nos trasladamos a mi residencia materna. Al llegar allí el ambiente se convirtió en festivo, alegría y celebración de mi madre, hermanos y vecinos por mi excarcelación.

Al momento de mi detención estaba organizado en el Partido Comunista Dominicano (PCD), mi militancia en el 1J4 (el histórico catorce de Junio) estaba pasiva desde finales de 1967, la represión y la lucha interna había reducido la continuidad política organizativa, los orientadores originales se habían marchado de la ciudad, el camarada Maya Pagan, quien residía en el sector Los Cuatro Camino, se había replegado por razones de seguridad y trataba de evitar contacto alguno con cualquiera que oliera a izquierdista; los compañeros Calin Castellano y Ramón Troncoso se sumaron a lo que se llamó Línea Roja del 14 de Junio, nombre faccioso que se dieron un grupo de dirigentes del 1J4 tras su regreso de China Comunista en 1967. Ingresé al PCD en 1968 a través de un tal Luis Tutuya quien en 1971 desertó y se metió a la Banda Colora donde se dedicó a perseguir, reprimir y hasta participar en la ubicación y asesinato de militantes de izquierda. Se le sindica como la persona que ubicó al dirigente del Movimiento Popular Dominicano (MPD) Roberto Figueroa (Chapó), quien fue asesinato por la policía balaguerista en pleno día una mañana en la céntrica y concurrida calle Arzobispo Meriño en la capital dominicana. Al momento de ser ultimado Chapo fungía como Secretario General del MPD en sustitución de Maximiliano Gómez (El Moreno) quien había sido asesinado en mayo de 1971 en Bruselas, Bélgica. Tutuya me presentó al camarada Augusto Álvarez, encargado del PCD en San Pedro de Macorís en ese entonces. Anterior a Augusto estuvo como orientador y enlace el hoy conocido mercadologo de campaña política José -Dorín- Cabrera.

Había ingresado al PCD proveniente del 1J4 una organización en principio concebida con objetivos patrióticos pero que luego se transformó en partido político, fundada en plena era de Trujillo por el entonces abogado doctor Manuel Aurelio Tavares Justo y su esposa Minerva Mirabal, ambos asesinados, el primero fusilado después de entregarse tras el fracaso insurreccional de noviembre de 1963, levantamiento éste producido como respuesta política revolucionaria al golpe de estado que derrocó al gobierno constitucional encabezado por el profesor Juan Bosch la madrugada del 25 de septiembre de 1963, la segunda, Minerva Mirabal, fue cobardemente asesinada junto a sus hermanas Patria y María Teresa y su chofer Rufino de la Cruz, el 25 de noviembre de 1960. Este cuádruple asesinato estremeció la conciencia de la patria al grado que contribuyó en lo moral y emocional en la trama que ajusticio al tirano y dictador general Rafael Leónidas Trujillo Molina la noche del martes 30 de mayo de 1961.

En el PCD logré rápidamente sobresalir alcanzando puesto de avanzada producto de la combinación de mi capacidad teórica y el trabajo político organizativo. Tras permanecer unos seis meses en una célula de simpatizantes fui elevado a la categoría de militante, en el desarrollo de mi labor política organizativa en octubre de 1969 se me asignó la responsabilidad política al frente del partido en las poblaciones de Hato Mayor, Sabana de la Mar y El Seibo. Con orgullo y desbordado entusiasmo asumí la responsabilidad de estas nuevas funciones política. Tenía 17 años de edad.

Mi jefe inmediato y directo en el PCD era el compañero Augusto Álvarez, quien a pesar de ser oriundo de mi ciudad, San Pedro de Macorís nunca lo había visto, pues éste residía desde muy joven en la capital. Augusto y yo tuvimos empatía inmediata, más que simple camaradas nos hicimos buenos amigos. El no ocultaba su simpatía y admiración por mi desempeño político y organizativo y en este sentido me interrelacionaba con los dirigente más significativo del partido. Así llegué a relacionarme personalmente con algunos miembros del Comité Central, entre ellos Gerardo Marmolejo, Julián Peña, Arsenio Hernández (quien es periodista) quieñes estaban asignado en la ciudad de La Romana; también con Tony Isa Conde y otros connotados cuadros de la dirección nacional, regional y provincial. Cuando fui detenido la mañana del 25 de diciembre de 1969 ya yo estaba a cargo del partido en las ciudades arriba mencionadas.

En mi estadía política por El Seibo, Sabana de la Mar y Hato Mayor logré vincularme a la lucha campesina de la zona en los movimientos de toma de tierra. Un sacerdote católico llamado Gratiniano Barona motivaba a los campesinos. Las movilizaciones de los campesinos en los campos de El Seibo trajeron una masiva presencia militar en el lugar. Prácticamente los campos fueron militarizados. El gobierno del presidente Joaquín Balaguer justificaba la militarización y la represión bajo el pretexto de que los reclamos de tierras para los campesinos eran dirigidos por los comunistas y constituían un peligro para la estabilidad de su gobierno. Gobierno éste surgido de un fraude electoral y con el país ocupado por más de 42 mil soldados estadunidenses y de otros países integrantes de la OEA.

Mi accionar político en el 1J4.

Como indique al inicio de esta memorias, fui aceptado en el Movimiento Revolucionario 1J4 (Catorce de Junio) cuando tenía catorce años de edad. En diciembre de 1965. Entre mis primeros orientadores se encontraban uno que le apodaban Arturo Pérez Vargas, Maya Pagan y José Tomás Díaz, éste último era mi vecino; y había tenido participación en la Revolución de Abril de 1965. Murió ahogado en las costas del Mar Caribe petromacorisano cuando se lanzó a salvar un amigo que se estaba ahogando apodado Vitico. El desenlace fue que ambos murieron. Al momento de su accidentada muerte José Tomás Díaz ya no estaba en las filas revolucionarias se había pasado al Partido Quisqueyano Demócrata (PQD) que lideraba el general Elías Wessin y Wessin.

En pleno desarrollo de la revuelta de abril de 1965 mi hermano gemelo y yo nos sumábamos a las movilizaciones contra la intervención extranjera. Tras la firma del Acta de Reconciliación que le puso término al conflicto armado e instauró el gobierno provisional de Héctor García Godoy, nuestra presencia y participación en las actividades y movilizaciones en reclamo de la salida de las tropas interventoras era notoria. La condición de ser mellizos gemelos y tener tan solo 14 años al parecer llamaba la atención de los participantes.

A partir de esta iniciativa política personal asumida en 1965, cuando apenas contaba con 14 años, he estado involucrado en innumerables acontecimiento político revolucionario en los distintos puntos cardinales de nuestra geografía nacional. Asumí una militancia muy activa, desafiante y llena de peligro. Encarcelado en varias ocasiones, vejado y torturado por duros interrogatorios de organismo de seguridad, tales como el Servicio Secreto, el G2 del Ejército, el DNI y otros organismos de tortura y crímenes de la época. Esto me llevo a una vida de persecuciones y sobresaltos, estar en la clandestinidad, a estudiar en medio de la asechanza, acoso, hostigamiento constante y el permanente cerco táctico del enemigo; a estar en prisión en diferentes cárceles. Sumando mis prisiones estuve preso durante esos 12 años del balaguerato criminal y represivo más de seis años y cinco meses en las cárceles de San Pedro de Macorís, La Romana, el Palacio de la Policía en Santo Domingo y el penal de La victoria donde fui encerrado en junio de 1975 hasta septiembre de 1978, de esta última ergástula salí amnistiado en septiembre de 1978 junto al primer grupo de presos políticos que fuimos favorecido por esa Ley especial sometida al congreso por el entonces senador Salvador Jorge Blanco y promulgada por el gobierno del Partido Revolucionario Dominicano encabezado por el presidente Antonio Guzmán Fernández…

Continuará…

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