Jefes malvados y perversos. Resentidos sociales.

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

«Yo amo a los despreciadores, pues ellos serán los grandes venerados trasmundanos».

Friedrich Nietzsche (Página 7), de su libro Así habló Zaratustra

San Pedro de Macorís, 18-02-2020.- Hay personas obcecadas con el Poder; se creen predestinado a ser jefe; a mandar y dirigir sin auto valorarse a sí mismo; sin medir su propia capacidad emocional, cultural y psicológica, por lo regular son personas carentes de alguna trayectoria de servicio público y social reconocida. Vulgares pelafustanes; desde su peculiar mediocridad actúan desenfrenadamente contra sus subordinados cimentado en su afán patológico por demostrar su coyuntural condición jerárquica superior, su ínfula de «superioridad». Ridículos. Su ascenso en muchos casos obedece a situaciones de fuerza; a imposiciones despóticas resultado de recompensa por su pose simuladora y taimada; cosecha de su lambonismo extremo.

Los jefes malvados y perversos en el fondo son seres resentidos, con una baja autoestima; mediocres, miserables y auto degradado en sí mismo. Su actuación malvada es sostenida por lo regular en el temor que imponen a sus subordinados o subalternos de ocasión, quienes, por temor a represalia, no quieren tener problemas, o ser víctima de intriga conspirativa que lo pueda colocar en una situación incómoda y defensiva con la superioridad. También cuentan con el apoyo de adulones premeditados cuya estrategia se basa en la adulonería y la simulación, son los que se dedican a chivatear, caliesar, contar a su manera, desinformar, todo lo que se dice en el ambiente.,

  Los jefes malvados y perversos, en la mayoría de los casos, son personas procedente de los sectores más bajo de la sociedad, formado y desarrollado en un ambiente de arrabalización y promiscuidad social; con un bajo nivel cultural, ausencia de conocimiento libresco y desconocedores de códigos conductuales alguno, no tienen escrúpulos, desconocen el significado de la decencia, irrespetan, ofenden, actúan impulsado por egoísmo, la emprenden contra personas cuyo historial y trayectoria ha sido siempre aportar a la sociedad; personas que se han cateterizados en desarrollar una conducta de bien, decentes, honorables, basado en claros principios de dignidad y decoro personal. Siempre agreden a los que valen más que ellos. Su resentimiento y mediocridad constante lo lleva a odiar soterradamente a ese tipo de persona inclaudicable en sus principios; firmes en sus convicciones éticas y morales; despectivamente vociferan que esas personas no son nadie, se mofan de su aporte y sacrificio; desprecian con odio su talento y capacidad.

La conducta de mando de los jefes malos y perversos transita pisoteando valores y códigos de lealtad, honestidad, fidelidad, integridad y decencia. No tienen conciencia ni siquiera de su propia vida; la viven automáticamente sin sospesar su presente y su futuro, sin pensar nunca en dejar algún legado positivo para sus hijos y allegados, en su vida no existe la palabra honor. Esos malos jefes, los obcecados de Poder, carecen del más mínimo sentimiento humano. Son implacable. Psicorigido. Despiadados. Canallas capaces de las peores vilezas. No tienen amigo ni escrúpulo. Son ingratos y traidores patológicos. Para ello lo importante es estar en el Poder. Mandar. Tener subalternos. Lo único que le importa es brillar como tales; estar subido en el palo. Estar en el Poder por el Poder; mandar atendiendo a la necesidad de su ego; tener gentes sometidas a su voluntad y capricho egocéntrico. Viven sobre su ego de deshonor y tracción implacable. Se ufanan cuando alguien de manera crítica lo tilda de una especie de tirano o dictador semejante a Trujillo, recurren a cualquier argumento pueril para justificarse. Su falta de humanidad, de respeto a sí mismo y a la condición humana lo lleva a creerse en verdad que son una especie de faraón o persona predestinada.

Pero peor si este tipo de comportamiento proviene de personas tenida como académicos, intelectuales, culto o de algunas creencias religiosas, por cuya condición se le supone un comportamiento basado en el respeto a la condición humana, en muchos casos estos son los peores. Son simuladores, malvados, ingratos y traidores sin escrúpulos.

El irrespeto a la condición humana de los jefes malvados y perversos se acrecienta si tiene como persona de su íntima confianza a reconocidos rufianes, bandidos, tramposos, fulleros, proxenetas, embaucadores, mentirosos, calumniadores, estafadores, chismosos; aliados capaces de las peores vilezas, esos que le celebran toda su torpeza e idiotez solo para mantenerse congraciado con el poder y disfrutar de sus favores inmediato. Sin embargo, la dialéctica social y política de la historia de la humanidad enseña bien claro que todo poder es transitorio, que el que esta abajo hoy puede estar arriba mañana o a la inversa, que cuando se está en una posición de mando lo importante es tratar de salir con la frente en alto, rodeado del cariño y el respeto de quienes por circunstancias de la vida han estado bajo su mandato.

A las posiciones de superioridad se va a conquistar amigos no a fabricar enemigos sin necesidad. Su ego retorcido lo ciega, dogmatiza y embrutece su conciencia.

Nunca habrá ni razones ni justificaciones algunas para agredir a quienes estén jerárquicamente por debajo de nosotros; tampoco para ofender, maltratar, perseguir con prejuicios infundados, pisotear, denigrar y calumniar a nuestros subalternos. El respeto ajeno propicia la paz.

El cuento de Las Tres Puertas

El cuento de Las Tres Puertas que sigue es un símil a todo lo expresado arriba, léanlo y deduzcan

Las Tres Puertas

Un joven discípulo dijo a un sabio filósofo:

Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando mal de ti.

Espera, le interrumpió el filósofo. ¿Ya lo hiciste pasar por las tres puertas lo que vas a contarme?

¿Qué tres puertas?

Sí, la primera es la verdad ¿Estás seguro de que es totalmente cierto lo que vas a decirme?

No, lo oí comentar a unos vecinos.

Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda puerta, la bondad. Lo que quieres decirme ¿es bueno para alguien?

No, al contrario

Y la última puerta es la necesidad ¿es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?

No, no es necesario.

Entonces dijo el sabio sonriendo:

«Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, mejor será olvidarlo para siempre»

¡¡ Qué bueno sería pensar siempre en las Tres Puertas antes de hablar!!

Recomiendo leer «Discurso de la servidumbre voluntaria» del francés Étienne de La Boétie

Étienne de La Boétie fue un escritor y trabajó como Magistrado en Burdeos Francia. Se interesó desde muy joven en los autores clásicos griegos y latinos.
Fecha de nacimiento: 1 de noviembre de 1530, Sarlat-la-Canéda, Francia. Fallecimiento: 18 de agosto de 1563, Burdeos, Francia
Educación: Universidad de Orleans

««Es el pueblo el que se subyuga, el que se degüella, el que pudiendo elegir entre ser siervo o ser libre, abandona su independencia y se unce al yugo; el que consiente su mal o, más bien, lo busca con denuedo. Si le costase algo recobrar su libertad, yo no le apremiaría a ello. ¿Qué debe estimar el hombre más que recuperar su derecho natural y, por así decir, de bestia volver a ser hombre? […] ¿qué desgracia ha sido esta que ha podido desnaturalizar tanto al hombre, el único verdaderamente nacido para vivir libremente, y hacerle perder el recuerdo de su primer ser y el deseo de recuperarlo?». Étienne de La Boétie (1530-1563) ofrece en su «Discurso de la servidumbre voluntaria» una reflexión esencial sobre los resortes que hacen posible la dominación. Ajeno a la intención clásica de fundamentar y legitimar algún tipo de orden político o forma de gobierno, la fuerza del «Discurso» está en su descubrimiento de esa inmensa paradoja en que consiste el concepto de «servidumbre voluntaria»: la irresoluble tensión entre la natural libertad del hombre y su inquebrantable voluntad de someterse a un amo. La elucidación emprendida por La Boétie de este «concepto inconcebible» arroja una luz nueva sobre la naturaleza de todo fenómeno de orden político».

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