(Foto.- Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, conversa con José Gómez Cerda, Secretario General de la Federación Mundial de Trabajadores de la Agricultura, Alimentación y Hoteles (FEMTAA), en en el Vaticano).
NOTA; Parte de la novela social “UNIDOS EN LA LUCHA”
Escrito por: José Gómez Cerda
Santo Domingo,.- 4.- febrero.- 2019.– Iba dentro de un grupo de personas de diferentes razas, colores, tamaños y edades. Yo estaba en una fila, dentro de muchas, todos vestidos de blanco, verde y rosado.
Me preguntaba dónde íbamos, así le expresé a una señora que caminaba junto a mí. Era una comunicación sin palabras, algo como mental, me impresionó.
Entendí que era un grupo especial, En ese momento desconocía la meta.
Todos nos movíamos a la misma dirección; no sabía si subía un camino o bajaba.
La multitud camina en silencio, entre un grupo vecino existía una comunicación sórdida, desconfianza entre ellos, sin embargo se dirigían al mismo destino.
Una dama que me acompañaba, parecía de raza indígena, dijo en voz baja…!somos los que hemos muerto hoy!…debemos estar preparados para el juico que nos espera…!enmudecí!
Por mi mente pasó toda la historia de mi vida.
Traté de hacer otra pregunta a la acompañante en el camino, pero esta ya no estaba ahí, había desaparecido, como por arte de magia.
¡Ya no había marcha atrás, lo que hiciste está registrado!
Me alegré de haber llevado una vida honesta, con respeto a los principios del cristianismo, haber vivido con la naturaleza, a la ayuda y orientación de los pobres, con temor a Dios.
Sabiendo lo que me esperaba marché resuelto, con una alegría de ver cara a cara el rosto del señor Jesucristo, comprendí que acercándome a Dios él se acercaría a mí. No en ese instante, luego.
¡Pero es una grata espera saber que conocerás a Dios!
Al terminar la marcha las filas se dividieron en tres grupos, según los colores de las vestimentas, yo estaba en los de color blanco.
De repente estuve frente a un juez, de barba blanca, entendía lo que me expresaba… sin él hablar ningún idioma, este me entregó un papel, indicando que podría pasar a una sala diferente.
Sentí que estaba cerca de la gloria del Señor, en un lugar sagrado, sería una audiencia que nunca tendrá fin.
Ahora sabía que antes no podía ver el rostro de Dios, porque nadie vivo lo puede ver, pero sí los muertos.
Entendí que todo aquel que tiene esperanza en él, se purifica a sí mismo, porque él es puro.
La esperanza genera purificación. Jesús dijo; “Felices los de corazón puro, puesto que ellos verán a Dios”.
Una persona que pasó a mi lado venía rebosando de alegría;
¡Felicidad! -Me dijo, ahora es tu turno…
¡Ahí desperté! Me sentí enormemente agradecido.
NOTA; Parte de la novela social “UNIDOS EN LA LUCHA”