El diablo es el que pone bombas en los templos, el que ha intentado diezmar a las comunidades cristianas de sus poblados originarios en el medio oriente, el que quema templos y símbolos cristianos, el que desde sus gobiernos propone leyes en contra de la vida y las promulga.
Escrito por: Luis Manuel Gómez Gatón*
Santo Domingo, D.N.; República Dominicana,.- 26 de abril 2019,.– Los múltiples, constantes y significativos atentados que desde dentro y desde fuera se realizan en contra de la Iglesia, son manifestación fehaciente de que existe una guerra.
Una guerra que el “señor del mundo”, acompañado por su horda de poderosos y dictadores, ejercen en contra del pueblo de Dios.
Por “señor del mundo” identificamos al “diablo”, quien osó tentar la manifestación del Dios vivo, encarnado en Jesucristo y por cuya pasión, muerte y resurrección somos llamados a ser salvos.
El diablo es el mismo que prometió gobierno y poder a quien todo lo tenía, a cambio de que le rindiera culto a la mentira.
El diablo es el que pone bombas en los templos, el que ha intentado diezmar a las comunidades cristianas de sus poblados originarios en el medio oriente, el que quema templos y símbolos cristianos, el que desde sus gobiernos propone leyes en contra de la vida y las promulga.
El que día tras día, porque no duerme, solapa sus mentiras, imponiendo en los diarios titulares por encargo.
El que se roba el diezmo, consagrado en los impuestos para sustento de los más débiles
El que cayó como rayo, vencido y humeante hacia los infiernos, cuando Jesús desde la cruz pronunció las palabras con las cuales consumó su entrega para la salvación del pueblo de Dios: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Los hechos hablan, la guerra es real y los cristianos debemos estar claros que para enfrentar al señor del mundo, o sea, al diablo, debemos armar nuestras voluntades por medio de la común-unión del pueblo, orante ante la adoración Eucarística. Dispuestos a decirle al diablo: vete a tu madriguera y sal de esta casa nuestra, porque ella es templo santo del Dios Altísimo.
Conscientes de que éste es un tiempo donde urge entronizar la lámpara dispuesta sobre el altar del sacrificio, para que la luz del cordero inmaculado brille sobre las tinieblas,
Tiempo de no tener miedo de salir a las calles, como lo exhorta San Pablo:
«En pie! pues ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza, calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la Fé, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos,»
Y seguros de que ha sido para esta hora presente, en la que las comunidades orantes claman por la reconciliación entre los hombres y con Dios que:
«envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva.»
Luis Manuel Gómez Gatón*
Lmgomezgaton@gmail.com
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* Nota: el autor es católico comprometido
Coordina la pastoral de multitudes
D. N., Arquidiócesis de Santo Domingo