El caso del teniente Rafael Andrés Ramírez Pujols y la incultura como factor de contagio del COVID-19

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).

San Pedro de Macorís, lunes.- 13.- abril.- 2020.- El caso del primer teniente del Ejército Rafael Andrés Ramírez Pujols pone en evidencia la conducta caótica que muestran algunas personas cuando se sienten protegido de alguna autoridad o poder. Y más en medio de la tensa situación que vivimos por el Coravirus. El comportamiento de este oficial merece una sanción drástica y ejemplar. La ley no debe tener privilegio. Nadie debe ser excluido por abolengo o vínculos con el Poder.

El gran reto de las autoridades dominicana es convencer a la gente inculta de la necesidad de respetar y cumplir con las disposiciones preventivas para contrarrestar el avance del coronavirus. Su mayor peligro y amenaza es la falta de voluntad de mucha gente para adaptarse a la nueva situación y cuyo desconocimiento contribuye al contagio y la rápida expansión del virus. El común de la gente de a pie no le hace caso a las advertencias y en consecuencias continua su ritmo de vida social y personal ignorando las advertencias y recomendaciones. Violan el toque de queda, y lo hacen con insolencia y tremendismo, irrespetando toda autoridad; con una presencia provocadora y ruidosa. Su incultura lo impulsa emocionalmente a exhibir un comportamiento impertinente, indecente y grotesco. Y los hay de familias adineradas y pudientes quienes actúan apoyado en su riqueza y el prestigio de sus apellidos, con actitud soberbia, prepotente y arrogante y al amparo del Poder o cualquier cargo público, actúan con provocación y desafío despótico.

Ese  gentío que se aglomera y amontona ejecuta sus actos impulsado por su procedencia barrial donde el hacinamiento y la promiscuidad es una constante de su pobreza y miseria mental. No hay formación preventiva ni respeto por nada. Ejercen su vida sobre aficiones populares y un emocional jolgorio morboso. Llegan a los espacios sociales y públicos, a los supermercados y colmados, vociferando, irrespetando los turnos, imponiéndose sin sopesar las consecuencias de su actitud bochornosa. Son los que invaden la propiedad pública y privada amparado en la condición lastimera de «padres de familia». El tigueraje que viola el toque de queda y que no les importa el destino de la patria y que en las elecciones les venden su voto a los partidos y candidatos aunque sean delincuentes o corruptos, para saciar sus vicios de estupefacientes, juegos de azar, y los números de las loterías, carece de escrúpulos. Por lo regular son analfabetos funcionales, iletrado, no le interesa leer ningún libro ni ninguna presentación cultural. Mucha de la gente de a pie no piensa ni en sus hijos y por lo regular vive de la ingratitud y la traición en medio de su abyección nauseabunda y repugnante. Esos son que hoy en medio de la pandemia violan el toque de queda y desoyen los pedidos de asumir medidas preventiva para enfrentar la propagación del coronavirus mientras andan por las calles en francachela y se juntan sin mascarillas ni guantes plásticos y se dedican a jugar gallos, dominó, barajas, bingo, consumir bebidas alcohólicas  entre otras actividades improcedentes en estos momentos, proclive al contagio del virus. Personas que nunca le han aportado nada al país, parásitos sociales y vividores. Es la realidad que se palpa en nuestro país en medio del temor y el desasosiego por el flagelo del COVID-19…

Deja una respuesta