Santo Domingo, 15 de junio del 2021. El escritor Enrique Alberto Cabrera Vásquez (Mellizo), nos entrega un libro en homenaje a Thedphilus Chiverton (Primo) “El Rey del Momise”, a los guloyas y a los cocolos en términos generales. Es el resultado de una rigurosa investigación, empujado por su interés en la historia, en la difusión de la cultura popular petromacorisana y el amor por sus ancestros, que con orgullo reconoce.
( Dagoberto Tejeda Ortiz, autor del presente prólogo).
Aunque diversos investigadores han resaltado la importancia y la trascendencia sobre el aporte de los Cocolos a la vida y a la economía de San Pedro de Macorís, todavía hay falta de conocimientos por numerosas personas y desafíos para su revalorización y su comprensión, con el agravante de distorsiones de informaciones emitidas por personas que se supone que tienen autoridad y, por lo tanto, aparecen como “verdades”.
A pesar de ser integrado al listado oficial de la UNESCO como “Patrimonio oral e intangible de la humanidad” (2005), la cultura cocola sigue siendo desconocida, con inexactitudes y distorsiones trascendentes, razón por la cual, el escritor Cabrera Vásquez, expresa: “Al entrelazar la manera historiográfica la figura de Teophilus Chiverton (Primo) con los cocolos y la industria azucarera del país, y en particular de San Pedro de Macorís, intentamos superar el enfoque romántico e ideologizado de muchos trabajos monográficos, artículos periodísticos, ensayos y libros publicados sobre el tema”.
Creemos que Enrique Alberto logró esta meta, por los aportes que realiza en este libro; resultado de un trabajo minucioso de investigación, donde trasciende la dimensión nostálgica de exaltación de una élite emprendedora y la apología de un sistema explotador en una epopeya de desarrollo capitalista. Su análisis dialéctico, pedagógico, objetivo, va más allá del funcionalismo tradicional, del romanticismo enfermizo, para indicarnos, los antecedentes y razones para la traída de braceros, de trabajadores de las islas inglesas a la industria azucarera de San Pedro de Macorís, cuya explicación debe de realizarse a través de las relaciones de explotación, del desarrollo del capitalismo y de la dimensión de la expansión del imperialismo, para señalar que no hay posibilidad de comprender a la cultura cocola, sino es a partir de su contexto, de su relación en este proceso histórico-cultural.
(El periodista y escritor Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
Desprendido de esta visión ideológica dialéctica, hay aportes fundamentales de este autor para la revalorización de los Cocolos, comenzando con la discusión misma sobre la designación original del vocablo “cocolo”. Para ello, realiza un recorrido citando la definición dada por los diversos autores que han tratado este tema.
Inicia su recorrido con las aclaraciones realizadas por nuestro poeta nacional, el inmenso Pedro Mir, al investigador Julio César Mota Acosta, insertadas en su tesis de grado, en lo que él denominó “Anteprólogo”, donde Pedro señala la existencia de la palabra “cocolo” con muchos años de anterioridad a la presencia de estos trabajadores de la industria azucarera en San Pedro de Macorís y donde se refería al contenido despectivo aplicado a los haitianos por una élite racista en el país.
En esta perspectiva, Enrique Alberto realiza un recorrido, citando autores, participantes en este debate como Manuel Álvarez Nazario, Carlos Vicente Larrazábal, Emilio Rodríguez Demorizi, Carlos Francisco Elías y Alberto Bays, con el objetivo de que cada lector conozca y escoja su definición en una visión de la diversidad.
La descripción y el análisis de las interioridades de la organización interna de los cocolos es el tema con más distorsiones y deformaciones a nivel tradicional, ya que la mayor parte de los investigadores no han podido penetrar en sus intimidades, muchas de las cuales han estado vedadas al exterior. Como prevención y seguridad, algunas estructuras organizativas de los cocolos eran secretas, clandestinas, conocidas a medias como las interioridades de las logias y sobre todo sobre el “El Saguá”, el cual, de acuerdo con Nadal Walcot, “fue una institución clandestina que velaba por el derecho de todos los negros que venían a las Antillas, a trabajar en República Dominicana”, el cual llevaba un registro de las arbitrariedades y abusos que se cometían contra los cocolos para tomar las medidas de lugar. El Saguá estuvo ligado a las luchas reivindicativas del inmenso Marcus Garvey.
(Nadal Walcot)
Por su hermetismo con los nativos, los cocolos eran reservados, “chivos”, no daban explicaciones ni permitían divulgaciones de sus intimidades. Por ejemplo, a nivel cultural, la mayor parte del público nativo, incluyendo los investigadores, estaban convencidos de que la única danza de los cocolos que existía era el baile de los guloyas. Sin embargo, esto no respondía a la verdad, ya que realmente existía una hermosa diversidad de los mismos.
Enrique Alberto rompe con esta mitología y se aventura a mostrar la diversidad y la riqueza de los diversos bailes cocolos. Él plantea la existencia del baile de los guloyas, el baile de los indios, el baile del Momise, el baile del buey, el baile de los zancos y el calipso. En un momento dado, algunos fueron despareciendo, y los últimos tres: el momise, los indios y los guloyas, se fundieron en uno solo que el autor denomina “In-gul-mois”.
De esta manera, apunta el autor de este libro, que “Los guloyas de Donald Hullester Warner Henderson (Linda), con sus personajes bromistas Fado y Yayi, el baile de máscaras de los indios de Nathaniel James Phillips (Chaplin), y el juego de momise de Teophilus Chiverton (Primo), cuyo libreto es una apropiación de la obra mística del británico John Bunyan, El regreso del peregrino (en inglés The Pilgrim´ Progress), han recorrido en trotes bullangueros por diversos sectores populares llevando por doquiera su entretención divertida en las ocasiones puntuales de los días feriados”.
El personaje cocolo que fascinó a Enrique Alberto desde niño fue la enigmática y carismática figura de Thedphilus Chiverton, que a nivel popular era conocido como “Primo”. Primo, el Rey Momise, nació en Nevis en el año 1907 y fue contratado para trabajar en el Ingenio Angelina de San Pedro de Macorís como guardafrenos, pasando después a trabajar como conserje, como camillero y finalmente como enfermero en el Hospital Carl Theodore George, propiedad de un médico alemán que se enamoró de San Pedro de Macorís, conocido como “Míster Yor” cuyo nombre realmente era el del centro de salud.
Thedphilus Chiverton, (Primo), un trabajador multifacético, creó un grupo de baile de Momise, el cual se mantuvo vigente hasta la década de los años setenta, y que terminó, junto a los bailadores que quedaban del baile de los indios, integrándose, de acuerdo con Cabrera Vásquez, a los guloyas. El Primo, el Rey de los Momise, bailaba con una corona y su figura era la de un monarca. Era un personaje fascinante, imponente, carismático, único, irrepetible. Como todo buen cocolo, era “rosca” izquierda. Oía, pero hablaba muy poco. Recuerdo que, en su grupo, cuando hablaba, eran órdenes lo que daba. Bailaba con donaire y un “fuete” en la mano. Murió el 15 de agosto del 2001.
Diferente de la mayor parte del público y de varios investigadores, Cabrera Vásquez (Mellizo), proclama con insistencia en este libro, al Primo como “El Rey del Momise”, coincidiendo en esto con Nadal Walcot, que lo viene afirmando desde el 1998: “Como muchas veces he explicado, El Primo no es guloya”.
El primo que nació y se crió en Nevis, conoció allí el baile del Momise y en San Pedro de Macorís creó un grupo de baile, que era diferente a todos los demás bailes cocolos, convirtiéndose en su líder, en símbolo y en leyenda.
Aunque este libro es un homenaje a este personaje fascinante, realmente es un análisis a un momento histórico determinante en el desarrollo de San Pedro de Macorís y de la región Este, pero, sobre todo, es un libro donde los protagonistas son los trabajadores inmigrantes de las islas inglesas, en relaciones de explotación, como expresión representativa del Caribe, en el accionar de la dinámica del crecimiento del capitalismo y la expansión del imperialismo en la región en esta época.
Este libro es un aporte al conocimiento de los cocolos que va más allá de una nostalgia para la vuelta imposible de una realidad que es historia o para quedarnos atrapados en un pasado de huida. Todo lo contrario, es su conocimiento para seguir adelante y redefinir hacia dónde vamos como provincia, como región y como país.
En el contenido de este importante e interesante libro, cultural, literario e histórico, se problematiza, reseñando dimensiones de incidencia de los cocolos en la vida de San Pedro de Macorís, como es la conversión religiosa de estos inmigrantes, su aporte a la enseñanza educativa, a la creación de logias y sociedades de beneficencia, a la gastronomía, a los deportes, al arte, a la literatura y aportando sobre la presencia y la incidencia de Marcus Garvey.
Este no es un libro escrito por encomienda, por paga y menos una apología al “desarrollo”, a la modernización, al crecimiento económico, dentro de la mitología del surgimiento de “la danza de los millones”, que solo existió como esplendor para una minoría, es una incursión irreverente, profanadora, valiente, para desmitificar una historia oficial contada al revés.
Realmente es un aporte valioso, pedagógico-educativo, desde una perspectiva crítica, una visión dialéctica y una pasión de amor por su pueblo, por su provincia, por su región y el país. Este es un libro para su divulgación en escuelas, colegios, universidades, instituciones culturales y organizaciones populares, donde la Alcaldía de la ciudad de San Pedro de Macorís debe tener una responsabilidad determinante, para colocar a los cocolos en su justa dimensión histórica y valorar a los guloyas como expresión cultural de la humanidad, como los proclamó la UNESCO en el 2005.
Felicitamos el nacimiento de este libro; un libro polémico, cuestionador, inconforme, es una invitación a la búsqueda y a la discusión, pero es un libro honesto, sincero y provocador, sin prejuicios, resultado de una exhaustiva investigación. Esa es su fascinación, en un momento necesario, cuando más que nunca son necesarias las historias locales, cuando es imprescindible conocer de dónde venimos y hacia dónde vamos, para redefinir nuestros patrimonios y nuestros héroes, para definir nuestra identidad nacional, siendo necesaria la ruptura de una historia nacional al revés como desafío, acudiendo a la verdad para ser libres y felices, para construir una nueva sociedad para todos.
Dagoberto Tejeda Ortiz, Santo Domingo, 15 de junio del 202