En su cúpula hay «genios» sabelotodo que subestiman y desprecian cualquier análisis que no sea el suyo; por eso son símbolos de fracaso y división
Los partidos se han adelantado a mover sus fichas en el tablero político de República Dominicana. La mirada fue puesta desde ahora en el proceso electoral de 2024
Escrito por: Manuel Figueroa
Santo Domingo, domingo 17 de octubre 2021.- , La política es una ciencia, que al igual que el ajedrez (juego ciencia), va tendiendo trampas a través del desarrollo de la contienda. El Partido Revolucionario Moderno (PRM) envía señales desde antes de llegar al poder de ignorar las celadas enviadas por sus adversarios, dejándose ganar la partida.
El planteamiento no se refiere a los trucos utilizados en las aperturas de ajedrez como el Mate del Pastor, Mate de Legal ni el Mate del Tonto. Ni siquiera la variante del peón envenenado o el gambito de dama aceptado, que ofrecen material a cambio de una compensación mayor.
Un estudio sobre las elecciones del 5 de julio del año pasado revela que la alianza concertada por el PRM con los partidos Fuerza del Pueblo (FP), del expresidente Leonel Fernández, y Reformista Social Cristiano (PRSC), de Federico Antún Batlle (Quique) fue catastrófica en el nivel senatorial. El PRM aportó los votos donde encabezó la alianza y también donde ganaron los aliados.
Por ejemplo, en la provincia La Altagracia, ganada por el PRSC, que encabezó la alianza, esta organización obtuvo 1,798 votos; el aliado FP obtuvo 3,060 votos. El PRM registró 27,110 votos (30.89%), o sea, 4,945 votos más que el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), que obtuvo 22,165 votos (25.26%).
Un caso similar ocurrió en La Vega, ganada por el PRSC que encabezó la alianza y obtuvo 9,335 votos (5.47%), y FP registró 5,445 votos (3.19%). El PRM aportó 74,286 votos (43.51%), suficientes para ganar la senaduría, ya que superó al PLD y aliados, que obtuvieron 66,934 (39.21%).
El fenómeno se replicó en la provincia Hermanas Mirabal, donde el PRSC encabezó la alianza alcanzó 979 votos (1.99%), y FP que ganó la candidatura obtuvo 5,859 votos (11.92%). Mientras el PRM aportó 21,049 votos (42.81%), suficientes para ganar la senaduría de manera individual al PLD y aliados que solo obtuvo 17,384 votos (35.35%).
Otro caso emblemático ocurrió en San Cristóbal, donde ganó la senaduría el candidato de FP, partido que encabezó la alianza y obtuvo 14,599 votos (6.06%), mientras el PRM aportó 107,234 votos (44.55%), suficientes para derrotar al PLD y aliados, que obtuvieron 94,693 votos (39.33%).
Otro caso digno de citarse es el de la provincia Santiago, donde el candidato del Partido Dominicanos por el Cambio (DXC) ganó la senaduría. El partido FP formó parte de la alianza aportando 9,268 votos (2.45%), mientras el PRM de manera individual obtuvo 189,263 votos (50.03%), con los cuales superó al PLD y aliados, que obtuvieron 117,796 votos (31.14%).
En la provincia Dajabón ganada por el candidato de FP, este partido obtuvo 1,377 votos; el PRSC que encabezó la alianza obtuvo 787 votos, mientras el PRM aportó 14,386 votos (40.77%); mientras en Barahona, donde el PLD derrotó esa alianza que encabezó el PRSC, este partido obtuvo 1,098 votos; FP, 5,183 (6.13), y el PRM, 27,589 votos (32.62%). Algo parecido ocurrió en Independencia.
En provincias como San Juan, Pedernales, San Pedro de Macorís y Espaillat no fue posible que el PRM concertara alianza con FP y PRSC contra el PLD. Hoy los senadores de las tres primeras provincias renunciaron al peledeímo y pasaron a respaldar al expresidente Fernández. El PRM solo ganó Espaillat.
La conclusión del estudio nos lleva a reflexionar que el PRM sin la alianza de marras habría ganado por lo menos 21 senadurías, y que si asumía la estrategia correcta pudo limitar las negociaciones a las provincias restantes. Así lo advirtieron algunos de sus dirigentes, entre los que se encontraba el expresidente Hipólito Mejía.
A favor de la alta dirección del PRM podría alegarse los momentos de tensión y estrés que estaría atravesando fruto de la conocida debilidad estructural del partido y falta de experiencia para lidiar las convulsiones vividas en 2020, un don reservado solo a los grandes maestros.
En febrero de ese año se produjo el colapso de las elecciones municipales, el estallido de masivas manifestaciones de protestas y la posposición de los comicios presidenciales y legislativos en medio del estado de emergencia, toque de queda y pandemia del Covid-19, mientras los candidatos gubernamentales se servían a sus anchas.
No obstante, el presidente Luis Abinader y la cúpula perremeísta triunfaron el 5 de julio y llegaron al Palacio Nacional sobre una ola de promesas de cambios, que catorce meses después lo expone a naufragar en un laberinto quijotesco plagado de molinos de viento.
La pesadilla ha comenzado para el PRM y su presidente Abinader, quienes habrían calculado erigirse como líderes máximos y pasar sin novedad una eventual reelección en 2024. Pudieron haber pensado que la luna de miel con sus aliados circunstanciales trascendería las urnas de votación, y que eliminarían sin resistencia a quienes se ubican al otro lado del tablero.
Resulta difícil entender otra motivación que llevara al presidente Abinader plantear en las actuales circunstancias doce reformas de un tirón, y convocar al liderazgo nacional a un diálogo para transformar el país. Nadie augura un éxito cabal en tan ambiciosa empresa. Máxime cuando los dominicanos siempre estamos en campaña política.
En el frente de batalla, las primeras fuerzas de choque son el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y la FP, los principales opositores. Ambos realizan intensas actividades proselitistas con tintes reorganizativos, mientras numerosos dirigentes peledeístas permanecen ante un paredón judicial, acusados de corrupción administrativa. El PLD estuvo 20 años en el poder logrando consolidar una estructura estatal de la cual proviene también FP.
Un agotador ambiente se respira en la población dominicana, donde no solo convergen la pandemia provocada por el Covid-19 y la vacunación obligatoria, sino la reforma fiscal, la reforma constitucional, la posición de los empresarios, sindicatos, partidos y la sociedad civil, la crisis económica y la inflación.
También se dimensionan en el endeudamiento del gobierno, el Presupuesto deficitario, la inseguridad ciudadana, la reforma policial, las actividades del Presidente, la crisis eléctrica, los taponamientos del tránsito, la temporada ciclónica, el cambio climático, las elecciones de los profesores, el fallo del caso Odebrecht, los operativos de la Procuraduría, los casos de corrupción administrativa y narcotráfico y la migración haitiana.
Aunque la tapa al pomo la ponen los frecuentes escándalos alrededor del Congreso, incluyendo vinculaciones con el narcotráfico y lavado de dinero. El PRM y el gobierno de Abinader exhiben una mayoría legislativa, que además desafía a cada momento las promesas de cambio de su régimen.
En nombre de la división de poderes los congresistas se resisten a aprobar un Código Penal moderno, la Ley de Extinción de Dominios, para que el Estado pueda recuperar sus bienes y la modificación de la Ley de Seguridad Social, que generan frecuentes protestas populares.
Un aderezo que nunca falta en el Congreso es la indignación provocada en la población por la habilidad con que senadores y diputados han legislado para su beneficio personal aprobándose exoneraciones de vehículos ilimitadas, que venden al mejor postor, así como el uso de fondos públicos, para campañas clientelistas en sectores deprimidos.
En medio de este complejo escenario, los partidos se han adelantado a mover sus fichas en el tablero político de República Dominicana. La mirada fue puesta desde ahora en el proceso electoral de 2024. No se estila que en este lapso se hagan concesiones al rival, salvo que forme parte de una celada para darle jaque mate. Aunque en la estrategia participe el propio rey.