Escrito por: Teófilo Quico Tabar
Santo Domingo, 16 de mayo 2024.– He tenido muchos amigos que mantengo siempre en el pensamiento de manera positiva, amigable y con alegría. Hoy, a pocos días de las elecciones y habiéndose cumplido 26 años de su partida, quiero recordar al inolvidable amigo José Francisco Peña Gómez a quién traté íntimamente durante largo tiempo y de quien conocí toda su grandeza humana, sobre todo en los momentos difíciles o cuando cualquier ciudadano pudiera estar atravesando momentos aciagos.
Peña Gómez estaba por encima de las diatribas. Fue un hombre que llegó a superarse y a colocarse en un lugar especial y privilegiado para sus
seguidores, para sus amigos e incluso para sus contrarios. Se hizo grande, pero continuó siendo humilde. Su entierro fue el gran galardón y
condecoración que el pueblo le brindó.
Cuando Peña falleció, me permití escribir lo siguiente: “Tiene valor lo que es bueno para el hombre, lo que asegura su desarrollo normal, lo que facilita su mejoramiento, lo que lo ayuda a superarse. El pleno desarrollo de la persona se realiza en el equilibrio que exige la jerarquización de los valores, dándole a cada valor el lugar que le corresponde. La verdad, la bondad, la confianza, la concordia, la paz, son valores superiores”
“Todos los valores juntos no pueden desarrollar totalmente al ser humano, ni satisfacer su aspiración. Conviene poner en el primer plano los valores que le dan facultad de dar lo mejor de sí mismo. Su poder de conocer y su poder de amar. Dentro de ellos, la verdad, la concordia de las ideas con lo real; el sometimiento del espíritu al objeto. Porque la verdad debe ser y es siempre y objetiva”
“Según el pensamiento cristiano los humanos deben tener conciencia de que el deber es, de hecho, la conquista de la libertad y la conquista del mundo. La exaltación progresiva, el impulso hacia lo mejor, el florecimiento continuo del objetivo. El deber, antes que imponerse desde afuera con el mandamiento o por la ley, se impone desde adentro como la ley de ser ávido de crecimiento, como la ley del espíritu, ávido de afirmarse. Como la ley de la libertad todavía en vías de perfección”
“Los seres humanos en sus relaciones con el prójimo no deben limitarse solo a la justicia; también deben amar. Otros pueden odiar, pero el
cristiano no debe odiar. Puede o debe aborrecer los vicios y los errores, pero no a los seres humanos. Su mensaje debe ser siempre de amor.
Porque la verdadera razón de la justicia es el amor. Ese amor que conlleva al perdón. Ese perdón del que habló Peña Gómez como
despedida antes de morir. Llamando a la reconciliación de la familia dominicana y como
demostración de su convicción humanista”
Tal vez Peña Gómez lanzó ese mensaje de amor de despedida, convencido de que el hombre humilde se supera sin peligro de perder. Que se perfecciona sin peligro de envalentonarse. Que madura lentamente y crece sin exaltarse. Ojalá que las presentes y futuras generaciones pudieran tener el mensaje de amor presentes en su pensamiento y acción. Y que las elecciones que culminarán el domingo represente la continuación de un proceso de fortalecimiento democrático e institucional, y que todos los actores promuevan en un ambiente de concordia y amor.