Escrito por: Rosa Massagué, Periodista
El grupo terrorista Boko Haram, autor del secuestro nigerianas, no es el único que justifica sus fechorías contra niñas o jóvenes con un libro sagrado en la mano. Lo que distingue a este caso es el haber despertado la indignación de los usuarios de las redes sociales que promueven campañas en las que personalidades de la política o del mundo del espectáculo piden la liberación de las chicas.
No tuvieron esta suerte los más de 30.000 niños y niñas capturados a lo largo de 20 años en el norte de Uganda por el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en sus siglas en inglés), liderado por el violento Joseph Kony. El infamante destino de estas víctimas ha quedado sepultado por el tradicional desinterés occidental por las cuestiones africanas. Ni siquiera la acusación de crímenes de guerra hecha en el 2005 por el Tribunal Penal Internacional de La Haya contra Kony ha conseguido poner la defensa de aquellas víctimas en primer plano.
Boko Haram y LRA son exactamente lo mismo. Son fruto del fundamentalismo religioso en su versión más violenta. Lo de menos es que el primero diga aplicar el Corán y el segundo, la Biblia, que uno se declare musulmán y el otro cristiano. La violación de los derechos humanos en ambos casos es igual de grave. Y entre sus peores canalladas está la del secuestro y violación de niñas y adolescentes.
Kony organizó su ejército hacia final de los años 80 en una vasta zona norteña habitada por la población acholi para hacer frente al movimiento también insurgente de Yoweri Museveni que hoy es presidente de Uganda. Su primer secuestro masivo de niñas del que se tiene noticia ocurrió en 1992. Hombres del LRA raptaron a 44 niñas de dos internados cerca de Gulu, al noroeste del país. Kony, que defiende la poligamia, aspiraba a crear una nueva generación de acholis.
No todas estos secuestros le salieron bien al LRA. En octubre de 1996, hombres de Kony asaltaron el internado católico de St Mary’s, en Aboke, llevándose a 139 chicas. Como explicaba Martí Benach en las páginas de EL PERIÓDICO, una religiosa logró recuperar a la mayoría de este grupo. Sin embargo, este caso de gran coraje por parte de la monja es la excepción en una cadena de secuestros de niñas para ser convertidas en esclavas sexuales junto a los miles de niños, también arrancados de sus familias para hacer de ellos unas máquinas de matar.
El musulmán Boko Haram y el cristiano Ejército del Señor responden a una misma lógica. Refiriéndose al reciente caso la presentadora de la televisión nigeriana, Kadaria Ahmed, enumeraba en ‘Financial Times’ las condiciones que hacen posible la aparición de estos grupos y su facilidad de movimientos. Citaba un liderazgo débil, un Gobierno incompetente, una sociedad polarizada y una clase política a años luz de los ciudadanos. A todo ello cabe añadir una sociedad con enormes desigualdades y una pobreza muy extendida.
Este es el caldo de cultivo donde florece el fundamentalismo religioso más extremo. Siempre tienen un enemigo al que combatir. Occidente y el cristianismo en el caso de Boko Haram, el Gobierno de Kampala, en el del LRA.
Con el añadido además de que ambos grupos tienen santuarios transfronterizos donde replegarse y al mismo tiempo crecer. Los islamistas nigerianos se mueven también por el norte de Camerún y Níger, y los cristianos ultraradicales, por Sudán, la República Democrática del Congo y hay datos que apuntan su presencia también en la República Centroafricana, uno de los estados africanos más desestructurados.
El fundamentalismo religioso y violento se alimenta tanto de una obcecada literalidad de la Biblia como del Corán