Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez
SAN PEDRO DE MACORIS.– Hoy se debate a lo interno del Partido Revolucionario Moderno (PRM) la conveniencia o no de que su candidato presidencial sea el resultado de encuestas. Desde diferentes ángulos y perspectivas interesadas las partes exponen con fluidez la validez de sus argumentos. Empero, el legado político cultural proveniente de la dilatada militancia en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) tiende a visualizar como altamente riesgoso y potencialmente peligroso abocar al PRM a un pugilato desenfrenado por su candidatura presidencial. Esa cultura del arrebato, de imponerse mediante artimañas, trampa, engaño, violencia, trapisondas, encerronas, traición, mentiras, falsificación de actas, alteración del escrutinio y toda práctica nociva en interés de pulverizar al compañero y cuyo proceso va aparejado con un festival de agravios, descalificaciones, insultos, acusaciones y contra acusaciones, amenazas, denuesto y desafiantes posiciones tremendista y absurdas tan común en los mas recientes procesos electivos del PRD, subyace todavía con fuerza en la mentalidad e intenciones de la mayoría de lo que hoy conforman el PRM.
El PRM no puede distraer sus energías y potencialidades posibilidades electorales frente a un Partido de la Liberación Dominicana (PLD) que ha hecho de la falta de escrúpulos, la inmoralidad en el ejercicio público y la corruptela como comportamiento político, en una rebatiña interna enconada, que al final podría conducirlo a un degaste irreversible. No. El PRM debe procurar elegir su candidato en un ambiente de ecuanimidad, respeto, armonía, sensatez, prudencia, sabiduría y sentido común de las circunstancias actuales.
Esa cultura del irrespeto, «del yo o nadie», muy común en las contiendas interna perredista debe quedar atrás. Además, el PRM es un partido en proceso de formación y compactación. Aquí todo está por hacerse. Y cualquier desliz sería aprovechado al máximo por sus antagónicos peledeístas que desde el dominio mayoritario que ejercen en los medios de comunicación estarán siempre prestos a distorcionar, capitalizar y manipular cualquier fisura por pequeña que parezca.
El PRM está obligado a desarrollarse desde adentro hacia afuera una imagen de unidad, de hermandad, basado en la conciliación y en acuerdos inter-institucionales de alta credibilidad, libre de sospecha. Jamás debe darse la sensación de discrepancias alborotadas alguna. Manejar cualquier inconveniente dentro de un cuadro de respeto, tolerancias y buenas querencias.
Elegir su candidato presidencial mediante encuesta sería un paso correcto toda vez que hay que comprender que un proceso convencional obligaría a una inversión costosísima en recursos y logística, así como el levantamiento de un padrón creíble para todas las partes. Cualquier gastos millonario debe evitarse por cuanto el partido tiene que priorizar sus recursos para enfrentarse con esa inmensa maquinaria gansteril, delincuencial y corrupta del gobernante PLD al cual le sobran recursos por demás.
El PRM debe evitar por todos los medios posible el escenario de extemporáneos enfrentamientos internos que podría darle paso a pasiones desenfrenadas emanada de esa cultura perredista que no sospesa el alcance nefasto del dime y direte que ha caracterizado los procesos de lucha interna allí. El PRM debe demostrar en la práctica todo lo contrario. Que sus más encumbrados dirigentes así como toda su militancia se caracterizan por ser inteligente, razonable y con vocación real de poder. Un partido que en su proceso de crecimiento y afianzamiento de connotaciones de discrepancias irreconciliable donde las ambiciones desmedidas están por encima del interés colectivo de la mayoría de sus miembros se descalifica a sí mismo para conducir cualquier proceso aglutinante de la oposición. El PRM debe demostrar madurez y sobre todo tener una vocación interna de unidad.
Elegir el candidato por encuesta no es anti democrático es simplemente sintonizarse con la coyuntura del momento, es recoger el sentimiento popular, el deseo de la mayoría de propiciar un cambio desde una candidatura sin rechazo, limpia, transparente, sensata, y con un discurso cónsone con las necesidades inmediata que amerita la mayoría del pueblo dominicano. Si se comprende esta realidad; si sabemos poner los oídos en el corazón del pueblo, difícilmente nos equivoquemos. La elección por encuesta nos alejaría de cualquier trauma a posteriori y nos conectaría más con el sentimiento de unidad opositora que reclama la población nacional.
Aferrarse a riesgo de lo que sea en transitar por peldaños resbalosos sin sospesar el alcance de los mismos constituye una provocación hacia la división. Desde ego de autosuficiencias basado en la terquedad solo se llega al desprecio público.
Persistir en la convención a sabiendas de que la misma podría degenerar en encontronazos publicos y malquerencias traumaticas tiende a satisfacer esa enfermiza tosudez de ciertos engreidos que solo pueden alcanzar algún brillo a la sonra de crisis desvenida de sus actitudes chantajistas y presiones extorsionadoras con miras a que se le tome en cuenta, vendiendose como los indispensables de siempre. Esos personajes siempre han estado procurando situaciones escabrosas para erigirse como los sabelotodos y único capaces de salvar a todos del desastre.
Oportuno es el momento para recomendarles a los más conspicuos dirigentes del PRM no dejarse arrastrar por el camino de la insensatez. Insistir en una convención a sabiendas de que nos disponemos de las estructuras y las herramientas necesaria para montar un evento tan serio, que además requiere de energías que bien pueden acumularse para enfrentar al verdadero enemigo, más que una necedad frívola sería hacerle el juego a los que apuestan a la división presentando un panorama sustentado en ambiciones absolutas y providenciales. El peledeísmo gobernante azuza con inteligencia desde sus tribunas comunicacionales el desborde de posiciones intransigentes proclive al distanciamiento y la separación de los líderes. Ellos no cejan en su táctica perversa de «divide y vencerás».