Escrito por: Lipe Collado.
Sectores económicos del lavado legalizado del narco poder estadounidense que tienen de parapeto a cierto perfil infame y harto conocido de la DEA se empeñaron en el apresamiento, la extradición y luego el confinamiento en una celda por diez años de su omiso Quirino Ernesto Paulino Castillo y el desmantelamiento de su banda porque luego de inducido a traficar con droga en su mercado controlado domínicohaitiano se engrandeció y dedicó a deprimir los precios de la cocaína en áreas de altas rentabilidades del mercado interno fomentado y controlado de Nueva York –el gran suplidor de New Jersey los fines de semana- al inundarlo con repetidos envíos cuantiosos de cocaína.
Según frecuentes estudios y análisis de reputados analistas económicos de los Estados Unidos, el lavado legalizado de la narcoeconomía –estimulada y controlada- es uno de los pilares principales de la motorización económica norteamericana y de otras sociedades desarrolladas, y sus sistemas operativos, incluyendo bosquejos de irradiación de los narco recursos hacia la estructura económica en juego, han sido trasladados a la América Latina y otras latitudes… y a la República Dominicana.
¿Alguien podría darle “pa’bajo” después de su actual uso bochinchero y caricaturesco prevalido de un periodismo de pistola? Como que me late que sí… (Foto del periodista y escritor Lipe Collado, autor del presente trabajo)
Quirino Ernesto Paulino Castillo era un carajo a la vela en su natal Elías Piña, muchos años antes de que el destino -¡vaya usted a saber, dizque el destino!- le marcara en los años ochenta la ruta de las montañas dominicohaitianas de dineros sucios.
Hijo de un humilde agricultor y una maestra, cabezas de una bien vista familia numerosa, sobrino del amigo y ex vendedor de libros de mi autoría, el hoy abogado Daval Castillo, Quirino desenvolvió su vida en niveles de baja clase media pueblerina. Hubo de huir a la capital en los años setenta porque él y un amigo, ajumados, le dieron “una agolpiá” a un profesor que “se propasó con su novia”, hoy su esposa, la que lo acompañaba cuando fue apresado diez años atrás en la avenida 27 de Febrero con Privada.
Malvivía de “taxiar” en “un toyotica” por Alma Rosa y Los Mina, pero una prima noche un par de tígueres delincuentes lo abordaron para un servicio y en la autopista de Las Américas, a las alturas del kilómetro 9, lo encañonaron, lo hicieron detenerse, lo despojaron del dinero, lo amarraron, lo lanzaron a una cuneta y se llevaron su “busca moro” automovilístico.
Presionado por su familia regresó a Elías Piña y gracias a su condición de perredeísta y a las diligencias de su madre se sacó el premio mayor de su futura vida: lo nombraron chofer de la ambulancia del hospital de Elías Piña, y como en esos años ochenta se hilvanaban los primeros sistemas de operación de una mini narcoeconomía domínicohaitiana de un mercado creado y controlado, Quirino comenzó a ser cortejado y se involucró en actividades de contrabando mediante un curioso ardid: dinero y mercancía costosa de demanda urgente iba a Haití -y viceversa- dentro de la ambulancia que amparada en su ulular y en el soborno entraba y salía de Haití.
Pero para quienes le pagaban a Quirino por esos servicios el ropaje del contrabando equivalía a un pellizco de ñoco.
La cosa es que de repente haitianos “morían” de este lado y dominicanos de aquel lado y entonces el chofer de la ambulancia, solícito, transportaba a ambos lados cajas de muertos sin cadáveres, pero repletas de droga. Llegó a ser tan intensa la actividad “funeraria” de Quirino que el ulular de su ambulancia fue asumido como una “señal” para los narco traficantes. Sus actividades eran visibles a los ojos de muchos, pero no a los ojos de las autoridades…
A la larga, por su serenidad y efectividad Quirino se ganó el visto bueno de los supervisores y los agentes del narco mercado –cual agentes “escuchas” del béisbol profesional que cazan prospectos- y con el tiempo pasó a la categoría de “Capo” –jefe en italiano-, o a su equivalente de “Don”. Pasó a ser “Don Quirino”… y se movía a sus anchas entre las estructuras de un sistema narco económico cohesionado por poderes supranacionales hasta que… se metió en rojo en su ambulancia, ¡y en Nueva York!
Y eso no lo pasaron por alto los parapetados en la DEA.
¿Alguien podría darle “pa’bajo” después de su actual uso bochinchero y caricaturesco prevalido de un periodismo de pistola? Como que me late que sí…