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En obra literaria Balaguer desdeña el río Higuamo
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez, periodista científico
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez, periodista científico
Nota: este trabajo fue publicado en el semanario El Coloso de Macorix, de fecha 15 de agosto de 1996, en la página 9.
SAN PEDRO DEMACORIS.- El doctor Joaquín Balaguer quien ha alcanzado notoriedad relevante por su larga y profunda carrera en el ejercicio político, siendo presidente de la República Dominicana en los período1958-62, 1966-78,-86-96, también se ha destacado por sus condiciones intelectuales, culturales y literarias.
El rosario de su novedosa producción literaria lo ha situado dentro del selecto de los más laureados genios de la literatura nacional; el prontuario de obras publicadas así lo atestiguan.
Y dentro de este rico arsenal de producción literaria y cultural puso a mediado de 1996 en circulación su obra literaria, “Yo y Mis Condiscípulos”, la cual es un sumario de anécdotas, vivencias, recuerdos al conjunto de la plasmación de nuevas ideas humanas y filosóficas.
Entre sus remembranzas el escritor Joaquín Balaguer le dedica más de 13 páginas a los ríos, haciendo particular mención a los que considera los mas importantes del país y de otras latitudes del universo.
Su valorización de los ríos la inicia señalando que “Nací y crecí, como ya he dicho, en una sección rural de la provincia de Santiago, es decir, en una aldea situada estratégicamente en la ruta que comunica desde el corazón del Cibao Central hacia el oeste con el puerto de Montecristi y hacia el norte de Puerto Plata”, señala el ilustre escritor dominicano.
De inmediato se adentra por los recodos del devaneo referencial enfatizando la importancia geográfica del río Yaque diciendo que “Esta vía fluvial era entonces cristalina y poderosa”, destacando que sus visitas a ese río eran diarias y que durante mucho tiempo formó parte de sus “diversiones preferidas”.
“Los ríos son los que personalizan a las ciudades y los que dan nombre a ella. Los pueblos que tienen la dicha de crecer a la vera de un gran río o de un manantial cualquiera por pequeño que sea, son pueblos privilegiados que viven y prosperan en gran parte, gracias a ese regalo precioso de la naturaleza”, dice.
A continuación el doctor Balaguer hace referencia poética del Sena de París y el Támesis de Londres, considerándolo los principales encantos de esas dos grandes ciudades «“pese a que en sus aguas contaminadas y sin viejo esplendor no se reflejan ya ni las piedras multiseculares de la Abadía de Westminster ni las viejas plazas en que fueron decapitadas las reinas María Estuardo y la segunda mujer de Enrique VIII, Ana Bolena”, dice.
Expresa que “Esa joya histórica que se llama Florencia no nos entusiasmaría hasta el delirio ni llenaría hasta el éxtasis nuestro corazón de fruiciones románticas, si en su alrededor no existiera el Arno, en cuyas aguas percibe aún el visitante la sonrisa de la Gioconda y la gracia sobrenatural de la madonas de Rafael”, apunta.
Balaguer señala que la mayoría de las grandes ciudades se conocen más por esos ríos que por sus héroes y por sus monumentos. Tal es el caso de la ciudad de San Pedro de Macorís que se conoce históricamente por el río Higuamo o río Macorix, cuyas aguas fluviales se han convertidos en la “ Musa” inspiradora y motivante de los videntes que han hecho de sus aguas el vehículo protagónico de sus añoranzas y deseos.
Joaquín Balaguer hace mención del río Guadalquivir considerándolo que “se halla inseparablemente unido a la historia del descubrimiento de América” .Cita al novelista uruguayo, Francisco Napoleón Ponce de León, quien en su obra “Maluco”, refiere “el paso por esa arteria sevillana de las pequeñas naves en que protagonizó Magallanes el primer viaje del hombre alrededor del mundo”, explica.
“No menos llena de historia y menos cargada de milagros se hallan las aguas de los ríos por los cuales navegó, desde Cartago hasta el Istmo de Corinto, Fílipo de Macedonia”, agrega.
“Las aguas de los ríos son también fascinantes. Poseen secretos en sus ondas que sólo se hallan al alcance de los dioses. En las del Jordán fue bautizado el Redentor del género humano y en ellas también brilló desde su cenit la estrella del civilizador por excelencia de la raza hebrea”. Sostiene.
Menciona los ríos Nilo, de Egipto, el Rodano de Francia, el Garona, en Lyón, el Marne, francés, el Rhin de Alemania, del cual destaca que una poesía escrita en 1840 en su nombre estuvo al punto de provocar un conflicto bélico entre Francia y Alemania.
Luego de estas referencias de ríos de otros países, Balaguer comienza su referencia de los ríos nacionales. Habla del Yaque del Cibao, del Ozama de Santo Domingo, el Yaque del Sur, “el Yuna, el Camù, el Bao, el Jimenoa, el Soco, el Yásica, el Masacre, y el Artibonito, que carecen de verdadera relevancia histórica pero que cumplen cabalmente con el extraordinario cometido de hermosear la isla y de hacer su espacio habitable”, indica.
En todo lo largo de las más de 13 páginas que Balaguer le dedica a los ríos en ninguna parte menciona al río Higuamo ni al río Soco, ambos situados en el corazón de la ciudad oriental de San Pedro de Macorís. Desdeña e ignora ex profeso la rica historia de estos ríos orientales, y en particular del Higuamo, la importancia que tiene en el sentimiento histórico, espiritual, emocional y moral de los residentes en esta pluralizada comunidad costera.
Balaguer habla de “los prodigiosos charcos de los Tres Ojos, el Amazona de Sur América, el Danubio que inspiró “ las operas de Straus”, en fin, el doctor Joaquín Balaguer, hace un vasto recorrido literario de lo que él considera los más importantes ríos del mundo y de nuestro país y en ningún caso se asoma a mencionar el río Higuamo, cuyas aguas fétidas, contaminadas y putrefactas por el descuido, en gran parte, de los gobiernos de 22 años que él encabezó y en el cual se toleró y patrocinó las más criminales talas de sus manglares y flora, el asesinato de sus especies y la arrabalización de su contornos y entornos.
Ignoró su propia palabra en la que califica justamente a los ríos como “principal recurso natural de que disponen los pueblos, se convierten a veces en el símbolo supremo de los sentimientos patrios. Por sus aguas viaja en imágenes toda la nación, con sus paisajes más hermosos, con su cielo más transparente y con su sueño más pura. Cada ciudad, como Narciso, según en la contemplación de su propia belleza”, apunta el extraordinario poeta y escritor dominicano.
(En el entorno geográfico de San Pedro de Macorís están los ríos Higuamo y Soco).
El río Higuamo, nuestro amado río Higuamo, posee más que los encantos primorosos de sus nostálgicas aguas la fuente de vida de las más altas voces de la poesía nacional. Inspirados en sus aguas nacieron los versos de los hermanos Deligne, de Francisco Domínguez Charro, de José Joaquín Pérez, entre otros exquisitos poetas nuestros; también ha sido un estimulo literario para consolidar la grandeza de la patria con la lírica majestuosa y conmovedora trazada por nuestro inmortal Poeta Nacional Pedro Mir. Sin el rocío mágico del río Higuamo ellos jamás hubiesen existidos.
Nota: este trabajo fue publicado en el semanario El Coloso de Macorix, de fecha 15 de agosto de 1996, en la página 9.