Escrito por:Luis Beiro
Santo Domingo, lunes 16 enero 2016.- Si la palabra solidaridad tiene alguna importancia en este mundo de hoy, habría que nombrar con ella la impronta de Federico Jóvine Bermúdez, amigo a carta cabal, poeta de incansable estampa y dominicano ejemplar, de esos a quienes le importaba en demasía su bandera y, con ella al pecho, alzo vuelo para demostrar que en esta media isla viven gentes que saben el valor de los demás, aun en las peores circunstancias.
La noticia de su muerte deja un hueco en la historia de la cultura nacional. Federico representaba una especie en extinción, esa especie que no se avergonzaba de gritar a los cuatro vientos el orgullo de ser poeta, esa especie que gustaba del b7uen vino en cualquier circunstancia y que siempre llevaba la sonrisa franca, el chiste constante y la mirada sincera del que sabe valorar los productos que nacen en las más altas esferas del espíritu.
Fue colaborador de Listín Diario. Y si en los últimos años no tuvo una presencia mayor, fue por la consecuente reducción de los espacios culturales, hecho que impedía que muchísimas firmas de valor, como la suya prosiguieran enviando mensajes de valor a sus lectores.
Para suerte del país, no vivió en vano ni se enriqueció con el producto de su trabajo. Por el contrario, el poco dinero que obtuvo como resultado de su trabajo lo invirtió en su propia familia, en la publicación de sus libros y en llevar un estilo de vida propio de poeta. Para suerte de todos, nos dejó una colección de libros que no podrá ser ignorada por los futuros estudiosos de las letras nacionales, quienes se encargarán de colocarlo en el justo lugar que merece en la historia de la cultura nacional. Nos dejó su copiosa barba, su figura indeleble y la profunda marca de una vida dedicada a hacer el bien y a escribir sin que le temblara el pulso.
Listín Diario despide ahora a quien supo enseñarnos con su vida y con su obra el valor de ser poeta, aun en circunstancias difíciles para los amantes de la literatura.