Miguel Hernández: un poeta de pluma y fusil

Miguel Hernández Gilabert fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Fecha de nacimiento: 30 de octubre de 1910, Orihuela, España. Fecha de la muerte: 28 de marzo de 1942, Alicante, España. Wikipedia

Escrito por: Mariano Vivancos

Jueves 30 de marzo, 2017.– Miguel Hernández nació en Orihuela (Alicante), el 30 de octubre de 1910. De familia campesina. No le costearon la educación, ya que con 15 años abandonó la escuela para ser pastor de cabras. Además de cuidar el rebaño, leía constantemente y escribió sus primeros poemas. En la biblioteca pública formó un grupo literario. En junio de 1931 Hernández es elegido presidente de las Juventudes Socialistas de Orihuela, dimite dos meses después.

Llega a Madrid a finales de 1934. Tanto literaria como políticamente comienza a mostrar una preocupación social y política, sobre todo a raíz de su amistad con el poeta comunista chileno Pablo Neruda y Raúl González Tuñón, miembro del Partido Comunista de Argentina, que fue su verdadero guía ideológico. De ambos, recibió Hernández la influencia literaria que le acerca a la poesía vanguardista, así como a la ideología comunista. Despierta la conciencia del poder transformador de la palabra y la función social y política de la poesía.

Miguel Hernández exalta: los oficios de la tierra (que requieren las manos del campesino), su esperanza en la juventud y la confianza en la lucha revolucionaria contra la explotación capitalista. Pero lo que hacía que el mensaje fuera eficaz era la identificación plena de su vida y su obra. Su condición de clase le acompañó en su poesía así como en su militancia.

Sus principales obras: Perito en lunas, El rayo que no cesa, Viento del pueblo, Labrador de más aire, Teatro en la guerra, El hombre acecha, Cancionero y romancero de ausencias.

Al empezar la Guerra Civil (1936-1939), se alista en el Quinto Regimiento (organizado por el Partido Comunista), del que llega a ser Comisario Político, estando en los frentes de Andalucía, Extremadura, Teruel y Madrid. No quiere ser un intelectual de retaguardia, dar recitales y arengas en el frente y volver por la noche a casa; quiere luchar, con el fusil y con la pluma, al lado de su pueblo.

Asistió al 2º Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en Madrid. Viajó a la URSS en representación del gobierno de la República.

Terminada la guerra intenta pasar a Portugal, detenido por la policía fascista portuguesa en la frontera, le devuelven a España. Juzgado y condenado a muerte; posteriormente se la conmuta por la de treinta años (Franco no quería otro Lorca). En varias ocasiones le ofrecieron la libertad bajo una condición que nunca aceptó: renunciar a sus ideas comunistas.

Pasó tres terribles años en distintas cárceles, enfermó de una tuberculosis no tratada que le causó la muerte física el 28 de marzo de 1942, hace 75 años, contando con tan sólo 31 años de edad. No pudieron cerrarle los ojos, hecho sobre el que Vicente Aleixandre (Premio Nobel de Literatura) compuso un poema.

No sólo fue un poeta sino que también fue un ejemplo de militante, por no haber claudicado aunque ello le costara la vida, por conseguir –mediante su brillante literatura– el reconocimiento internacional y haber dejado de lado todo lo que tenía por luchar en el frente. También por vivir y actuar como debe hacerlo un poeta comunista: luchando y trabajando día a día, huyendo de las concepciones intelectuales burguesas y pequeñoburguesas.

NO QUISO SER

No conoció el encuentro
del hombre y la mujer.
El amoroso vello
no pudo florecer.

Detuvo sus sentidos
negándose a saber
y descendieron diáfanos
ante el amanecer.

Vio turbio su mañana
y se quedó en su ayer.

No quiso ser.

CANCIÓN DEL ESPOSO SOLDADO

He poblado tu vientre de amor y sementera,
he prolongado el eco de sangre a que respondo
y espero sobre el surco como el arado espera:
he llegado hasta el fondo.

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida.

Ya me parece que eres un cristal delicado,
temo que te me rompas al más leve tropiezo,
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado
fuera como el cerezo.

Espejo de mi carne, sustento de mis alas,
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo.
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas,
ansiado por el plomo.

Sobre los ataúdes feroces en acecho,
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho
hasta en el polvo, esposa.

Cuando junto a los campos de combate te piensa
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura,
te acercas hacia mí como una boca inmensa
de hambrienta dentadura.

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera:
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo,
y defiendo tu vientre de pobre que me espera,
y defiendo tu hijo.

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado
envuelto en un clamor de victoria y guitarras,
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
sin colmillos ni garras.

Es preciso matar para seguir viviendo.
Un día iré a la sombra de tu pelo lejano,
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo
cosida por tu mano.

Tus piernas implacables al parto van derechas,
y tu implacable boca de labios indomables,
y ante mi soledad de explosiones y brechas
recorres un camino de besos implacables.

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

AZAHAR

Frontera de lo puro, flor y fría.
Tu blancor de seis filos, complemento,
en el principal mundo, de tu aliento,
en un mundo resume un mediodía.
Astrólogo el ramaje en demasía,
de verde resultó jamás exento.
Ártica flor al sur: es necesario
tu desliz al buen curso del canario.

CANCIÓN PRIMERA

Se ha retirado el campo
al ver abalanzarse
crispadamente al hombre.

¡Qué abismo entre el olivo
y el hombre se descubre!

El animal que canta:
el animal que puede
llorar y echar raíces,
rememoró sus garras.

Garras que revestía
de suavidad y flores,
pero que, al fin, desnuda
en toda su crueldad.

Crepitan en mis manos.
Aparta de ellas, hijo.
Estoy dispuesto a hundirlas,
dispuesto a proyectarlas
sobre tu carne leve.

He regresado al tigre.
Aparta, o te destrozo.

Hoy el amor es muerte,
y el hombre acecha al hombre.

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