Guía del ex izquierdista. Comunista arrepentido

Guía del ex izquierdista

Nota de edición: Tres artículos de opinión que abordan el tema desde ópticas distintas. Cualquier semejanza con la realidad actual es pura coincidencia con la deserción, la traición y la apostasía política e ideológica, oportunista e inmoral del presente. De gente sin escrúpulos ni dignidad, carente de principios filosófico en su vida, o de aquellos militantes emotivos de la pequeña burguesía trepadora y ruin. Hoy, ARREPENTIDOS, le  sirven alegremente a la dominación oligaqrquico imperialista global.

Escrito por: Anulfo Mateo Pérez. Barrigaverde.net

Publicado en enero del 2007

Foto  del autor del artículo.

En Rusia, los bolcheviques ocupaban el lado izquierdo del pasillo del parlamento y los mencheviques el de la derecha, y desde esas equidistancias expresaban sus opiniones y sostenían sus confrontaciones entorno a los más candentes temas de la política.

Los «ex izquierdistas», nunca fueron revolucionarios. No desbordaron los límites del resentido social… del rebelde sin causa. Su problema es trascender, hacer su «revolución» personal, escalando hasta donde el sistema de injusticias y privilegios del «capitalismo salvaje» y decadente se lo permite, usando las malas artes que ayer impugnaban.

Las expresiones «derecha» e «izquierda» surgieron hace más de un siglo en el parlamento francés y en otros, como la Duma en Rusia, donde quienes apoyaban la monarquía se sentaban al lado derecho y los que se oponían a ella se sentaban del lado izquierdo del pasillo central.

En Rusia, los bolcheviques ocupaban el lado izquierdo del pasillo del parlamento y los mencheviques el de la derecha, y desde esas equidistancias expresaban sus opiniones y sostenían sus confrontaciones entorno a los más candentes temas de la política, la economía y la filosofía.

Para algunos, el término «izquierda», es sinónimo de radical, revolucionario, socialista y comunista. El de «derecha» lo es de conservador, reaccionario, capitalista e imperialista. Estos dislates, en algunos casos, son compartidos por los que carecen de una formación política integral y por quienes, conocedores de ellos, pretenden confundir a incautos.

Muchos «izquierdistas» han devenido en derechistas consumados; en sujetos que luego de un «mea culpa», han terminado negando las ideas que decían defender para colocarse en posiciones nada edificantes, acompañadas por lo general con prácticas alejadas de la ética política y haciendo compañía a los que ayer fueron blancos de sus críticas y accionar.

Se «limpian» de sus «pecadillos de juventud» a los ojos de los responsables de la desgracia del país. Se guían de aquella reflexión maniqueísta de que «se es imbécil a los 20 si no se es radical; se es imbécil a los 40 si sigue siéndolo», que se pasa «de incendiario a los 20 a bombero a los 40». Es decir, que se tuvo una juventud agitada antes de llegar a la edad de la razón.

Hablan del «fracaso» del socialismo; no se refieren a Fidel, sino a Castro y le anteponen el término de dictador en sustitución al de compañero. Para ellos, Chávez no es un revolucionario, sino un «loco populista» con vocación despótica. La falta de libertades en Estados Unidos y la docilidad de la gran prensa a los mandatos de Bush, son resultados del terrorismo, mientras a las medidas de seguridad en Cuba y Venezuela frente al imperio, las califican de «atentado a la libertad».

Estos especímenes arrepentidos, son dados a descalificar al Estado, y lo etiquetan de ineficaz, burocrático, corrupto y corruptor, en contraposición a la «economía privada» y al «mercado», con su dinamismo, su capacidad de innovación tecnológica.

A los que mantienen las ideas de un país libre, independiente, soberano y con justicia social, les llaman delirantes, «termocefálicos», atrasados, fanáticos, fundamentalistas y otros calificativos despectivos.

Los «ex izquierdistas», nunca fueron revolucionarios. No desbordaron los límites del resentido social… del rebelde sin causa. Su problema es trascender, hacer su «revolución» personal, escalando hasta donde el sistema de injusticias y privilegios del «capitalismo salvaje» y decadente se lo permite, usando las malas artes que ayer impugnaban.

Por todo eso, y mucho más, guardan silencio o justifican que una obra de arte del entrañable y siempre recordado Silvano Lora, sea destruida en el recinto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, para plasmar un mamotreto en su lugar que resalta la figura de Joaquín Balaguer. Gente desvergonzada que se empeña, sin lograrlo, en borrar la historia y todo vestigio de dignidad y decoro.

Guía del ex izquierdista

Escrito por: Emir Sader. Rebelión

Sirve para aquellos que aceptaron las famosas «propuestas irrecusables» y asumieron cargos de jefe en grandes publicaciones de un medio monopolista o en alguna gran empresa privada, que exigen silencio o declaraciones adaptadas a los intereses de los «patrones» (olvidándose de que no existen «propuestas irrecusables» sino espinazos excesivamente flexibles).

No serían casos aislados, finalmente las redacciones de esos órganos de medios privados están llenas de ex comunistas, ex trotskistas y ex izquierdistas en general, «arrepentidos» o sencillamente «convertidos» y que se pasan toda la vida – como ciertos «intelectuales» de las universidades, que ganan a cambio amplios espacios en las grandes empresas – diciendo que ya no somos lo que éramos, «limpiándose» a ojos de la burguesía de sus «pecadillos de juventud».

Es indispensable la referencia a que «se es imbécil a los 20 si no se es radical, se es imbécil a los 40 si sigues siéndolo», o alguna alusión a lo de pasar «de incendiario a los 20 a bombero a los 40», dejando en el aire la afirmación de que se tuvo una juventud agitada antes de llegar a la edad de la razón.

Foto del autor del artículo.

Un buen comienzo puede ser decir que «el socialismo fracasó», que «está decepcionado con la izquierda», «que son todos iguales». Ya estará en condiciones de decir que «ya no hay ni derechas ni izquierdas», que algunos que se dicen de izquierdas en realidad son una «nueva derecha», son peores que la derecha y que por lo tanto es mejor ser equidistante. Del escepticismo se pasa fácilmente al cinismo de «votar a la derecha asumida» para derrotar a la «derecha disfrazada».

Otra modo es criticar vehementemente a Stalin, después de decir que fue igual que Hitler – «los dos totalitarismos» –, afirmar que apenas aplicó las ideas de Lenin, para decir finalmente que los orígenes del «totalitarismo» ya estaban en la obra de Marx. Decir que Weber tiene mayor capacidad explicativa que Marx, que Raymond Aron tenía razón frente a Sartre. Que el marxismo es reductor, que sólo tiene en contra la economía, que su reduccionismo es la base del «totalitarismo» soviético. Que no ha lugar para «subjetividad», que redujo todo a una contradicción capital ­– trabajo sin tener en cuenta las «nuevas subjetividades», advenidas de las contradicciones del género, de la etnia, del medio ambiente, etc.

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No hablar de Fidel sin utilizar previamente «dictador» y llamarlo Castro en lugar de Fidel. Descalificar a Hugo Chávez como «populista» y a su vez como «nacionalista», dándole a todo esto una connotación de «fanatismo», «fundamentalismo». Concentrar la atención en América Latina sobre Bolivia y Venezuela como países «problemáticos», «inestables», sin mencionar siquiera a Colombia. Siempre que se hable de la ampliación de la democracia en el continente, añádase «excepto Cuba». No hablar nunca del bloqueo usamericano a Cuba, sino siempre de la «transición» – dejando siempre suponer que en algún momento transitarán hacia las «democracias» que andan por aquí.

Decir que América Latina «no existe», son países sin unidad interna – pronunciar «cucarachos»[1] de forma bien despectiva. Que nuestra política externa ha de tener miras más altas, relacionarse con las grandes potencias y tratar de ser una de ellas, en lugar de seguir conviviendo con países de la región y los del sur del mundo – Sudáfrica, India, China, etc.

Pronunciarse en contra de las cuotas en las universidades, diciendo que introducen el racismo en una sociedad organizada en torno a una «democracia social» ­– será bienvenida una citación de Gilberto Freire y el silencio sobre Florestan Fernandes –, que lo más importante es la igualdad ante la ley y la mejora gradual de la enseñanza básica y media para que todos tengan finalmente – a saber cuándo, pero es preciso ser paciente ­– acceso a las universidades públicas. Decir, siempre, que el principal problema de Brasil y del mundo es la educación. Que hay trabajo, que existen posibilidades, pero que falta cualificación de la mano de obra. Que lo fundamental no son los derechos, sino las oportunidades – hablar de la sociedad usamericana como la más «abierta».

Descalificar siempre al Estado, como ineficaz, burocrático, corrupto y corruptor, en contraposición a la «economía privada», al «mercado», con su dinamismo, su capacidad de innovación tecnológica. Exaltar las privatizaciones de la telefonía – «antes nadie tenía teléfono, ahora cualquier pobre diablo en la calle va con un celular» – y la de la compañía Vale do Rio Doce, callar sobre el éxito de la Petrobras o afirmar que «imagina si se hubiera convertido en Petrobrax, ¡sería mucho mejor!»

Así pues, existen numerosos motivos para el que haya decidido dejar de ser de izquierdas – bastaría lo de «la caridad bien entendida empieza por uno mismo» – e intentar ganarse la vida de espaldas al mundo y para beneficio propio. El «mercado» retribuye generosamente a los que reniegan de los principios en los que un día creyeron.

Pero es mucho más fácil ser de izquierdas. No son necesarios pretextos, bastan las razones sobre lo que es este mundo y lo que puede ser otro mundo posible.

[1] N. del T.: «Cucarachos» es una expresión peyorativa usada en Brasil para referirse a los hispanoamericanos.

Guía del ex izquierdista

Un ex izquierdista sobre un izquierdista. Guía para ser izquierdista de hoy

Escrito por: Freddy Quezada. Gestor de Desarrollo de Proyectos de Transmisión en la Universidad Técnica del Estado de Chile

Foto del autor del artículo.

1. Llámele con confianza Fidel, y no Castro, como si usted hubiese estado con él en la Sierra Maestra cubana. “Castrismo”, definición correcta de corriente política, déjeselos a los troskystas mandelianos, lambertistas y morenistas (si aún existen) en sus pleitos eternos sobre la esencia del socialismo burocrático.

2. Trabajar discursos superficiales, ideológicos y rápidos. Nada hay más reaccionario y conservador que el marxismo de nuestros tiempos. Recuerde que la eficacia del discurso depende ahora no de las armas, de la ética y de la solidez de la argumentación, sino del precio del barril de petróleo. Un millón de dólares no necesitan de mucha persuasión ni profundidad demostrativa. Se toman o se dejan.

3. Ni se le ocurra comparar a Castro con Pinochet. Elija mejor a Stalin contra Hitler. Y deje bien claro que son diferentes y que uno es menos asesino que el otro.

4. Aférrese a esas innovaciones teóricas de Slavoj Zizek, regresando a Lenin, o a las de Zygmunt Bauman, invitando a una ética parecida al guevarismo con el dolor de los pobres que no podemos ver. Cuídese de no imitar sí, la originalidad de Zizek recreando a Lacan y la de Bauman a Jaspers. Tenemos que ser fieles a la tradición de no producir nada novedoso y no causar mala impresión a los europeos diciendo locuritas.

5.Por el contrario, en los discursos, instituciones e informes internacionales usar mucho a Weber y a Aron, pero entre amigos y en los salones de palacio preferir a Marx y a Lenin. Pero sin bajar de la circulación de las mercancías a su producción, con esa aburrida teoría de la plusvalía que usted nunca entendió. Manténgase dentro de la teoría de la circulación y siga diciendo que la riqueza la produce no el Estado, sino la empresa privada; cuídese de decir que son los trabajadores los que la crean y jamás se le ocurra hablar de internacionalismo proletario. Ocupe al Sartre prosoviético de relleno para llenarse la boca con frases existencialistas que usted no entiende.

6. Ocultar que llamar “Dictador” a dirigentes de izquierdas, nunca ha sido privativo de la derecha. Los trotskystas y los anarquistas siempre lo dijeron sin tapujos. Por esos los stalinistas masacraron a aquellos en la España de finales de los treinta y los marxistas, en general, calumniaron a estos en todos los países.

Foto del autor del artículo.

7. Callar que así como regresó el neoliberalismo con una mala conciencia “neocons”; así está regresando el marxismo con una mala conciencia “anarca”. Son sus respectivas sombras; donde se muevan los perseguirán.

8. Límpiese a los ojos de los caudillos del socialismo siglo xxi los pecadillos de la vejez y regrese a dar consejos a los Petras, Saramago, Galeano, etc. En especial recomiéndele a Emir Sader hacer un artículo que se llame “Guía para ser ex izquierdista”.

9. Siga creyendo y haciendo creer a los demás que América Latina existe. Hable en nombre de los indígenas, de los afroamericanos y comunidades asiáticas, de los países anglosajones pobres como Jamaica, Belice, así como de los amplísimos sectores desilustrados que no comprenden su vocabulario de clase media y diccionario de lengua española/lusitana; ignore que a ninguno de ellos le importa lo que usted o yo, ilustrados, digamos. Oculte la polémica sobre este asunto incómodo entre Raúl Fornet Betancourt, Dussel, Villoro y Scannone. Disimule ese hallazgo de Bauman de cómo los intelectuales de izquierda pasaron de ser legisladores soberbios de la Humanidad a intérpretes humildes de los distintos lenguajes. Les duele reconocer que ya nadie les obedece y les cree como antes.

10. Ría ante esa estrategia de cooptación de los sandinistas de incorporar a sus críticos al aparato de Estado. Como Evert Cárcamo que, desde su pésimo programa de humor, se burlaba de los diputados del mismo modo que ellos se burlaban de nosotros, pero ahora que es uno de ellos, está calladito. O de Ruth Herrera, luchadora beligerante de redes populares que, ahora en el gobierno, le quedan dos caminos: o le da curso a las reinvindaciones que ella misma dirigía en contra de ENACAL y destruye la lógica de esa institución; o reprime, evade, diluye y le da larga a las exigencias de la población y se vuelve una burócrata más. Llore con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, pero no con Carlos Mejía Godoy.

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