“Compañeras, estoy pensando que morir nada nos cuesta, que puede un golpe de plomo igual que un golpe de seda romper tu pecho y el mío esta noche, compañeras”… René del Risco Bermúdez.
Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
San Pedro de Macorís, domingo, 11.- agosto.- 2019.- .– El libro Nosotras, las de entonces, de la conocida periodista Margarita Cordero, impreso en mayo de este 2019, constituye un cuerpo literario armónico, original y fecundo. Sus párrafos muestran las pasiones y brillo de vivencias y episodios paradójicos escenificados en una época que patentizaba sueños, añoros, amores cándidos, ingenuos, y auténticos. Reminiscencias pluralizadas en la conciencia de la historia que nos conecta con una época marcada por un protagonismo de sangre y sudor vertidos por aquella juventud, que recién salida de su puericia, se encontró con una atmosfera tensa, confusa, incierta, y en cuyos acontecimientos envolventes plasmó sus emociones con rapidez meteórica, llevándolo a participar con bravía intrepidez, desafiante, al ruedo competitivo de la lucha política y social. Un escenario que desconocía a profundidad y a la que se integró con sinceridad e integridad desbordante; sumándose sin preguntas ni dudas al disfrute de un ambiente de libertad sin pre precedentes producida por aquella noche eterna de plomos justicieros, aquel martes 30 de mayo de 1961.
El libro inicia con la presentación escrita del conocido intelectual y crítico literario Diógenes Céspedes cuya presencia tiende a darle mayor fuerza de interés y atención a las 141 páginas que integran el cuerpo cultural de las ideas y remembranzas desarrolladas en el contexto literario realizado por Margarita Cordero. Atinada ponderación.
(Foto, de izquierda a derecha, la periodista y escritora Margarita Cordero, y el periodista y escritor Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo), autor del presente ensayo crítico).
Nosotras, Las de Entonces, nos narra la participación de la mujer dominicana en los acontecimientos sucedidos en nuestro país entre los años de 1961 hasta más allá de 1965. Es un antes y un después de la Revolución de Abril del 65. Es la evocación del esfuerzo y el sacrificio de un colectivo feminismo que evadió la celosa protección familiar para unirse a los varones, que cuales machos, se enfrentaban expuestos a todo peligro a la represión, peleando en las calles contra la gendarmería que lo acosaba, hostigaba, perseguía, y exterminaba como aves cazadas.
(Foto. La periodista y escritora Margarita Cordeo habla en la presentación de su libro, Nosotras, las de entonces.
Es el dialogo variado sostenido entre Margarita, Mabel, y Sabrina. Conversaciones llena de interrogantes entre el miedo y el olor a pólvora; sobre el griterío de una multitud enardecida reclamando, demandando, el regreso de Juan Bosch a la presidencia de la de la que había sido derrocado la madrugada del 25 de septiembre de 1963. Jóvenes mujeres militantes catorcista buscando en medio de la tempestad levantisca las coordenadas, las orientaciones, el rumbo, pues ya habían sonados los primeros disparos y los «jefes» del partido; de la izquierda ataviada con sus colores verdes, negro, rojo, no aparecían para dar las órdenes precisas, para convertir aquello en una insurrección verdadera, de cambio autentico. La vergüenza empujaba alinearse a las filas del combate. Son tres mujeres llena de orgullo y fe en esa revolución para la que se habían organizados, preparados y esforzados. Fueron seducidas, ideologizadas, y luchado por ello. Era su principal motivo para estar en las calles dando vueltas, confundidas entre esa muchedumbre frenética que vociferaba iracunda con fuerza de pueblo la consigna de regreso inmediato a la constitucionalidad. Allí estaban ellas, Margarita, Mabel, y Sabrina. Esperando con nerviosismo las directrices del Movimiento Revolucionario 14 de Junio (el famoso1J4), procurando también ser parte de esa historia que se producía antes sus ojos.
La obra es un acopio de memoria fascinante. Inmortaliza pensamientos, acciones, militancia, combates y desafíos. Vuelve las miradas sobre aquellas huellas de sangre y heroísmo donde flotó la dignidad y el decoro de una generación magnificente. No enrostra traiciones ni desengaño. No grita la frustración. Acuña la nostalgia en la posteridad para que resuene y avive conciencia, esclareciendo pretéritos sucesos irrepetibles escenificados por una generación única y excelsa, que no se siente derrotada y prosigue en su lucha, en su combate desigual, mirando con fe y optimismo cielo, sol, luna, y estos nuevos tiempos de claudicación, apostasía y cobardía. Enrostra el final elegíaco, la involución y el retroceso inmoral de los que han abandonados el camino de la decencia para asociarse, enrolarse, ser cómplices, de la vorágine del latrocinio que actualmente socava la república, sepultando con su conducta su pasado patriótico.
(Foto.- Momento cuando la periodista Margarita Cordero recibe del Presidente Danilo Medina, en el salón Las Cariátides del Palacio Nacional, el Premio Nacional de Periodismo 2015).
Resalta, prioriza, el papel desempeñado por esa juventud orgullosa y entusiasta (hembras y varones marchó, ) corriendo al encuentro con la historia, dispuesta, firme, valerosa, henchida de vocación revolucionaria, llevando en sus adentros, en sus labios, la herencia ética y moral de Duarte y los Trinitarios, los Restauradores de Gregorio Luperón, la hazaña de Gregorio Urbano Gilbert y los alzados del 1916; el martirologios de la Raza Inmortal, liderada por Enrique Jiménez Moya; el sacrificio de las hermanas Mirabal y Manolo Tavares Justo, el coraje patriótico del coronel Caamaño, las vidas entregada en las jornadas enfrentando la criminalidad represiva de los regímenes de Trujillo y Balaguer.
Nosotros, las de entonces, lo recuerda todo: los ramalazos del sufrimiento, la cosecha de decepciones, la desesperanza intentando frustrar el ímpetu de la lucha; la amargura al sentir los latigazos de la miseria y la pobreza, la persecución del odio de las elites dominante, las cicatrices del dolor cargado en el fantasma de la existencia que a pesar del esfuerzo golpea la memoria reclamando justicia y castigo para los verdugos. Porque a pesar de los tumbes, vacilaciones, deserciones, traiciones, siempre habrá lucha, combate, por un destino mejor para la mayoría oprimida y vilipendiada.
(Foto.- Momento cuando la periodista Margarita Cordero recibe el Premio Caonabo de Oro, junto al periodista Osvaldo Santana.
Estos relatos tienen una vitalidad histórica. Y aunque, quizás, estén dirigidos a los sobrevivientes de aquel pasado nefasto, también tienen el propósito de enseñarle a la juventud de hoy, a las nuevas generaciones al que la responsabilidad llama a hacer conciencia del pasado para poder construir un presente y un futuro de dignidad y decoro. No hay distingos generacional en cuanto aprender de la historia, sus testimonios pedagógicos pueden ser bandera floreciente para repudiar, condenar, denunciar y enfrentar el despotismo, robo y saqueo del erario público ejecutado por la dominación plutocrática.
Margarita Cordero nos expone con sentido crítico y autocritico lo que fue esa militancia espontanea, emotiva, carente de malicia y morbosidad; sin disfraz ni acomodo, sin subterfugios evasivos. Pleno en su existencia de sacrificio, mostrando sus músculos ocupados con las armas tomadas; defendiendo sin miramiento los ideales de los caídos. Allí estaban ellas, confundidas en su ropaje de faena junto a los muchachos, sus héroes amados, aclamados, venerados, en instante en que la muerte mostraba su sombra taciturna. En ella habla la conciencia de la patria estremecida en su cauce. Muestra la erupción del despertar político en carne viva, con su crudeza encendida, con su palpitar de suspenso y su intercalo estremecidos entre cada acontecimiento con su fragor espeluznante, terrorífico y espantoso, que va nutriendo la historia en su trayectoria dialéctica.
Esta narrativa comienza con un auto-diálogo, hablando en voz alta, para sí y para los lectores. Se queja de la obsolescencia de las cartas indicando con pesantez que escribirla en estos tiempos controlado por lo efímero se considera una locura. «Un anacronismo. Todo es ahora tan rápido y fugaz, tan parpadeante, que me deja siempre la sensación de no haber sido. No me acostumbro a esta prisa que pasa por encima de mi vida y la reduce a unas horas vacías que se suceden frente a mi desesperación. Envejezco, y no puedo decir que no me molesta. Mi vida se está yendo sin remedio, sin darme siquiera la oportunidad de hacer algo compacto con sus fragmentos para no sentir el remordimiento de haberla desperdiciado»… Con estas preocupantes reflexiones del presente personal comienza esta autora a desentrañar los pasos zigzagueante de su andar social, y político; de aquel transito difuso de su colectivo que se evapora en el degaste de la memoria; que concentraba la vida en esa militancia consagrada ceñida a una disciplina esquemática sin más pensamiento y objetivo que hacer la revolución orientado, estimulado, por la lectura de los clásicos: Max, Engels, Lenin, Trotski, Stalin, Mao; y la inspiración guerrea y de combate de Fidel, el Che, Ho Chi Minh y Vo Nguyên Giáp; el tremendismo de los Tupamaros, el valor del héroe y mártir vietnamita Nguyen Van Troi, fusilado el 15 de octubre de 1964, el estoicismo del periodista, intelectual y comunista checo Julius Fucik, fusilado por la Gestapo alemana el 8 de septiembre de 1943. De cómo aquellos anhelos gloriosos fueron reducidos, truncados, por la contención de las fuerzas del oscurantismo, la maldad y la felonía, que se impusieron con su superioridad militar. Detalla el ruido estruendoso de un pueblo sublevado. De una juventud rebelde sin más amor que el de su patria. Una epopeya llena de belleza, frustrada por un genocidio pavoroso. Todo iba bien hasta aquel 28 de abril de 1965 cuando llegaron las huestes intervencionista, las botas del norte brutal, que impusieron mediante el fraude de la voluntad popular el protervo doctor de los 12 años de terror y muerte.
Sustancia su alegoría sobre ese Abril ensangrentado con una introspección valerosa. «Debo confesar que recordar abril ha desencadenado una vuelta atrás de mí misma que ahora no logro refrenar. Es catártico. Todo viene en tropel y a veces temo que me aplaste, incapaz de contener la regresión de la memoria y el descenso al fondo de mi historia personal». «Era abril de 1965, la flor de lis de una generación de alquimistas de la patria futura, de un porvenir donde el metal corriente de la injusticia sería convertido en el oro de la equidad igualitaria por la piedra filosofal de nuestras ideas. Eso pensábamos. Después, cuando todo hubo concluido y la represión se cernió sobre sus presas, la flor de lis de esos sueños fue, como en el hombro de Milady de Winter, la marca infamante que permitió identificar nuestra historia y colgarnos, las manos atadas a la espalda, del pródigo árbol de la muerte…»
El texto transcurre, se desarrolla, en la interacción epistolar de Mujer uno, Mujer dos y Mujer tres, génesis de donde proceden las ideas que van conformando la integridad del texto, escalando el recuerdo histórico de la epopeya de una juventud apoteótica abanderada del honor hasta el más alto suplicio.
Expone la rigidez que había en una militancia cuasi religiosos, dogmática. «Las veleidades ideológicas serán siempre sexuales, indiscriminados apareamientos endogámicos que nos condenan a ser una izquierda políticamente tarada y genéticamente exhausta. Tamaño inventario de cópulas, salpicado con frasecitas de manual y nombres teutónicos o esteparios o antillanos o patagónicos»… «No hay vuelta floja. Somos una nueva religión secular y según sus dogmas el placer es un ataque directo del imperialismo contra la inexpugnable fortaleza de la clase obrera que hay que repeler a golpe de epítetos obsesivos, maniacos. Lo dice el Manual Soviético de Filosofía, teta nutricia de la que mamamos ávidos; el marxismo condena toda posición extrema, y pone en la lista la intemperancia en la satisfacción de las necesidades, el lujo superfluo, el reducir la vida a la consecución hedonista del placer. Leer entre líneas; prohibido gozar, que el placer crea malos hábitos y distrae la atención del gran proyecto histórico. Prohibido también el onanismo porque deja ciego y la revolución necesita los ojos vigilantes de todos sus hijos y sus hijas para poder cumplir su salvador cometido».
Margarita refresca el precario silencio de una siesta inquieta, la textura gomosa que embarró tu ciudad, de tu desnudez física para pensar mejor, de los colores de las casas, del hombre que se ama en la adolescencia del primer beso en la boca que desencadenó «la furias del deseo que te hicieron temblar de pies a cabeza y anhelas el derretimiento de tu cuerpo y el de tu amante, ansiar con una fuerza animal que todo concluyera–oh paradoja–en ese interminable vértigo que amenazaba con devastarte,…».
Nosotras, las de entonces, es un reconocimiento a la mujer que estuvo presente en esas jornadas emancipadoras de Liberación Nacional. A las que cayeron en medio de la faena como Yolanda Guzmán, a las que sobrevivieron y continuaron inmersa en esa titánica tarea de la militancia y las batallas públicas, controlando los sobresaltos de lo imprevisto, leales y fieles a su cometido, subsistiendo en la clandestinidad, encarceladas, perseguidas, dando la cara por los maridos presos y perseguidos, visitando los presos políticos, generando proclamas desafiantes, promoviendo la transformación social y abogando por un sistema político de respeto a la condición humana. Constituye un monumento a la abnegación de esas valerosas heroínas de la democracia y la libertad. Mujeres valerosas como Hilda Gautreau, Emma Tavárez Justo, Piky Lora, Aniana Vargas, Gladys Gutiérrez, Carmen Mazara, Elsa Peña Nadal, Venecia Juan, Edith Altagracia Ferreira, Fiume Bienvenida Gómez Sánchez, Milagros Concepción, Elvira Grecia Johnson Ortiz, Gisela Antonia Mercedes, Ana Joaquina Viñel Taveras (La China). Honor permanente a sus nombres, y también una admonición contra la degeneración de aquellas y aquellos orondo en su decadencia moral convertidos hoy en delfines de la opulencia resultante de su oportunismo profesional y el cohecho y la delincuencia derivada de su ejercicio del Poder Político. ¡Farsantes inescrupulosos! ¡Camaleones que supieron disimular sus reales ambiciones perversas!
Este libro se asemeja a Un Hombre, de Oriana Fallaci, que describe los sinsabores de la tortura y la barbarie de regímenes totalitarios, contrasta con la actitud firme e indoblegable de una mujer de temple ejemplar que corrió todos los riesgos para solidarizarse con la causa del hombre que amaba: Alekos Panagoulis. «La estremecedora historia de amor y muerte entre la periodista y un Ulises apátrida, incrédulo a los dioses». Y que llevó a la prestigiosa periodista italiana a sentenciar para sí «un hombre debe ser valiente para conquistarme». En el mismo la controversial comunicadora europea expone con dureza y rabia «la eterna leyenda del héroe que se bate solo, pateado, vilipendiado, incomprendido. La eterna historia del hombre que rechaza plegarse a las iglesias, a los temores, a las modas, a los esquemas ideológicos, a los principios absolutos vengan de donde vengan, se revistan del color que sea, del hombre que predica la libertad. La eterna tragedia del individuo que no se adapta, que no se resigna, que piensa por su cuenta, y que paga por ello con su vida». Y aquí coincide con Margarita Cordero quien mareada de tanta ideología pura hurga en los sentimientos del pasado, en los compromisos contraídos y abandonados, «cambiados como veletas al conjuro del tiempo» o «engañados por las trivialidades históricas», para aterrizar en un presente nauseabundo. En un estercolero de indecencia publicitada y exaltada por los nuevos burgueses del Estado. Ladrones de sacos y corbatas, amaestrados en el engaño y viviendo sobre su petulancia repulsiva.
La gloriosa gesta de Abril tuvo un desenlace trágico y doloroso. Sollozos y lágrimas ocuparon el lugar de los fusiles. El espacio donde las muchachas leían los versos y poemas del español Miguel Hernández fue tomado violentamente por las botas interventoras. Sus pisadas torvas indicaban con claridad escalofriante quienes se habían impuesto: «García Godoy manda en el palacio, los yanquis en el país».