Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez
Tomado de las paginas 131 a la 144 del libro, Freddy Gatón Arce vuela en arcoíris de palabra, de la autoría del periodista Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).
San Pedro de Macorís, domingo 13 de marzo 2022.- Freddy Gatón Arce, 1920-1994, inició sus pasos en el mundo literario en el ámbito del surrealismo cuyo novedoso neologismo atraía a la juventud ansiosa por incursionar en soñadas producciones literarias, su manifestación cultural encuadraba en su imberbe imaginación llena de desafíos competitivos. Vlia, su primera creación estética, fue una obra lanzada a las interpretaciones, conjeturas, debates, sacudidas e interrogantes del ambiente intelectual de la época. Su alumbramiento lo proyectó con rapidez sustanciosa, y más aún, llamó poderosamente la atención de los eruditos culturales quienes la recibieron con esmerado asombro.
En ese tiempo el surrealismo fue moda y calco, aquellos que levantaban su insignia revolucionaban el entorno de sus pasos avanzando entre lo inconsciente y lo irracional en función de anhelados cambios tanto en la sociedad como en el arte. Implicaba cierta dosis de valentía individual, como la del francés Guillaume Apollinaire, 1880- 1918, el primero en emplear este término en 1917, prolifero autor de libros como El poeta asesinado, el poema Salomé, Meditaciones estéticas. Los pintores cubistas: sobre la pintura pintores nuevos, Las hazañas de un joven Don Juan, El puente de Mirabeau, Caligramas, La Chanson du mal-aimé, la suma de poemas conversatorios conocidos como Alcoholes, y la novela erótica, Las once mil vergas, entre otras estupendas producciones, cuya inmediata receptividad fue plasmada en la pictórica osadía desafiante de Pablo Picasso, Salvador Dalí, Paul Klee, Max Ernst, Fernand Léger, Jean Arp, Joan Miró, Man Ray, Giorgio de Chirico, Juan Gris y René Magritte; cuyas obras impactantes proyectaron el destello de su significado estético, y que apropiara con su lucidez teórica André Breton, quien junto a Paul Éluard, lo difundirían planetariamente. Breton lo diseminó desde su acucioso estudio sobre la producción científica de Sigmund Freud en cuyo resultado encontramos la escritura automática. Esa que es emoción y espontaneismo viviente. Expresión de los adentros en busca de una autentica libertad expresada en los contentivos textos poéticos de Paul Éluard, Antonoin Artaud, Federico García Lorca, Max Jacob, Octavio Paz, Jean Cocteau, Domingo López Torres, Blaise Cendrars, Jules Laforgue, José María Hinojosa, Paul Morand, Penelope Rosemont, Vicente Aleixandre, Oliverio Girondo, Raymond Radiguet, Katsue Kitasono, Alejandra Pizarnik, Phillippe Soupault, César Moro, Conde de Lautréamont o Conde de Lautréamont, Benjamin Péret, Joyce Mansour, Vittorio Bodini, Emeterio Gutiérez, René Char, René Gravel, Robert Desnos, Jean Cocteau, Alice Rahon, André Salmon, Tristán Tzara, Dorothea Tanng, Giséle Prassinos, Philip Lamantia, Greta Knut, y Max Emst, entre otros tantos extraordinarios poetas del mundo.
El surrealismo se sustentaba en un discurso político y filosófico censurante de toda hegemónica maniquea. Su aparición en el contexto histórico de las dos grandes guerras ocurridas entre los años 1914 a 1945, llamó poderosamente la atención y la adhesión de la juventud con inclinaciones intelectuales, Y por lo tanto, los de República Dominicana no podían ser la excepción. En consecuencia, el surrealismo tuvo espacio en el pensamiento cultural de aquellos jóvenes inclinados a un mundo literario amplio y sin cortapisas. Lo asumieron como un deber estético sin pensar que se pudiese interpretar como un desafío al sistema político o una riesgosa terquedad juvenil. Se fundamentaba en la necesidad de explorar otros horizontes del conocimiento poético y literario. La primera escaramuza de todo joven despierto es identificarse, simpatizar, y acercarse a lo prohibido. Es el inicio de su madurez en acenso, el ahondamiento de sus pasos por líneas colmadas de desafíos. Y Freddy Gaton Arce se sumó con entusiasmo por esa ruta de imprevisto inspspechado. En ese ambiente nació Vlia, su primer parto literario y narrativo que lo perfiló y catapultó como escritor.
Vlía, escrito en 1943, es su conjunto de estrofas versificadas más conocida y comentada por la crítica literaria alrededor de la integridad total de la obra de Freddy Gatón Arce. La particularidad metafórica y subjetiva de los párrafos textos nos obliga a subrayar que fue un alumbramiento único en la literatura dominicana cuya analogía de imágenes alteró la rutinaria producción domesticada del parnaso doblegado. Cubierta en el surrealismo por cuanto como concepto permite trascender cualquier espacio limitado, una condición especial de multilateralidad sinóptica más allá de la intención lirica en razón de que, “es la criatura verbal que navega entre dos aguas como en un infierno inevitable de indecisiones y de búsquedas, debiendo considerársela, por ello, la primera gran obra de vanguardia escrita en el país” dice sobre su nacimiento Manuel Mora Serrano. Rebasa la conformación de un mero cuerpo ficticio para convertirse en una mezcla alegórica de encabalgada amplitud silábica y cuya exégesis literaria sobrepasa la conformación de su tiempo de construcción, decimos nosotros.
Las prosas insertadas en las 102 páginas de Vlía suman una alegórica composición textual explayada con acentuada marca surrealista. Su difusion primaria circuló dentro de un selecto y reducido círculo de autores fríos, circunspectos y conservadores, verbigracia, Manuel Rueda, Manuel del Cabral, Domingo Moreno Jiménez, Aída Cartagena Portalatín, Máximo Avilés Blonda, Franklin Mieses Burgos, Rubén Suro, Manuel Mora Serrano, Max Uribe. Autores brillantes que evitaban al máximo todo tipo de problema con el régimen de Trujillo.
Quizás la timidez conocida en Freddy Gatón Arce lo llevó a expresarse con acentos interpretativos o la conciencia de que debía comportarse con sigilo frente al dominio bestial de la dictadura trujillista. Hay que situarse en espacio y tiempo para emitir criterios con la objetividad requerida. No obstante, cabe apuntar, que para esa época llegaron al país cientos de refugiados políticos españoles entre los cuales hubo hombres vinculados a las letras, intelectuales, profesores universitarios y reconocidos militantes culturales. Fueron los años de la guerra civil en España (1936-1939) que culminó con el triunfo del franquismo fascista. (Francisco Franco Bahamonde (4 de diciembre de 1892, 20 de noviembre de 1975). Estos exiliados revelaron su capacidad intelectual dedicándose a enseñar a través de sus diálogos, interrelaciones sociales y contactos con el panorama culto prevaleciente en la capital. El escritor busca por lo regular a su colega de oficio, hace empatía con su igual del ambiente con facilidad aunque en el trascurso de las exposiciones contrastantes lo lleve a distanciarse críticamente por celosa rivalidad competitiva. De las relaciones con esa gama de hacedores culturales surgieron actitudes flamantes en cuyo desarrollo florecieron conductas contestatarias.
También llegaron de otras nacionalidades como el conocido periodista, poeta y escritor chileno Alberto Baeza Flores, (1914-1998). La presencia magnética de éste fue trascendente, bajo su liderazgo se conformó el grupo de pensante literario conocido como «Generación del 48», de la que Freddy Gastón Arce fue una de sus principales figuras de vanguardia. Este grupo liderado por el poeta Lupo Hernández Rueda, surgió con la idea de renovar la creación artística literaria partiendo de una base estética. «El primero en publicar fue Máximo Avilés Blonda; luego, Rafael Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Abel Fernández Mejía, Abelardo Vicioso y Lupo Hernández Rueda.
El nombre de «Generación del 48″ dado a estos poetas surgió cuando el escritor español Leopoldo Panero, interesado por lo que él bautizó como «uno de los brotes poéticos más prometedores con que cuenta hoy la poesía general de habla española”, cuestionó a Máximo Avilés Blonda acerca del nombre del grupo y de la producción de éste: Generación del 48 fue la respuesta de Avilés Blonda, quien al no encontrar una salida apropiada a la inesperada pregunta de Panero, rememoró la fecha de la primera publicación de la Sección Escolar del periódico El Caribe, dirigida por María Ugarte». Sobre el tema el conocido crítico literario Odalís Pérez apunta, “para la generación del 48 la poesía es ser, lenguaje, mundo, libertad y arrojo” Añadiendo, “para la Generación del 48, el poema traslimita su metaforización, logo, ruptura, misturas, confluencias. Es transgresión de la lengua, eufonía y compromiso, desde el discurso poético del sujeto creador”. Freddy Gastón Arce se unió al grupo y sobresalió como una de sus principales figuras de vanguardia. Este conglomerado poético constituyó un prisma revolucionario trascendente al dedicarse a mezclar la tradición clásica referente en sus composiciones poéticas, así como un arte que fuera solidario y se identificara con el dolor humano, con el amor, la naturaleza, y la preocupación religiosa. Esto lo llevó a involucrarse en los problemas sociales y políticos que les rodeaban. Apoyaban su trabajo en la libertad métrica sin abandonar lo clásico creando el verso libre, no sujeto a medida ni rima, el verso blanco sujeto a medida, pero no a rima y el versículo, sin número fijo de rima o de sílabas
El grupo de eruditos arriba descrito estuvo compuesto por Lupo Hernández Rueda, Víctor Villegas, Máximo Avilés Blonda, Abelardo Vicioso, Juan Carlos Jiménez, Ramón Cifré Navarro, Abel Fernández Mejía, Rafael Lara Cintrón, Alberto Peña Lebrón, Luis Alfredo Torres, y Rafael Valera Benítez.
«No todos los cuarentiochistas aceptaron el nombre de Generación del 48. Víctor Villegas, por ejemplo, prefirió el calificativo de Generación Integradora, debido a que el objetivo de éste era integrar lo dominicano a lo universal. Valera Benítez, entre tanto, sugirió el nombre de Generación de post-guerra, en referencia directa a la Segunda Guerra Mundial que había concluido poco años antes. El nombre de Generación del 48 fue controversial desde su origen. Marcio Veloz Maggiolo dice que los poetas del 48 «no representan realmente una generación. Diógenes Céspedes y Alberto Baeza Flores coinciden en llamarlo Grupo del 48. Más severos aún son Tony Raful y Pedro Peix cuando dicen: «Presuntuosa y desmedida es la denominación de Generación del 48 con que osaron bautizarse un grupo de poetas que advino a la poesía dominicana a finales de la década del 40″ (El síndrome de Penélope en la poesía dominicana. La mayoría de los críticos descartan la denominación de Generación del 48 aplicado al Grupo del 48 por sus propios integrantes». Fuente: Máximo Avilés Blonda. Generación del 48. Blog Lengua y Literatura, miércoles, 3 de abril de 2013.
Para aquellos contertulios de la época la libertad era algo abstracto, desconocían de sus virtudes; su adultez en ciernes reaccionaba con cierto emperamento «rebelde» sujetado por las riendas del despotismo trujillista, el temor se sentía como cultura de subsistencia, no obstante, a través de la palabra escrita brotaban alguna minima incomodidad interior que los atormentaba. Vlia era eso. Vuelo de una libertad constreñida. «La libertad del sujeto en su manifestación vivencial y la proyección de una evolución simbólica, desde la lengua y sus enunciaciones expresivas, son matrices sígnicas que, la Generación del 48, en su tiempo, marcaron y marcan una huella metafórica trascendente, lo que sitúa su identidad poética y permite diferenciarla de otros grupos o movimientos literarios nacionales, los Postumistas (1918-1921), los Nuevos (1936), los Independientes del 40 (1940) y de los Sorprendidos (1943-1947). Se trata de un movimiento literario que, al igual que la mayoría de los poetas Postumistas, con Domingo Moreno Jiménez (xxx-xxxx), a la cabeza, poetizó su entorno natural, lo hizo imagen y lo puso a estallar en palabras, convertido en novedosas metáforas». {1}.- Julio Cuevas. La Generación del 48: Estética y Sentido de compromiso (II). Periódico Hoy 6 de abril 2018.
Para entonces los símbolos y mitos fluían en la elaboración de los textos poéticos como escudo protector frente a las asechanzas paranoica de la tiranía, los autores más sonados se refugiaban en el romanticismo, los Clásicos Griegos y Romanos, la Biblia; en hechuras inofensivas, apropiándose de los textos del español Fernando de Herrera «El Divino» o del uruguayo Julio Herrera y Reissig. Repetir las poesías de éstos no transgredía la línea del régimen caracterizado por sus asesinatos selectivos. También cubrían sus espaldas con un amplio culto al catolicismo.
Cuestionar el «trujillismo” de los intelectuales de aquella época de terror gobernante al margen de la realidad implícita en la responsabilidad del liderazgo familiar constituye un juicio ligero e injusto. Hay que separar a los que actuaron con conciencia de causa beneficiándose materialmente de su sumisión y los que lo hicieron obligados por las circunstancias. «En el relevante ensayo El mito de Sísifo del novelista, dramaturgo y ensayista argelino- francés, ganador del Premio Nobel de Literatura 1957, Albert Camus, quien falleciera el 4 de enero de 1960, a causa de un accidente de tránsito, éste valora la vida partiendo de su propia realidad existencial, destaca en su laureado trabajo las peripecias de Sísifo quien pese a estar condenado por los dioses a subir constantemente una enorme piedra pesada de por vida, nunca acude al suicidio para liberarse de su tormento cruel. «Nunca vi morir a nadie por el argumento ontológico. Galileo, que defendía una verdad científica importante, abjuró de ella con la mayor facilidad del mundo, cuando puso su vida en peligro. En cierto sentido, hizo bien. Aquella verdad no valía la hoguera». Esta lectura nos enseña que ningún personaje puede ser analizado fuera del espacio y tiempo de su época, ello sería injusto y acomodaticio, pues, la misma época, contribuye a su evaluación objetiva y justa. A moldear su personalidad social y psicológica. La fría comprensión de cualquier acontecimiento debe llevar consigo el sentido racional de lo ocurrido, evaluarlo fuera de su autenticidad constituye un desacierto que desfigura su armonía contextual. La verdad histórica rechaza cual adulteración aberrante. Hay situaciones que responden a coyuntura del momento y que son irrepetible, de cuya realidad el potencial protagonista no puede escapar. Fernand Braudel señala que la historia “no era más que la tropa de los acontecimientos vencedores». Es lo que Edgar Morin llamaba conceptualmente «abandonar la razón mítica y salvaguardar la razón critica». José Hazim Azar en el corazón de todos. Editorial Santuario, julio 2019. Pág. 58″. Entendamos las posiciones con objetividad dialéctica.
A la luz de lo arriba indicado, Vlia constituye una creación magnifica, sus aristas poéticas traspasan de manera subrepticia las limitaciones impuestas. Por ello se muestra a la especulación y a todo lo imaginario; en sus expresiones aflora un implícito pensamiento crítico expuesto intencionalmente para que el lector extraiga conclusiones acorde al ideario de su predilección, sea religioso o político. Cualquier exegesis tiene su valía histórica. Voltea adrede los sentidos de las cosas. «Los espacios aquietados, azules de enclavados astros, dan su violeta a la torre invertida del cielo. La torre, extática, muda, salta nerviosa en sus risas y gemidos, como mama tallada de virginidad. Cantar de los gallos espada la vigilia y el mundo noche de todos los donceles», dice emocionado Freddy Gaton Arce, en uno de los pasajes de su Vlia.
La lectura hermenéutica de Vlia puede suponer una poesía de protesta y denuncia en un escenario donde existía una vigilancia casi absoluta sobre todos los ciudadanos y donde todo vestigio de inquietud social o política era cruelmente castigado.
«La vida ha perdido un inconsciente de por qué la vida. El traje color rubor de timidez quedó destrozado en el valladar de los ojos. Clavada torre en el mar de los sueños remolino de sangre de la sensitiva, blancor de olas altas llagadas como la incertidumbre, o dos pavores y cinco pétalos caídos traéis a Vlía». Escribe el autor.
«Vlía anda como el viento ¡es el viento! que sopla hacia el mar. Vlía: mar de angustia. Se azulan sus pasos. Anochecen sus cabellos de tanto ser la noche. ¡Y el gato negro acecha! (Vlía, todo un gato de Noche)”. Freddy.
¿“Nosotros. Ya no sucede nada. La mar no tiene remordimientos y la brisa no la despeina. Un saludo queda suspenso en las miradas, en las búsquedas íntimas, y no hay más que nosotros. Nosotros: Vlia, tú y yo, que nada sabemos, ni siquiera sonreímos de una vida a otra, y pensamos como si fuéramos uno, uno solo que se desvive en el cielo, de todos los días nublados por azules. Nosotros ya no queremos ni siquiera mirarnos a través de las pupilas azules. Estamos como si fuéramos dos ojos, cuatro y cien corazones desplegados. Ya no podemos más, y Vlía y tú lo comprenden perfectamente. No nos encontramos ni en el cáliz de la redoma de la bruja cargada de lavandas. Creo que nuestros ojos están fatigados de las distancias recorridas, y que no podemos vindicamos en los sueños cargados de rocío febril. Iremos navegando en el mar de todos los sinsabores cuajados de dulzuras y de todas las sagradas mentiras. La vela que asoma a lo lejos Vlía y tú y yo, gaviota de horizonte se ha engrandecido de vientos para adentrarse en la ría de canalados sentires. Nosotros, ¿qué esperamos de nosotros? ¿Y de ti? ¿Y debía? Estamos situados en la infinita distancia de la cercanía y ni siquiera sollozas. Las lágrimas se hicieron para la fuerza. Tendremos que inventar una nueva telepatía de las almas para encontrarnos extraterrenos, o sabrosa como quieran los hados de todos nuestros deseos, de los deseos tuyos, de los deseos de Vlía. Ya no podemos cargarnos más de mentiras inclinadas de ojos y dedos de frentes cuidados de cabelleras invisibles. Debemos irnos viendo en ese mapa que carece de posición fisiológica: corazón. Quiero queremos tú y yo y Vlía lo sabemos bien: siempre lo hemos querido en todos los anhelos borrados de sueños que nos vayamos adonde tengamos lo que nadie sabe, lo que todos hemos sabido desde antes de conocernos. Porque ni tus ojos, ni los ojos de Vlía, ni los míos, están espejando nada, ni siquiera a nosotros, Vila. Yo quiero que lo sepas que lo sepamos ya nada acelera mi corazón”. Freddy Gatón Arce.
Si nos apoyamos en la crítica literaria que sostiene que en la novelística dominicana se tiene al hombre como un sujeto protagónico que simboliza al pueblo, a los de abajo y la mujer representando la patria, y en vista de que Vlia es un término femenino, podríamos colegir que esta figura literaria en la voz y la palabra de Freddy Gaton Arce, representa a la patria dominicana, entonces sometida a una despiadada dictadura unipersonal y familiar encarnada por el oprobioso régimen de Trujillo.
Ante la imposibilidad de asumir una postura directa contra el régimen algunos intelectuales y profesionales contestatarios se vieron forzados a recurrir a figuras simbólicas frente al cuadro de escarnio y sangre que le rodeaba.
El ejemplo más sobresaliente de lo ante señalado lo tenemos en la narrativa dominicana cuando en los años de 1936, 39 y 40 el tema de la explotación inhumana en la industria azucarera fue tomado como argumento en la novelística del médico capitaleño Francisco Moscoso Puello, con Cañas y bueyes (1936), y la novelista del periodista e historiador, nacido en San Rafael del Yuma, provincia La Altagracia, Ramón Marrero Aristy, en Over (1939), y la del petromacorisano Pedro Andrés Pérez Cabral (Corpito) con Jengibre (1940), conocido narrador, abogado, político, periodista, educador. Son novelas con un trasfondo político implícito, con argumentos humanos valederos, en la que se denuncia la arbitrariedad, abusos e injusticia que padecían los trabajadores en los ingenios azucareros.
Esas producciones se contrapuso a las novelas de alabanzas y loas al dictador como fueron las obras de Enrique Aguiar, Rafael Damirón, y Miguel Ángel Monclús, entre otros.
El reconocido periodista, crítico literario, ensayista y poeta hatomayorense Diógenes Céspedes Mercedes señala que Vlia trabaja una teoría de la poesía simbólicamente.
Y así es. ¿Acaso podríamos ignorar la influencia en el sentimiento patriótico, político y nacional de los acontecimientos que se sucedían en la arena internacional en 1944 cuando Vlia fue concebido y presentado al público lector?
Lo simbólico, la verdad expresada de forma figurada, abstracta, subjetiva, era una manera discreta y apropiada posible para poder manifestar por esa vía una especie de metamensaje; cualquier opinión disfrazada y disidente contra el tirano y su régimen.
Según la ponderación del crítico literario y escritor dominicano Franklin Gutiérrez, en su estudio Escritores Dominicanos, el poema Vlía sitúa a Freddy Gatón Arce entre los mejores cultivadores de la prosa poética dominicana, indicando con autoridad “que el resto de su poesía, profundamente filosófica y religiosa, trasciende la materialidad del ser humano para desvelar sus zonas existenciales más profundas”.
Vlía es parte sustancial de su agrupación poética, se eleva en la apreciación crítica de su producción literaria y en la valorización de su personalidad intelectual.
En la misma encontramos metáforas alusivas a aquel desarrollo de progreso impactante que se detuvo y que produjo una inercia traumática que descontinuó el tórrido progreso material de la ciudad de sus entrañas, San Pedro de Macorís. Sin tener el revivir fénix de aquellos súper escritores cuya autoría desmesurada pone a vibrar sus páginas en las manos de sus lectores. Vlía contiene llamaradas poéticas sugerentes difíciles de evadir.
La fuente vibrante del contenido de su onda prosa, base de su apropiación y mágica creatividad que lo elevó muy por encima del círculo de hombres y mujeres leídos y productivos del quehacer cultural, literario e intelectual dominicano, que le acompañaba en su regular excursión hacia el conocimiento libresco, provino inicialmente del francés Andrés Gide, (1869,1951, Premio Nobel de Literatura 1947 y quien constituyó su modelo de referencia y herramienta vinculante en el impulso de su creatividad personalizada.
Gide como escritor y lucido pensador lo eclipsó. Lo deslumbró. Se apoderó de su juventud intelectual. Fue el modelo que le sirvió de guía en la construcción de su norte literario. La motivación, el referenciado autor era uno de los autores cuya personalidad intelectual ejercía una amplia influencia en Europa, creía en una libertad absoluta frente a la moral sin más limitaciones que el sentimiento de la belleza. Era un estupendo estilista que trastocaba los géneros literarios, su pensamiento inquietante hacia acopio de una «intachable corrección y precisión del estilo». Alcanzó repercusión como intelectual al denunciar sin ambages las injusticias y toda forma de totalitarismo; ejerció una prominencia ante la crítica visión del mundo que se presentaba antes sus ojos. Su lectura apasionó a Freddy Gaton Arce quien vivía bajo la dureza del trujillismo gobernante. El surrealismo vino a ser una táctica cultural y emocional para desahogar, expresar y desarrollar sus ideas liberales. No eran abiertamente contestatarias. No tenían esa intención ex profesa. Era el volcado pensamiento sincero de un joven ansioso de encontrar un mundo nuevo donde ninguna idea ni ningún pensamiento intelectual tuviesen enclaustrados por imposiciones aberrantes.
Vlia vino a encarnar el ideograma contrapuesto de un joven socialmente inquieto, quizás ingenuo, hacía de conocimiento público su obra literaria. Era el trabajo de un lector y un admirador del citado y laureado escritor francés cuyos conceptos teóricos se convirtieron en un referente de inspiración. Llenaban el vacío de joven ávido de encontrar un mundo político y social muy diferente en el que é vivía. Provenía de la compilación preguntas en torno a los cánones establecido por la vida en sociedad y el cavilar de manera crítica sobre cualquier constreñimiento de libertad individual o social. Era la revelación de sentimientos y fantasías retenidas.
La figura literaria de Vlia cuya originalidad es irrepetible presume una elaboración artística singular y una capacidad de exornación del autor que en su momento y más allá, trastocó la rutina en que se desenvolvía el ejercicio literario en República Dominicana. La receptividad de la crítica confirma lo dicho, y por ello nos atreveríamos a sumarla en la categoría de obras magnificas y deslumbrante como la de Don Quijote de la Mancha, del español Miguel de Cervantes Saavedra, Hamlet, del dramaturgo inglés William Shakespeare, Ulises, del escritor irlandés James Joyce, Fausto, del poeta, novelista, dramaturgo alemán, Johann Wolfgang von Goethe, Oliver, de Charles Dickens; o, el libro negro, del italiano Geovanny Patini. Y no exageramos. Su lectura nos atrapa y seduce como las obras de los autores arriba indicados. La aparición de Vlia marcó espacio de atrevimiento, de desafío, en un ambiente cultural y literario conservador, frío, temeroso y vacilante en romper el cerco de lo tradicional. De esa literatura de manual impuesta por normativas convencionales. El autor nos dio en esta obra una alta capacidad de innovación y creatividad sorprendente.
Vlia, al igual que los partos literarios de los grandes y magníficos autores mencionados es un alumbramiento poético novedoso cuyo contenido transfigura el lenguaje sumiso de los cansados, dándonos un nombre para que se pregunte por él incansablemente. Es una revelación surrealista estremecedora. Una pieza artística llena de osadía e interrogantes continúo. Una especie de crisálida que sirvió de base para el desarrollo integral del poeta, el escritor y el intelectual que desde esa publicación airosa se sembró con profundidad extrema en la conciencia literaria y poética de Republica Dominicana.
Manuel Mora Serrano explica que Vlía es un enredo surrealista, “las letras mismas que forman el título de este extraño poema: V L Í A, notamos la ausencia de significado de algo existente, aunque se trata de un sustantivo, que por definición es sustancia: ser. Es “algo”. De golpe y porrazo con el solo enunciado de cuatro dígitos estamos en medio de un enredo surrealista”.
Su condición de abogado, una profesión liberal, y el ejercicio del periodismo como vocación orientadora y de conciencia pública en cuyo quehacer se destacó con signo reverente contribuyó a moldear su carácter intelectual y con ello su producción relativa. Más su abstracción retrospectiva lo reencontraba con episodios fantasiosos que significaron ilusiones pretéritas común en toda mocedad repitiendo añoros ansiados en la pausa meditación del frescor de la vida.
El surrealismo automatiza ese espejismo cual relampagueo introspectivo dado en el esfuerzo por entender el mundo desde codificaciones emocionales, significándolo desde instancias poéticas. La soledad de la producción literaria posibilita espontaneo estadio intimista sobre cualquier construcción pensada y labrada. El escritor, el poeta, camina sobre espacio abierto, ilimitado, en la motivación e inspiración de los sentidos refulgentes.
La ingravidez de las pasiones tornase multicolor en las interrogantes atormentadas de lo desconocido. La percepción infecunda de la profanidad incuba la burla y la insensatez ruidosa despreciando el valor de la palabra como arte, esa que expresa amor, belleza, encanto, dulzura, solidaridad, sueños, ideales, y entrega a causas nobles; que se colorea y agiganta cuando se expresa en versos para transformarse en Poesía de saetas maravillosos.
El fundamento de la cosecha cultural de Freddy Gastón Alce está en la cerciorada certificación de la conciencia, fundamento de su inspiración cristalina, con un estilo depurado y estilístico propio de un maestro en la materia. En su poesía no hay estremecimiento de resentido ni desahogos estentóreos de frustrado, ni resaca social. Todo lo contrario, hay amor por la patria y fe en los hombres. Está sustentada en la ética y la honestidad; exhibe sin dobleces ni poses de conveniencia su reciedumbre majestuosa. Lleva la musicalidad de la llovizna. Es suma de virtudes excelsas y copiosidad de decencia conferida por su prosapia y sublime donaire. Su naturaleza personal contribuyó a crear en su entorno un aura de respeto y credibilidad alrededor de sus opiniones públicas enarbolada como bandera de gratitud emocional para memorizar la grandeza humana.
Tomado de las paginas 131 a la 144 del libro, Freddy Gatón Arce vuela en arcoíris de palabra, de la autoría del periodista Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo).