Mi panegírico en el acto fúnebre al poeta René del Risco Bermúdez

Mi panegírico en el acto fúnebre al poeta René del Risco Bermúdez

Enrique Cabrera Vásquez (Mellizo)

San Pedro de Macorís, 19 de enero 2023..- Hoy, al revivir en nuestra memoria aquel acontecimiento trágico del 20 de diciembre de 1972, un suceso inolvidable, la muerte en un accidente automovilístico de nuestro venerado poeta eterno René del Risco Bermúdez, desempolvamos del olvido que la rutina apremiante impone ese hecho doloroso y luctuoso bajo la premisa cierta de que la vida renace desde los escombros de la muerte cuando la misma es esculpida con honor y dignidad. Porque los seres luminosos, como nuestro querido poeta de San Pedro de Macorís y del pueblo dominicano, transforman sus restos mortales en alba gestora de nuevos amaneceres. Perfumado duende, poético cultor de sueños libertarios.

En esta ocasión tan especial consideramos apropiado exponer algunas de aquellas palabras de años atrás, 1994, repetirlas y reiterarlas con sentido de actualización histórica, las mismas nunca perderán vigencia en el contexto del espacio y espacio donde se enaltezca la figura de este extraordinario bardo, decirlas constituye un honor, más si las razones previamente invocadas obligan a compartirlas en este escenario solemne de conmovidos sentimientos solidarios.

René fue un sápido poeta de insondables efervescencias que caminó por la vida protagonizando afectos.

El plateado entorno de sus vivencias cristalina era manojo dulce de su emotivo optimismo quijotesco, elevando el vuelo luminoso de su prosa poética y sus frondosos versos fervorosos; entregado en el fragor de las jornadas emancipadoras como himnos vigorosos de combate; cántiga indómita del pueblo consciente que lucha sin claudicar por un mundo mejor.

La sutileza incorpórea de su olímpica acuidad poética resultó un oasis mágico donde acudió la imberbe muchachada recién salida de su puericia en procura de la motivación patriótica para lanzarse, pecho abierto y con arrojo, contra la herrumbre abominable de sangre que terroríficamente tomó presencia de muerte de las calles de la otrora “ciudad amurallada”, de aquel rincón heroico de la patria que en batallas feroces detuvo con valentía la acometida monstruosa de la gendarmería foránea en 1965; visualizando tras la augusta elegancia de sus versos florecidas ideas emancipadoras, óptimo canal de inspiración de los anhelos de libertad, democracia y justicia social.

La original características de sus versos muestran de manera elocuente su amplio sentido de la libertad, una libertad plena en un ejercicio sin ataduras condicionantes, reafirmando en las alegóricas estrofas construidas sus convicciones propias, exaltando los ideales de la vida del hombre en lucha por la subsistencia y procurando el bienestar familiar.

Desde la majestad de su trinchera nuestro René levantó valientemente su prosa de pueblo oprimido, punzante aguijón lapidario contra el latrocinio que azotaba la República.

El autor de «El viento frío» (Poesía), «Ahora que vuelvo, Ton» (Cuento), «El mundo sigue, Celina» (Cuento), «Del júbilo a la sangre» (Poesía), «El cumpleaños de Porfirio Chávez», La máscara,” (cuento) y su poema de rabia, dolor, luto e impotencia “No está bien, sin embargo”, murió a la temprana edad de 35 años, de él la periodista y crítica literaria Ángela Peña dijo que “vivió intensamente para las letras y la gran causa de la libertad”.

Con espontánea esplendidez abrazó ideales altruistas y nobles simpatizando con los hombres y mujeres que llevaban “estrellas en la frente”.

Estoicamente flotó por encima del fetichismo en ciernes promovido por los mixtificadores del Poder político y social de la dominación de clase opresora y explotadora; guardando distancia del lenocinio fangoso donde pululan los medrosos y débiles de voluntades, arrastrados por tentatrices ofertas inmorales.

Filosóficamente se mantuvo prudentemente alejado de esa sordidez embriagadora que enturbia y aturde los sentidos de muchos intelectuales tenido por “progresistas”, pero cuyas características emanadas de sus poses oportunistas y coyunturales le ha restado prestigio y autoridad pública, conformando una sectaria falange infecunda; alcahuetes del sistema elitista de dominación.

La firmeza en sus convicciones impidió que se sumara al círculo de los “confundidos”, de aquellos que parapetados en una riesgosa fragilidad de conducta han sucumbidos entregándose al transfuguismo; libidinosas velloneras despreciables; fétidos andantes, pantomímicos engolados, manipuladores y tergiversadores profesionales al servicio inmoral de una estructura política y social corrupta cuyo accionar prioriza injusticias y privilegios de clase.

René es la negación dialéctica de ese espejismo ominoso promovido por una sinuosa claque seudo intelectual acomodada, veleidosa; mojigangas adocenadas comprometidos con la abyección moral y cuya perfidia pone al descubierto el conocido principio sociológico de que “el ser social determina la conciencia social”.

La trascendencia de René está en el sello exuberante de su poesía, cuentos y ensayos literarios en la que se identificó con desafío con posiciones políticas de principios, Esa postura valiente y gallarda lo distinguió ejemplarmente de los apostatas y oportunistas profesionales que desde su podio de ridiculez se esmeran en promocionar el afán de lucro, la acumulación de riquezas y el individualismo anti humano; agitando sus logros indecentes como “bandera” de triunfo personal y muestra de su “capacidad y talento”, con fatuota zafiedad le rinden culto a la traición ejerciendo su nefasto papel de renegados a las heroicas jornadas por la libertad, así como de los valores democráticos, abonada con la sangre y el martirologio de esa pléyades de héroes encarnado en La heroica Raza Inmortal, hombres y mujeres de las epopeyas patrióticas de 1959 y 1963, leales al legado de Enrique Jiménez Moya, Minerva Mirabal y Manolo Tavares Justo.

En la fidelidad a estos valores patrios descansa la importancia histórica y moral de la herencia poética de nuestro inexhausto René del Risco Bermúdez, que, sin preámbulo, exhibió una vida coherente con los postulados que abrazó imberbe en plena tiranía trujillista, cuando era una osadía peligrosa, atrevida y temeraria cualquier mínima manifestación de disidencia con el régimen de turno. «…La tiranía lo persiguió con encono hasta lograr capturarlo el veinte de enero de 1960, confesó su madre en una entrevista periodística».

Nuestro querido René fue un poeta de primaveras inmarcesibles. Hoy desde la cumbre misteriosa de su morada infinita prosigue su vuelo iluminante, transformado en un bardo emblemático, esparciéndose en cada conmemoración de su partida inesperada.

Elfo de ícono otoñal continúa volando sobre el remanso de tus palabras satinadas, orbitando bajo siderales constelaciones mágicas. Morada azulada de tu estirpe eternizada, desde donde continúa irradiándonos con tu poesía de coraje y asombro estremecido, tallada con la sangre de los mártires de la patria.

A un amigo del alma y camarada de lucha asesinado en Brúcela, Bélgica, en 1971, le escribiste desconsolado y atribulado los sentidos versos “No está bien, sin embargo…”

Y, sin embargo, René, tu muerte no está bien…

Hoy, apesadumbrado, perplejo, envuelto en el éxtasis de mi prosa, afán sin fatigo que protagoniza el espejo de tu tiempo corrido, sublevando con la fuerza de mis palabras la nostalgia de la lucha ida, trovo a tu nombre, Y, sin embargo, René, tu muerte no está bien.

No está bien que tú, profeta de la utopía, te hayas marchado así, con fugaz estruendo y precipitado adiós.

No está bien que bruscamente eclipse la solidaridad, dejándonos confusos, aturdidos y sorprendidos.

No está bien que la oscuridad se interponga a la luz esplendorosa que tu encarna; oh guía de vida de los nuevos retoños del jardín de la utopía.

No está bien que tú ejemplo generoso haya sido diezmado en la vorágine fortuita de la casualidad, menguando el destello refulgente de la esperanza; haciendo tortuoso el caminar de los hacedores de sueños revolucionarios.

No está bien que la muerte cargue contra una vida útil, valiosa y gallarda.

No está bien que el crepúsculo vomite fuego cuando se espera una noche fresca, placida y maravillosa.

No está bien que los azahares sean egoístas obstruyendo el paso a la cultura viviente distanciándola de la moderna tecnología.

No está bien olvidar ese mediodía eterno que entristeció el invierno donde cayó tu vida.

Está bien rociar el jardín fecundo de tu recuerdo, imprecando con la fuerza de tu nombre este mundo arbitrario e injusto que se nos impone.

Está bien continuar proponiendo tu olímpica figura centellante como oferta de alegría, bandera limpia de amor y paz.

Nunca estará bien tu ausencia prematura, inaceptable, inolvidable. Dolor de pueblo. Sentimiento de la patria.

La muerte jamás detendrá el encomio de tu poesía beatificada.

Tu nombre y tu memoria elévense en cenit de gloria, constelación de héroes ocupando un cimero sitial de respeto, poeta permanente en la nostalgia amada.

Estará siempre bien evocar tu lírica hermosa envuelta en luz y colores; prosa maravillosa, fosforescencia de amor. Alegría de vida derrotando la tristeza. Perspicuo poeta de emociones, ahora hospedado en la conciencia de la patria.

 

 

 

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