Escrito por: David Brooks
En octubre se pactó el canje de prisioneros en el Vaticano; en Canadá se afinaron detalles al otro mes.Todo culminó con la primera llamada telefónica entre gobernantes de ambos países desde 1959.
Nelson Mandela, la intervención divina, un anfitrión canadiense, nueve reuniones en terceros países a lo largo de 18 meses y la primera llamada directa entre mandatarios, en décadas, llevaron al acuerdo histórico entre Washington y La Habana, según la versión estadunidense de las negociaciones secretas que culminaron el miércoles.
Bueno, no fue Mandela, pero sí fue en su funeral en Sudáfrica, en diciembre del año pasado, donde el presidente Barack Obama fue a saludar al presidente Raúl Castro en la sección VIP frente a todos, ante las cámaras del mundo. Ya para entonces se habían iniciado una serie de intercambios entre pequeñas delegaciones de representantes de ambos presidentes que intentaban negociar una ruta al cambio.
Los obstáculos principales desde un inicio fueron, para los estadunidenses, el caso de Alan Gross, el contratista de la Usaid arrestado y encarcelado por violar las leyes cubanas, y, para los cubanos, el caso de los llamados cinco de Cuba, agentes encargados de infiltrar la comunidad cubanoestadunidense para detener atentados terroristas contra la isla.
De hecho, poco después de llegar a la Casa Blanca en 2009, Obama había declarado su intención de, como afirmó en una cumbre hemisférica ese año, buscar un nuevo inicio con Cuba, pero esto fue descarrilado políticamente con el arresto de Gross en diciembre de ese año.
El acuerdo anunciado esta semana fue logrado después de negociaciones en las cuales una traba giraba sobre quiénes eran espías o no. Eso fue superado al anunciarse la liberación de Gross por Cuba por razones humanitarias y, por separado (aunque todo junto), un canje de espías: tres de los cinco que aún cumplían condenas en Estados Unidos (los otros dos ya cumplieron las suyas y estaban de regreso en Cuba) a cambio de un agente cubano de inteligencia de Estados Unidos.
Así, la mañana del miércoles, tres aviones transportaron a los liberados (Gross de Cuba a Washington, los tres de Miami a La Habana y el espía de Estados Unidos aún no identificado en el tercero), y pocas horas después ambos presidentes anunciaron no sólo este hecho, sino el acuerdo para restablecer relaciones diplomáticas plenas y una serie de medidas para ampliar el intercambio comercial, informático y financiero por primera vez en medio siglo.
Altos funcionarios estadunidenses contaron a medios estadunidenses su versión de estas negociaciones secretas. A principios de 2013, poco después de su relección (en la cual, por cierto, ganó la mayoría del voto cubanoestadunidense y, en parte por eso, el estado de Florida), Obama autorizó pláticas exploratorias con Cuba.
Para ello –al igual que del lado cubano– no se recurrió a diplomáticos, sino a gente del círculo interior de la presidencia. Obama encargó la negociación a dos de sus asesores, el subasesor de seguridad nacional, Benjamin Rhodes, y a Ricardo Zúñiga, director para América Latina del Consejo Nacional de Seguridad (quien anteriormente había servido un tiempo en la sección de intereses de Estados Unidos en La Habana).
Para junio de 2013 se llevó a cabo la primera reunión cara a cara en Ottawa, la capital canadiense, seguida por ocho más en ese país y el Vaticano a lo largo de los siguientes 18 meses. Según la versión de los funcionarios, Cuba primero propuso un canje de Gross por los tres de los cinco. Aquí se trabó, ya que los estadunidenses rehusaron considerar espía a Gross.
Los estadunidenses estaban preocupados por la salud de Gross y advirtieron a los cubanos que si perecía en la cárcel, eso anularía toda posibilidad de proceder hacia la normalización. A la vez, continuaron negándose a la idea de un canje de los cinco por Gross.
Pero las pláticas se fueron destrabando cuando se abordó algo más general: qué era lo que se necesitaba para restablecer las relaciones diplomáticas.
En marzo de este año, Obama visitó al papa Francisco en el Vaticano y uno de los temas que se abordaron fue Cuba. El Papa se ofreció a ayudar a promover un giro en la relación. Poco después, el pontífice envió cartas personales a Obama y a Castro, en las cuales los instaba a buscar una manera de resolver el asunto de los prisioneros, así como avanzar hacia una normalización de las relaciones. Los funcionarios estadunidenses subrayaron que el papel del Papa fue clave en esta negociación, en gran parte por su origen e influencia en América Latina, sobre todo como un socio externo confiable para ambas partes.
Más adelante, los estadunidenses sugirieron a los cubanos la idea de liberar a un espía estadunidense que había estado encarcelado por casi 20 años en Cuba, a cambio de los tres cubanos en Estados Unidos. Según esta versión, los cubanos se sorprendieron ante la propuesta. El cubano que trabajó para la inteligencia estadunidense no ha sido identificado públicamente, y el gobierno sólo ha afirmado que fue un operativo clave que, entre otras cosas, identificó como espías a los cinco (el New York Times reporta que un alto funcionario estadunidense lo identificó como Rolando Sarraff Trujillo).
Esta propuesta fue aceptada, permitiendo así que Gross fuera liberado no como parte de un canje, sino como gesto humanitario, y que ambos gobiernos dijeran que el canje era entre los espías.
En octubre, las dos delegaciones viajaron a Roma para encontrarse con los diplomáticos del Vaticano, y ahí se logró el acuerdo sobre el canje. Las pláticas prosiguieron para afinar detalles en Canadá en noviembre.
El acuerdo final fue sellado por Obama y Castro en una llamada telefónica que duró casi una hora el martes de esta semana; el primer diálogo directo entre presidentes de ambos países desde la revolución de 1959.
El miércoles, ambos presidentes anunciaron a sus pueblos –en discursos transmitidos en vivo y casi simultáneos– que después de 53 años los dos países acordaron normalizar sus relaciones.
No es la primera vez que se realizaron negociaciones secretas entre los dos países y, como recuerdan el historiador William LeoGrande y el analista Peter Kornbluh, en su libro reciente Back Channel to Cuba, todo presidente, desde John F. Kennedy hasta Obama, ha usado canales privados en la relación con Cuba. Se ha recurrido a todo tipo de interlocutores oficiales y extraoficiales: desde diplomáticos veteranos hasta una periodista de ABC News en los años 60, un premio Nobel (Gabriel García Márquez), una hija de David Rockefeller, un ejecutivo en jefe (de Coca Cola), políticos como el ex gobernador Bill Richardson y el ex presidente Jimmy Carter, así como destacados diplomáticos. Los encuentros se realizaron en aeropuertos, cafés, hoteles de lujo, así como en otros países, México incluido.
Pero aunque esta negociación secreta bilateral tiene precedentes, ninguna había rendido estos resultados.