Trujillo y San Pedro de Macorís

Escrito por: Enrique Cabrera Vásquez

PRIMERA PARTE

“He aquí, señores, tronchado por el soplo de una ráfaga aleve, el roble poderoso que durante más de treinta años desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades. El hecho horrendo consterna nuestro ánimo y estremece con fragoroso estrépito de catástrofe el alma nacional» . Discurso panegírico pronunciado por el presidente Balaguer ante el cadáver de Trujillo el 2 de junio de 1961, en la iglesia de San Cristóbal.

Centenares de leyendas, anécdotas de embusteros, conjeturas de sabelotodo, inventivas de allegados, fábulas de aduladores, discursos apologéticos de adláteres agradecidos, especulaciones y falsas historias de detractores, comentarios lleno de nostalgias y tristezas de algunas amantes compungidas, así como encontradas opiniones refractarias surgidas del añoro de la Era de militares fieles a su memoria, se expresan y enfrentan en pugilatos competitivos en exposiciones, relatos y crónicas, emitiendo sus juicios particulares sobre el hombre que gobernó con manos férrea la República Dominicana durante más de 30 años (1930-1961), y cuya figura se acrecienta en la historia con ilustrativas biografías seductoras. Hasta los que lo maldicen y odian con resentimiento vengativo procuran leer todo cuanto sale sobre este endiablado personaje de horca y cuchillo. Los libros sobre su figura atraen lectores.

Alrededor del nombre y la histórica de Rafael Leónidas Trujillo Molina adversarios y seguidores difunden sus verdades con pasión excitante. Cada quien defiende con intransigencia sus puntos de vistas, las mentiras suenan ruidosas en ese enfrentamiento prolongado mientras la auténtica y pura verdad permanece agazapada a la espera de una oportunidad cristalina liberada de toda pasión y de la propaganda lava cerebro para mostrar la realidad inquebrantable de los hechos sucedido alrededor y en la persona del dictador acribillado la noche del martes 30 de mayo de 1961. Nadie cede en su parecer, con desafiante jactancia difunden con una personalizada seguridad afirmativa sus maniqueas opiniones sesgadas. Cada decir contrasta con la auténtica exactitud de los sucesos protagonizado por aquel mujeriego y psicópata patológico.

La provincia de San Pedro de Macorís no escapa en esa controversia de dictámenes históricos. En el Macorís del Este y del Mar Caribe, Trujillo tuvo vivencias juveniles que contribuyeron en parte a marcar el rumbo personal de su vida con acento referencial en el desarrollo de su brega ocupacional en su vertiginosa carrera militar. Sus relaciones sociales y políticas con el Macorís de los años de su juventud y mandato gubernamental, épocas deslumbrantes por su auge, apogeo y esplendor económico producido por “la danza de los millones», fueron contrastantes en su ejerció público; contempló la provincia petromacorisana como la rival comparativa frente a la San Cristóbal de su originalidad de vida y pasos infantiles. Amaba con devoción acrisolada la sureña Nigua, tierra de su nacimiento y a la cual desde el poder proyectaría geográficamente hasta erigirla como la primera de las ciudades del Sur del país.

La asociación histórica de Trujillo con San Pedro de Macorís se remonta desde su juventud impetuosa, cuando teniendo la edad de 16 años llegó a esta zona terrestre del país a realizar jornadas laborales en los ingenios del área como pesador y posteriormente como guardia campestre, también actuó al servicio de los militares estadunidenses durante los años de intervención y ocupación americana del 1916 al 1924, delatando y ubicando a los alzados llamados «gavilleros» que se enfrentaban en acciones guerrilleras a las tropas interventoras.

Previamente, un año antes, cuando contaba los 15 de vida, había superado un rápido curso de telegrafía Morse, oficio que le permitió iniciar sus primeros pasos en la brega por la subsistencia económica al tiempo de darse a conocer más allá de San Cristóbal. El aprendizaje del oficio lo hizo en la ciudad capital, Santo Domingo.

Su nombre y figura se grabaría en la memoria de esta región con hechos execrables y vergonzosos cuyas afrentas lo marcaría de por vida con signo despreciable, luego de ser detenido en enero de 1920 y llevado a juicio ante una Comisión Militar encabezada por el teniente coronel James McE.Huey, que le formuló cargos de asalto y rapto en perjuicio de la niña Isabel Guzmán, de 14 años de edad, nativa de la comunidad de San José de Los Llanos. En esa ocasión se le acusó “por conducta escandalosa tendente a destruir las buenas costumbres. El sometimiento contra Trujillo lo hizo Georgilio Mella Frías, alias «Guillo», alcalde de esa comunidad, que lo sometió ante la instancia del gobernador de San Pedro de Macorís, Rafael Sánchez González, el cual retrasó el proceso por cierto tiempo. El sometimiento a la acción de la justicia militar estuvo a cargo del Capitán Omar T. Pheiffer de la marina estadounidense, luego de investigar el caso; éste lo calificó y acusó en sus memorias como ladrón y estafador de los campesinos dominicanos, según el expediente de aquel hecho, del cual han escrito varios historiadores nativos y extranjeros.

La población de San Pedro de Macorís nunca imaginaría que aquel apuesto y elegante oficial militar llamado Rafael Leónidas Trujillo Molina, asignado a esta provincia en verano de 1921, sería un escollo traumático de cuyo resentimiento saldría un desquite personal por haber sido impedido de acceder como socio al elitista Club 2 de Julio, según se ha dicho. Su gobierno, 1930 al 1961, desarrollaría una actitud de indiferencia en cuantos a obras y atenciones que atrofiaría la ruta que catapultó la ciudad por senderos esplendorosos durante períodos finales del siglo X1X y principio del XX, años brillantes de la industria azucarera.

El célebre hombre que llenaría miles de páginas de la historia dominicana en un ambiente de confrontación histórica sobre su figura vino al mundo el 24 de octubre de 1891 como resultado de la unión conyugal entre José Juan de Dios Trujillo Valdés (Pepe) y Julia Molina Chevalier, de cuya unión marital nacieron once hijos en un hogar lleno de pobreza. Rafael, el futuro dictador dominicano, era el tercero de los vástagos engendrado por José Trujillo Valdez, alías Pepe, en el vientre de la nieta de la haitiana Erciná Chevalier, cuya ascendencia gravitaría emocionalmente con signos de resentimiento étnico en la mentalidad xenofóbica del “Perínclito de San Cristóbal». Además de Rafael, la prole del cuadro familiar Trujillo-Molina estuvo compuesto por Virgilio (24 de julio de 1887-29 de julio de 1967), Florida Marina (10 de agosto de 1888-13 de febrero de 1976), Rosa Julia Julieta (5 de abril de 1893-23 de octubre de 1980), José Arismendi —Petán— (4 de octubre de 1895-6 de mayo de 1969), Romeo Amable —Pipí— (14 de agosto de 1896-19 de septiembre de 1970), Nieves Luisa (4 de agosto de 1899-25 de enero de 1977), Aníbal Julio —Bonsito— (16 de octubre de 1900-2 de diciembre de 1948), Pedro Vetilio —Pedrito— (27 de enero de 1902-14 de marzo de 1981), Ofelia Japonesa (26 de mayo de 1905-4 de febrero de 1978) y Héctor Bienvenido —Negro— (6 de abril de 1908-19 de octubre de 2002). Tuvo además un hermano de padre, Luis Rafael —Nené— (21 de enero de 1935-14 de agosto de 2005), quien fue criado en el hogar de los Trujillo-Molina.

Todos los hermanos del sanguinario y perverso dictador tuvieron participaciones importantes en el régimen desempeñando funciones relevantes en el plano militar y político. Desde Virgilio, el más viejo y el que mayor grado escolar alcanzó, hasta Héctor, alias Negro, el menor, al que hizo generalísimo e impuso como presidente títere en dos ocasiones, primero como interino en 1951 y luego desde el 16 de agosto de 1952 hasta el 3 de agosto de 1960, momento en que fue sustituido por el doctor Joaquín Balaguer, 1960-1962, y en cuyo ejercicio se produjo el ajusticiamiento del tirano la noche del 30 de mayo de 1961. Anteriormente en 1959, negro Trujillo había sido nombrado por su hermano, El jefe, generalísimo. El menor de los Trujillo nació en San Cristóbal en 1908 y falleció 19 de octubre del 2002. De la protección y favores especiales también estuvo incluido Luis Rafael (Nene), que, no siendo hijo de Doña Julia, sino de la señora Conchita Stephan, miembro de una prominente familia libanesa que residía en el sector capitalino de Santa Bárbara, fue criado en el hogar familiar, recibiendo los apellidos Trujillo y Molina. Su nacimiento se produjo pocos meses después del deceso del viejo Pepe Valdez, el 21 de enero de 1935, en Santo Domingo.

Los dos hermanos que más destacaron su extremismo despótico fueron Aníbal y José Arismendy, mejor conocido por el apodo de Petán (4 de octubre de 1895, 6 de mayo de 1969), ambos exhibían ambiciones desmedidas hasta el extremo de intrigar para ocupar el lugar del jefe. Vivian al acecho, presto a aprovechar cualquier oportunidad para saciar su codicia de poder insaciable. Rafael Leónidas recelaba de ellos, vigilaba y monitoreaba sus movimientos. Incluso se conoce que hubo una vez le ordenó al general Fausto Caamaño ejecutar a estos dos por traidores. Lograron escapar de la rabia asesina del jefe gracias a las reiteradas mediaciones y autoridad de Mamá Julia.

El prontuario de delitos y violaciones a las leyes y a las buenas costumbres de los hermanos Trujillo-Molina es bastante conocida en la historia dominicana, muchos de sus inconductas fueron cometidas en San Pedro de Macorís, como veremos más adelante.

La historia de Rafael Leónidas lo asocia y vincula comprometidamente con las corridas rufianescas y acciones delincuenciales de sus hermanos; en ellos y su padre tuvo ejemplos para formarse como hombre desalmado, las inconductas de sus mayores fue una línea a seguir, una marca familiar, atenazándolo desde la infancia, adolescencia y adultez; una terrorífica unidad consanguínea para cometer abusos y tropelías. «Durante su juventud compartió algunas fechorías con sus hermanos, sobre todo con José Arismendi, conocido como Petán, quien robaba gallinas y ganado y constantemente tenía problemas con la justicia”. Fuente de la cita: La dictadura de Trujillo (1930-1961). Archivo General de la Nación Volumen CLXXXIII.

Después de estar ejerciendo el oficio de telegrafista, Rafael Leónidas volvió a acompañar a su hermano delincuente José Arismendi (Petán) en la práctica del cuatrerismo, falsificación de cheques, robo de postal y otros delitos, por los cuales fue apresado, declarado culpable por la justicia purgó varios meses de cárcel.

Los hermanos Trujillo-Molinas actuaban en protegidas connivencias familiar perpetuando fechorías, violaciones sexuales, cuatrería e innumerables desmanes propios de la conducta que caracterizó su asociación paternal cuyo origen biológico tiene antecedentes colaterales proclives a la maldad y al delito, encarnado en el comportamiento anti social que ejerció su abuela Silveria Valdez, madre de su padre José Trujillo Valdez, alias Pepito o Pepe, mujer que en la época del gobierno de Buenaventura Báez se dedicó a organizar y participar en asesinatos contra patriotas que luchaban contra la dictadura de turno, por cuyos hechos adquirió fama de terror y odio en San Cristóbal. Actuando siempre a la sombra y protección del gobierno al que servía como sicaria. La asociada junta familiar alcanzó fama en sus actuaciones bandidesca, le llamaban “La Pandilla de los Pepitos, por el apodo con que era conocido su progenitor.

Según coincidentes narrativas biográficas de distintos autores sobre su persona, Rafael Leónidas fue inscrito a la edad de 6 años, en 1897, en la escuela de Juan Hilario Meriño, en la que aprendió a leer y a escribir precariamente. Asimismo, se dice, que a los siete años fue trasferido a la escuela de Broughton, teniendo el privilegio de recibir enseñanzas del maestro Eugenio María de Hostos, (1839-1903), siendo uno de sus discípulos se mantuvo allí por espacio de tres o cuatro años del calendario escolar.

José Trujillo Valdez, el papá de los Trujillo-Molina, nació en la sureña ciudad de Bani el 25 de julio de 1864, en plena Guerra Restauradora, falleció como ya apuntamos el 6 de junio de 1935; y aunque no se le conoció ningún activismo político relevante se sabe que fue defensor del dictador Ulises Hereaux, alias Lilí. Sin embargo, el nombre de quien en su infancia apodaron Pepito y en su vida de adulto Pepe, aparece en la Gaceta Oficial del 18 de diciembre de 1899, en la parte correspondiente al Poder Judicial, línea 31, señalado como procesado por haber cometido un homicidio en 1898.

«José Trujillo Valdez mujeriego, macho dominante, bebedor, irresponsable, homicida, estafador, no pudo obtener la enseñanza de su padre porque nunca lo conoció y que no pudo dar ni transmitir a sus hijos lo que no recibió de parte de su padre Trujillo Monagas, y aunque su madre era una mujer valiente y con valores progresistas, no siempre se llena ese vacío que deja el rol paternal la cual es la responsabilidad de un padre, la cual hoy sigue siendo la necesidad de la familia. Por parte de su padre Trujillo Molina no recibió la enseñanza de un padre lo cual no le inculcó los valores familiares que el necesitaba. Los antecedentes de la familia Trujillo su legado que heredó de su antepasado los cuales influyen en la vida de los individuos porque son trasmitido a través de los diferentes genes familiares, entre esto tenemos que heredó de ellos la diferente manera de actuar los cuales al tener en su conducta lo puede poner en práctica porque son herencia». Fuente de la cita: Trujillo visto por un psiquiatra, de la autoría de José Miguel Gómez, versión pdf

Contrario a la conducta de hombre serio que se le atribuía a su padre José de Dios Trujillo Monagas, alias “Dallocito”, su hijo José Trujillo Valdez, exhibió un estilo de vida de fullero por lo que fue llevado a prisión y fichado como un delincuente cualquiera. «La conducta de don Pepe Trujillo, ha vivido siempre de negocios ilícitos, negociando con cosas ajenas (vacas, caballos, mulos, tierras, maderas, casa, etc.) que vendía o canjeaba como suyas». Fuente de la cita: Historia Dominicana en Gráficas• 6 de junio 2018.

La ascendencia ancestral del tirano fue hibrida por cuanto su bisabuelo materno, Justin Víctor Turenne Carrié Blaise (Los Alcarrizos, 06 de noviembre de 1827, Puerto Príncipe, Haití, 03 de septiembre de 1905), era de origen francés, contrario a su bisabuela materna, Eleonore Juliette Chevallier Moreau, que provenía de la clase mulata haitiana. En cambio, por la parte materna, fueron Pedro Molina y Luisa Ercina Chevalier, hija de la haitiana Dieta Chevalier. El abuelo era un campesino de escasos medios económicos que tenía reputación de hombre serio, contrario a su mujer que era arrogante, dominante y autoritaria. De la unión conyugal entre Pedro y Luisa Erciná nació Altagracia Julia, quien, por su condición de madre de Rafael Leónidas, sería llamada “excelsa matrona del pueblo dominicano».

Los novios Julia Molina Chevalier y José Trujillo Valdez, alias Pepito o Pepe, desposaron el 29 de septiembre de 1887; el contrayente ignoró el origen haitiano de la amada, al parecer atraído por el atractivo físico de la mujer.

El conocido intelectual francomacorisano Pedro Conde Sturla, quien ha escrito decenas de artículos para periódicos impresos y digitales sobre el tan mencionado tirano, indica que la única ocupación de Julia “era dejarse amar, dejarse adorar como una santa de altar. No tenía inquietudes intelectuales, políticas o filantrópicas y mucho menos culturales, pero le había dado a la patria la más fecunda cosecha de su vientre”.

El autor de las obras Notas sobre Enriquillo, 1978, ensayo, Los Cuentos Negros, Los Cocodrilos (ensayo) y por demás Profesor meritísimo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), Agrega. “Entre 1888 y 1908 había tenido incontables partos, doce hijos e hijas, de los cuales, casi milagrosamente para aquel tiempo y lugar, sólo uno no sobrevivió. Con su trabajo de costurera proveyó al sustento de las once restantes criaturas, las crió en la pobreza con labor tesonera, con la poca ayuda que recibía de su inútil marido, con ayuda quizás de vecinos y amigos y el milagro cotidiano”.

En cuanto a su abuelo paterno José Trujillo Monagas, alias Dallocito, se sabe que ostentó el rango de sargento del ejército español durante los cuatros años de incorporación santanita a la monarquía, sustentada bajo los eslóganes traidores de ¡Viva Doña Isabel II! Y ¡Viva la Nación Española!

«Francisco Saviñón Trujillo, hijo de Julieta, una de las de Rafael Leónidas, afirmó en el periódico Hoy de fecha 9 de octubre de 1992, que su bisabuelo, José Trujillo Monagas, era natural de Tenerife, Isla Canarias, que había ingresado como conscripto a las filas del Ejército español y más tarde transferido a Cuba. Con el mismo grado llegó a Santo Domingo cuando la Anexión a España como miembro del batallón de la Reina, cuyo jefe era el «tristemente célebre coronel Buceta». Fue destinado al Cantón de Las Matas de Farfán en la región Sur y allí conoció a la mulata Silveria Caldez Méndez, con quien procreó su primogénito, José Trujillo Valdez, hijo natural, a quien reconoció posteriormente dándole su apellido». Obra mencionada página 21-22.

“El bisabuelo materno de Trujillo, fue ministro del gobierno haitiano de Nissage-Saget (1869-1874) y antes lo fue del gobierno provisional integrado por Nissage-Saget, Victorin Chevallier (pariente de Diyeta) y Sylvain Salnave (n. 1867); también fue miembro del Consejo de secretarios que gobernó Haití en 1874. Alejo Turenne Carrié había casado con Julie Herzilie Decayette, natural de Puerto Príncipe, Haití”.

La vocación por la maldad y el crimen que caracterizó la vida personal y pública de Rafael Leónidas y sus hermanos tuvo su origen en la disfuncionalidad del hogar donde se crió y moldeó su carácter de vida con la ejemplar referencia delincuencial de su padre José Trujillo Valdez. Dice el refrán popular “árbol que nace torcido nunca su rama endereza.

Julia Molina Chevalier o Chevallier, la madre adorada de los hermanos Trujillo-Molina, era hija de Pedro Molina Peña, natural del sector capitaleño de San Carlos, venido al mundo en 1840, en agosto de 1866 se casó en San Cristóbal con Luisa Erciná Chevallier, una dedicada maestra cuya misión magisterial fue alabada por el prestigioso educador e intelectual puertorriqueño Eugenio María de Hostos (Mayagüez, Puerto Rico, 1839, Santo Domingo 1903), quien tuvo palabras de elogios hacia su persona, describiendo que, “San Cristóbal tuvo maestros consagrados apostólicamente a su alto magisterio, entre ellos dos mujeres ilustres por la obra y el afán: Luisa Erciná Chevalier y Ana Josefa de Luna”. Esta afirmación de reconocimiento surgida de la pluma de este insigne pedagogo que en sus periplos de vida hizo de República Dominicana su segunda patria, donde murió, autor de varias obras y conferencias magistrales sobre educación, moral, y ética, entre otros temas, así como la novela La peregrinación de Bayoán, 1863, entre otras obras, le confirió un lugar de dignidad y respeto a Luisa Erciná Chevallier, chocante con el historial maligno de sus nietos.

Esta respetada dama tuvo un segundo matrimonio el 27 de marzo de 1882, con Juan Pablo Pina Rezón, hijo del prócer de la patria y uno de los fundadores de La Trinitaria, Pedro Alejandrino Pina García, con María Micaela Rezón Hernández, raíz del árbol familiar de los Pina Chevalier, Pina Dujarric, Pina Barinas, Pina Acevedo y Pina Peña, apellidos muy sonados en el ámbito público y profesional de la capital dominicana.

No todo fue sombra en la rama genealógica del dictador Trujillo Molina, su abuelo paterno José Trujillo Monagas (Dallocito), un español que nació en Las Palmas de Gran Canaria el 8 de marzo de 1841, fruto de la unión entre Pedro Trujillo y María Monagas, y que llegó desde Cuba a nuestro país en su condición de sargento de las fuerzas ocupantes durante anexión a España, prestando servicios en Baní, ciudad donde conoció a la mulata Silveria Valdez, la cual era dueña de una casa de huéspedes en San Cristóbal, lugar donde alquiló una habitación y desarrolló una relación sentimental con la mencionada mujer, el resultado del romance de pareja fue la procreación de un niño al que bautizaron con el nombre José Trujillo Valdez. La unión conyugal terminó al abandonar las tropas invasoras República Dominicana en el año 1865 con la victoria de las fuerzas restauradoras

Se dice que José Juan de Dios Trujillo y Monagas, fue un hombre culto, de letras, escritor y político, graduándose de abogado el 29 de septiembre de 1882 en la Universidad de la Habana. Además, llegó a ser jefe de la policía de Santa Clara y La Habana, en 1881.

Desarrolló variadas facetas en su subsistencia de vida, en ese sentido ejerció como practicante del hospital de Santa Clara desde el 5 de julio de 1857 hasta el 5 de julio de 1859, escalando hasta obtener el puesto de primera clase en el hospital militar de Trinidad, en Cuba.

Dada su experiencia en el oficio fue incluido en las tropas de ocupación española de Santo Domingo en 1861 pagándosele un sueldo de 480 pesos mensual, desempeño ese puesto hasta el 3 de septiembre de 1861. Por su capacidad en el desempeño de su labor recibió un ascenso mediante una Real orden de 1865 al puesto de ayudante graduado, posición que mantuvo hasta el 1ro de enero de 1866 cuando solicitó la baja del cuerpo sanitario por enfermedad.

En su brega del servicio sanitario fungió en la asistencia médica durante aproximadamente un año en el hospital de las Matas de Farfán, poco tiempo después fue adherido a las tropas españolas estacionadas en Guayubín y Sabaneta, como subsecretario hasta agosto de 1863, cuando estalló la revolución restauradora. En ese momento formó parte de la columna del general dominicano anexionista José Hungría (Santiago de los Caballeros en 1819, Santo Domingo 1872), encargándolo al cuidado de los heridos.

En cuanto al general Hungría se sabe que fue el decimosexto presidente dominicano y que formó parte del primer Triunvirato, también que inició su carrera de armas en 1837 como soldado en Santiago del gobierno de ocupación haitiano y que fue un firme abanderado de Buenaventura Báez, enfrentándose a su derrocamiento en 1857. Esos pasos cuestionables tienden a manchar su nombre que aparece entre los que lucharon por la Independencia Nacional, el 27 de febrero de 1844, aportando los conocimientos militares adquiridos en el ejército haitiano. Participó en todas las batallas contra las huestes haitianas, alcanzando por méritos acumulados el rango de General de Brigada. Además, fue comandante de armas y Gobernador Civil de Santiago e integrante de la Junta de Generales encargado del Poder Ejecutivo en febrero de 1868, junto a Francisco Antonio Gómez, y José Ramón Luciano. Su figura aparece en la historia como políticamente incoherente por los continuos vaivenes, hechos que tienden a restarle respeto a su figura.

Volviendo sobre Trujillo y Monagas, estando éste en servicio se produjo el ataque de las fuerzas dominicana a la Fortaleza San Luis en Santiago, el 6 de septiembre de 1863, que estaba en manos de los españoles dirigidas por el Brigadier anexionista Buceta, el cual contaba con 900 soldados. En esa histórica batalla murió el aguerrido General dominicano Gregorio de Lora. Además de Buceta el mando español estuvo compuesto por el general Juan Suero (El Cid Negro) y el coronel Manuel Capa, quienes habían entrado a Santiago de los Caballeros con una columna de tres mil hombres procedentes de Puerto Plata, en apoyo a los españoles sitiados, también formaron parte de la comandancia los generales Alfau y Achile Michel.

Vale significar la descripción sobre aquel hecho histórico apuntando que, de su lado, los restauradores contaban con la siguiente fuerzas: “El General Gregorio de Lora marchó con una columna por la calle General Valverde; el Coronel Benito Monción, desde El Castillo, dirigía la artillería; el General Gregorio Luperón marchó con otra columna por la calle Juan Francisco García y el General Gaspar Polanco, Jefe de Operaciones, marchó por la calle de La Barranca o de la Iglesia, con dos piezas de artillería”. Fuente de la cita: Historia Dominicana en Gráficas. Ataque a la Fortaleza San Luis en Santiago, durante la Guerra de la Restauración.

La participación en esa epopeya de Trujillo y Monagas no exime la marca delincuencial que empaña el apellido Trujillo de cuyo engendro saldría el pillo bautizado con el nombre de Rafael Leónidas, cuyo currículum de maldad y atrocidades superaría a todos los tiranos que les antecedieron en la dirección absoluta del gobierno y estado dominicano.

La naturaleza de persona maldita del personaje conocido con el nombre de Rafael Leónidas Trujillo Molina quedó prontamente evidenciada desde su adolescencia. Desde temprana edad se caracterizó por una vida forjada en acciones execrables. La maldad y la traición sería su habitual norma de comportamiento; naturaleza patológica que ocultaría tras pantomimas simulaciones teatrales antes sus relacionados y la sociedad. Mentiría cobardemente negando las múltiples atrocidades cometidas por su mandandato absoluto de sangre, terror y asesinatos.

 

 

 

 

 

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